La matanza de Beirut
PODR?A LA nueva -y espantosa- matanza de Beirut suponer la explicaci¨®n pol¨ªtica del asesinato de Gemayel: el presidente designado de L¨ªbano hab¨ªa pedido a Israel que contuviera al Ej¨¦rcito privado de Saad Haddad, centrado en el sur del pa¨ªs y en alianza estrecha con los israel¨ªes. La petici¨®n de Gemayel fue muy mal escuchada por Beguin y desde?ada por Sharon, que manda las operaciones. El atentado contra Gemayel ha servido para que Israel sobrepase la l¨ªnea del alto el fuego y ocupe enteramente Beirut; y esta ocupaci¨®n para que impunemente los que parecen ser soldados de Haddad hayan producido este exterminio.Pero dif¨ªcilmente se puede llegar a una explicaci¨®n pol¨ªtica o a la busca de una l¨®gica en un acontecimiento de este tipo. Impera, sobre todo, la condena moral m¨¢s absoluta de un genocidio. que se va cumpliendo d¨ªa tras d¨ªa desde hace meses ante una indiferencia del mundo disfrazada de consternaci¨®n y con la ayuda de pa¨ªses occidentales que fingen, al mismo tiempo, ira, mientras van asumiendo como ventajas pol¨ªticas propias lo que realizan manos que armaron ellos, y que ellos sostienen. Es sumamente doloroso que quienes han perpetrado este nuevo asesinato colectivo se adornen con el nombre de cristianos -sean las milicias de Haddad o los supuestos vengadores de Gemayel-; pero,es especialmente grave que todo ello haya sido preparado, organizado y estimulado por las fuerzas armadas del Estado de Israel. Las conciencias europeas, que desde hace a?os sostienen a ese peque?o pa¨ªs por razones que van desde la necesidad de reparar u? da?o de la historia reciente hasta la admiraci¨®n por c¨®mo hab¨ªa sido creado un pa¨ªs peque?o y valiente que se defend¨ªa rodeado de enemigos fan¨¢ticos, 'tienen ahora un nuevo motivo para sentirse defraudadas. Uno m¨¢s de los que desde hace a?os vienen devorando poco a poco las esperanzas de posguerra y las ilusiones en una nueva creaci¨®n del mundo. Se va viendo cada d¨ªa, y por todo el mapa mundial, que el nazismo y el stalinismo tienen formas alotr¨¢picas incesantes y continuamente disfrazadas de otras cosas.
El peso de esa conciencia es probablemente m¨¢s importante de lo que se cree. La idea de que los cristianos de L¨ªbano luchaban por una reconstrucci¨®n pac¨ªfica de su pa¨ªs y por una extensi¨®n de esa paz a todo el Oriente Pr¨®ximo ha naufragado: con ella se va una de las salidas -salida nada m¨¢s; soluci¨®n no hay por ahora- de la zona. Pero se hunde tambi¨¦n la imagen de Israel, aunque estas barbaries incesantes s¨®lo puedan atribuirse a Beguin y Sharon y a los partidos fan¨¢ticos que los sostienen, mientras la oposici¨®n interior clama por lo que ella misma considera un genocidio.
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