La libertad y el cubo de agua
Muchas de las personas que en aquel r¨¦gimen firmaban manifiestos por la libertad de expresi¨®n, de Prensa y algunas m¨¢s, a veces con serios riesgos -Fraga y Robles hac¨ªan listas negras-, ignoraban que no sent¨ªan en su fondo aquello que ped¨ªan con vehemencia y fe. As¨ª de enigm¨¢tico es el hu¨¦sped desconocido que nos habita. Les faltaba la ideaci¨®n del futuro por el que luchaban: c¨®mo iba a ser en realidad y cu¨¢l ser¨ªa su posici¨®n en ¨¦l. Muchas veces el revolucionario ignora que la din¨¢mica de la revoluci¨®n es aplicable a ¨¦l. El cubo de agua que el creador de cine Fernando Trueba ha arroja do sobre el catarro cr¨®nico de Diego Gal¨¢n, cr¨ªtico, es una muestra -una m¨¢s- de esta curiosa transfiguraci¨®n intelectual. Una apreciaci¨®n meramente vulgar del peque?o suceso concluir¨ªa que es una mezquindad de sinverg¨¹enza, con esa obsesi¨®n que tiene el vulgo por enlazar la noci¨®n de verg¨¹enza (pundonor) a la de coherencia. Pero el tema se puede elevar a una inquietante generalidad, y Fernando Trueba no ser¨ªa en ella ' m¨¢s que, una vez m¨¢s, arrastrado por una corriente que antes llevaba a los intelectuales a pedir la libertad y ahora a negarla cuando ellos mismos son objeto de la cr¨ªtica. Est¨¢ claro que uno mismo, persona o grupo, o gremio, o partido pol¨ªtico, entiende que debe haber libertad de Prensa para criticar, analizar, examinar o descalificar a los malos; pero puesto que la persona que habla y generalmente su interlocutor nunca pueden ser malos, o equivocados, o transparentes, que es algo que se reserva para los dem¨¢s, para los otros -"la gente", "ellos", "en este pa¨ªs", "los espa?oles"-, ver su acto o su creaci¨®n examinado como si ellos mismos pudieran ser otros es una injusticia. Y hay que combatirla. Incluso con la violencia.Hay tantos ejemplos que lo dif¨ªcil es seleccionarlos. Se pueden dar nombres. No hace mucho que la escritora y guionista Lola Salvador explicaba en un programa de radio que a los cr¨ªticos "habr¨ªa que fusilarlos al amanecer". Lola Salvador es la autora del libro y del gui¨®n de El crimen de Cuenca (directora de la pel¨ªcula, Pilar Mir¨®), cuyos avatares y cuyas amenazas se conocen: quiz¨¢ se libr¨® de algo grave (por lo menos, la prohibici¨®n y un proceso ya iniciado) por la libertad de Prensa y de expresi¨®n. La frase hubiera sido una broma si no supi¨¦ramos que a?os atr¨¢s, efectivamente, se fusilaba al amanecer, o a cualquier hora del d¨ªa, a cr¨ªticos de la pol¨ªtica, de la sociedad o de la cultura(Eduardo de Guzm¨¢n da una lista impresionante en su libro Historias de la Prensa, Penthalon Ediciones, 1982). Y nadie sabe cu¨¢ndo la cacer¨ªa puede abrirse de nuevo.
Presupuesto fabuloso
Juan Antonio Hormig¨®n era firmante asiduo, y conspirador, en los tiempos dif¨ªciles. Con bastante m¨¢s m¨¦rito que otros, porque pasaba mucho miedo, y pod¨ªa dar la respuesta cl¨¢sica del granadero a Napole¨®n: "Tiemblo, pero estoy en mi puesto". Estren¨® hace poco una nimiedad: una versi¨®n. de La Mojigata, de Morat¨ªn, y ahora, sobre esa nader¨ªa, la Diputaci¨®n Provincial de Madrid edita un fastuoso libro, con cuyo presupuesto quiz¨¢ se podr¨ªa financiar un par de compa?¨ªas modestas. En ese libro, , Hormig¨®n escribe abundantemente sobre s¨ª mismo y sobre el juicio de los dem¨¢s sobre ¨¦l. No conforme con que sus m¨¦ritos de ex combatiente le hayan permitido estrenar y ser objeto' de un libro de lujo, pide que no haya cr¨ªtica negativa: "Que se terminen o descalifiquen los tonos admonitorios, las condenas a priori, la persecuci¨®n y suspicacia, como si unos pocos escogidos, poseedores de la verdad absoluta ' pudieran juzgar impunemente y dictar sentencia sobre el trabajo art¨ªstico" (?como si unos pocos pudieran monopolizar el trabajo art¨ªstico!). No es dif¨ªcil encontrar por aqu¨ª resonancias de la "libertad dentro de un orden", o de la obligaci¨®n de que la cr¨ªtica sea "constructiva": eran palabras de Franco.
Fernando Arrabal, famoso en el mundo, no pudo estrenar en Espa?a por culpa de Franco y su r¨¦gimen. Ahora no puede estrenar por culpa (del p¨²blico. Busca culpables, los encuentra en un cr¨ªtico (resulto ser yo), a quien escribe: "Usted es un defensor encarnizado y constante del imperialismo sovi¨¦tico y de su mercenario castrista ( ... ) Y de todas formas cr¨¦ame que lo que espero con mayor esperanza es su conversi¨®n: usted merece, como Franco, Hitler, Castro o Tejero, salvarse y ser feliz".
Todos estos ejemplos -y son pocos- est¨¢n para no dejar aqu¨ª solamente un discurso moral y una cierta desolaci¨®n. Resulta que muchos de los que ped¨ªan libertad de expresi¨®n la ped¨ªan s¨®lo para ellos, y consideraban que, cuando llegase, ser¨ªan inmunes. So?aban con la edad de oro: a condici¨®n de que el oro fuese suyo y de nadie m¨¢s. Necesitan ahora desplazar, como pueden, la muralla. Ya no es la muralla de la censura: es otra, que hay que imaginar y pensar como si fuera real. Franco dej¨® "atado y bien atado" una forma de pensar en personas que ni siquiera so?aba que pudieran estar impregnadas por la atadura.
Lo que afecta este pensamiento a la comunidad de la democracia, a la cohesi¨®n ideol¨®gica de la izquierda, es considerable. Arrojan sobre ellas el cubo de agua de Fernando Trueba. Permiten hacer creer que no ¨¦ramos aut¨¦nticos, que no pens¨¢bamos profundamente en lo que cre¨ªamos. Y que algunos de nosotros aspiraban a la misma censura, a la misma represi¨®n, al mismo castigo, a la impunidad y a la inmunidad, s¨®lo que en sentido contrario: dominados por ellos.
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