Militares contra urnas en Bolivia
LA JORNADA de hoy, mi¨¦rcoles, puede ser decisiva en Bolivia. Desde hace semanas, y sobre todo en los ¨²ltimos d¨ªas, crece la presi¨®n en la calle contra el Gobiemo militar: huelgas, manifestaciones, proclamas... Hoy, mi¨¦rcoles, es el d¨ªa de la "Marcha por el pan y la libertad", que ha convocado la poderosa central sindical COB, de cuyas filas han salido en el pasado algunos de los m¨¢s importantes pol¨ªticos del pa¨ªs. No es s¨®lo una acci¨®n proletaria: otras clases sociales se suman a ella. Se enfrentan con un Gobierno militar fracasado, consciente de su incapacidad para sacar al pa¨ªs de la bancarrota a que la han precipitado, y hasta de mantener el orden p¨²blico. Una gran parte de los militares pretenden la entrega condicionada del poder a los civiles, depositando sobre ellos la herencia terriblemente negativa de su Gobiemo y de los ¨²ltimos a?os de incuria.La historia de estos a?os de Bolivia muestra esa continua vacilaci¨®n de los altos estamentos militares a la hora de ceder un poder que les desgasta. Su problema es considerable: querr¨ªan, simplemente, que un gobiemo civil estuviera hecho a la medida de sus ambiciones y de la clase que representan, y rechazan las soluciones que dan las urnas; incluso tratan de manipular esas urnas. Las elecciones presidenciales de 1979 pretendieron el establecimiento de una democracia libre: el resultado, cuya autenticidad fue negada desde el primer momento, daba una mayor¨ªa a Siles Suazo, apoyado por la Central Obrera Boliviana, pero no la mayor¨ªa absoluta para presidir el pa¨ªs autom¨¢ticamente; fue elegido por el Congreso, bajo presi¨®n de un golpe militar, el presidente del Senado, Walter Guevara Arce. Dur¨® dos meses: el 1 de noviembre, el coronel NMatusch dio un golpe de Estado y se qued¨® con todo. Estados Unidos (Carter) suspendi¨® su ayuda, la Central Sindical declar¨® la huelga; diecis¨¦is d¨ªas despu¨¦s cedi¨® el poder a los civiles, y el Congreso eligi¨® presidenta provisional a Lidia Gueiler, hasta las elecciones del 29 de junio de 1980. Las volvi¨® a ganar Siles Suazo con su coalici¨®n de centro-izquierda (UDP), pero tampoco por la mayor¨ªa absoluta, y la oposici¨®n volvi¨® a insistir en las irregularidades electorales. Vista la tozudez de la ciudadan¨ªa boliviana por elegir a un candidato poco grato a los militares, el general Luis Garcia Meza decidi¨®.que hab¨ªa que evitar "la instalaci¨®n en el coraz¨®n de Am¨¦rica de una hoguera de anarqu¨ªa y de subversi¨®n internacional", palabras destinadas ya a hacer eco a la campa?a electoral de Reagan en Estados Unidos; por lo tanto, dio el golpe militar n¨²mero 189 de la historia del desdichado pa¨ªs, y decidi¨® acabar con tal hoguera mediante el acreditado sistema de las matanzas (unas novecientas personas muertas en la zona minera de Caracoles, en agosto de 1980), el cierre de la universidad, la disoluci¨®n de los partidos, etc¨¦tera; no sin sufrir a su vez el intento de golpe del general Humberto Cayoja y, finalmente, su propia destituci¨®n por el general Torrelio.
Una historia poco edificante, durante la cual el pa¨ªs ha continuado desangr¨¢ndose: en el sentido real y en el metaf¨®rico de la econom¨ªa destrozada. Ahora, como en Argentina, como quiz¨¢ en alg¨²n otro pa¨ªs de ese continente, los militares preferir¨ªan volver a sus cuarteles como si no hubiese pasado nada, como si estos a?os apenas hubieran existido: es decir, sin que examinaran las cuentas de la corrupci¨®n, los capitales enviados a Miami, los manejos con drogas, las responsabilidades en matanzas, prisiones, exilios y asesinatos. Que la pesadumbre de una econom¨ªa y de unas finanzas enteramente rotas recayera sobre los civiles. Es el miedo a que no sea as¨ª, y se aclare ante la opini¨®n p¨²blica su responsabilidad real, lo que dificulta la operaci¨®n: aunque una parte del Ej¨¦rcito, que no ha participado en el bot¨ªn ni en el desastre pol¨ªtico, tenga el mayor deseo de verse libre de la verg¨¹enza que est¨¢ recayendo sobre todo el Ej¨¦rcito.
La fuerza con que se est¨¢ ejerciendo la presi¨®n de la calle, si se confirma en las manifestaciones de hoy, podr¨ªa llegar a estar secundada por la parte limpia del Ej¨¦rcito. De no ser as¨ª, la represi¨®n puede aumentar enormemente, con la idea de que aferrarse al poder puede suponer, por lo menos, aplazar la justicia. O llegar a un pacto con la oposici¨®n, como el que se pretende en Argentina, para hacer borr¨®n y cuenta nueva.
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