Los soldados israel¨ªes, polic¨ªas en Beirut
Ya instalados en la ciudad conquistada, los soldados han refinado sus m¨¦todos. Se les ve llegar en un jeep vestidos de paisanos, dan la vuelta a la manzana, hacen preguntas al vecindario y se llevan al sospechoso en el asiento posterior.
"Al principio no eran nada selectivos. Los jeeps israel¨ªes cercaban, por ejemplo, dos manzanas de la Corniche Mazraa -avenida de circunvalaci¨®n de Beirut- y ordenaban con meg¨¢fanos a sus inquilinos que bajasen a la calle. Entonces sub¨ªan ellos a registrar los pisos en busca de armas, explosivos o personas sospechosas", relata un ciudadano liban¨¦s vinculado a la resistencia palestina y que ha optado por pasar a la clandestinidad evocando los ¨²ltimos d¨ªas de la semana pasada.Eran los tiempos en que las autoridades castrenses hebreas impon¨ªan largos toques de queda nocturnos por rotaci¨®n en diferentes barrios de la ciudad para que sus soldados pudiesen actuar con un m¨ªnimo de discreci¨®n.
A medida que se han ido instalando en la ciudad conquistada, los israel¨ªes han afinado sus m¨¦todos. Ahora se les ve llegar en un solo jeep o incluso vestidos de paisano en un coche con matr¨ªcula civil israel¨ª. Dan la vuelta a la manzana. Se bajan sin prisas. Hacen algunas preguntas al vecindario para confirmar detalles que ya saben y, por fin, llaman a la puerta. No es raro entonces ver un hombre esposado sentado en el asiento trasero de un veh¨ªculo israel¨ª.
Lo que pasa despu¨¦s con los sospechosos de colaboraci¨®n con la Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina (OLP) es f¨¢cil de adivinar. Al lado del que fue hasta la guerra civil libanesa el m¨¢s lujoso de los hoteles de Beirut, el Saint-Georges, en un edificio cercano al mar, 1.500 detenidos, en su mayor¨ªa libaneses, han sido interrogados por los hombres del Tsahal, las fuerzas armadas de Israel.
De ellos, seg¨²n las estimaciones proporcionadas por la izquierda libanesa, unos 1.200 hombres han pasado el examen y han sido puestos en libertad, pero otros trescientos han tenido menos suerte y permanecen a¨²n en cautividad en alguna dependencia del Ej¨¦rcito hebreo. La cosecha de detenciones practicada por el ocupante no ha sido, sin embargo, demasiado abundante. Casi todos los cuadros de la central palestina hab¨ªan abandonado la ciudad junto con los guerrilleros, y los pocos que a¨²n quedan se esconden.
Armas hacia el Sur
El Tsahal puede darse, en cambio, por satisfecho por las cantidades de armas apresadas a las milicias progresistas libanesas, que las hab¨ªan heredado de los combatientes de la OLP poco antes de que ¨¦stos saliesen del pa¨ªs. M¨¢s de cien almacenes de armas y municiones han sido descubiertos en cines, garajes y s¨®tanos de Beirut oeste, que, seg¨²n un portavoz militar israel¨ª, 150 camiones transportaban diariamente hacia el Sur.
"Viv¨ªamos sobre un polvor¨ªn, mejor dicho, un volc¨¢n", afirma aliviado V¨ªctor Nauffal, cambista de la calle Hamra. Lo malo es que el volc¨¢n se reactiva de cuando en cuando y las municiones recuperadas de las existencias palestinas pueden explotar accidentalmente, como ocurri¨® el jueves en Tahouita (Beirut este), donde el estallido de 75.000 cajas de explosivos arras¨® el barrio en un radio de tres cientos metros y provoc¨® la muerte de una persona, hiriendo tambi¨¦n a otras cuarenta.
Al margen de las armas individuales, entregadas d¨®cilmente por los ex milicianos en las comisar¨ªas o m¨¢s bien tiradas junto con los uniformes variopintos a la basura, los israel¨ªes han encontrado de todo en los dep¨®sitos de sus enemigos: fusiles de asalto kalashnikov y Semionov, granadas Enegra, bater¨ªas antia¨¦reas montadas en camiones y jeeps, ca?ones de 120 y 130 mil¨ªmetros, carros de combate sovi¨¦ticos T-54 y T-62 y hasta dos submarinos de bolsillo.
El Ej¨¦rcito israel¨ª tiene, a decir verdad, un concepto bastante amplio de las armas enemigas que abarca los archivos del centro de investigaci¨®n palestino, la cinemateca palestina, el material de oficina de las permanencias de la OLP y de sus aliados y, a pesar de las desmentidas de su portavoz, hasta la documentaci¨®n y el mobiliario de alguna embajada isl¨¢mica, como la libia, la argelina y la iran¨ª y la contabilidad de alg¨²n banco como el Arab Bank, incautada y trasladada a alg¨²n lugar desconocido, probablemente en Israel.
A veces, el Tsahal se ha visto, sin embargo, obligado a renunciar a sus pesquisas. El jueves, por ejemplo, los guardianes de la casa de Walid Joumblatt, respaldados por un nutrido grupo de vecinos del barrio de Mousseibe, consiguieron disuadir a los soldados israel¨ªes de que visitasen la casa del l¨ªder del movimiento nacional que reagrupa a la izquierda libanesa.
"Cre¨ªamos que era un Ej¨¦rcito europeo, occidental y, por tanto civilizado, pero se ha libanizado a marchas forzadas y act¨²a pr¨¢cticamente como las milicias o las tropas sirias que hasta hace poco impusieron su ley sobre este pa¨ªs", afirma indignado un beirut¨ª de a pie sin ninguna afiliaci¨®n pol¨ªtica, testigo en Ouzai, en la periferia sur de la capital, del robo perpetrado por soldados israel¨ªes en casas abandonadas y en ruinas o en la tienda Kadi de la Corniche Mazraa. Aunque parezca mentira, algunos soldados del Tsahal no parecen poder resistir a la tentaci¨®n de llevarse alg¨²n recuerdo de L¨ªbano y muestran especial predilecci¨®n por los aparatos de radio o televisores, fuertemente gravados en su pa¨ªs.
Hasta los extranjeros son v¨ªctimas de los robos de los soldados del Tsahal: la casa del director de la agencia France Presse en Beirut fue saqueada el viernes por la ma?ana.
Junto a las fuerzas armadas de Israel, el Ej¨¦rcito regular liban¨¦s ha sido asociado a la b¨²squeda de armas y suele incluso quedarse con la cuarta parte del material b¨¦lico recaudado. El reparto de la mercanc¨ªa da, sin embargo, lugar a algunos incidentes, como el ocurrido el lunes en la calle de Clemenceau, donde los militares libaneses no estaban dispuestos a ceder el lote armament¨ªstico del partido comunista (PCL) por ellos descubierto a unos israel¨ªes que, a pesar de su tardanza en encontrarlo, pretend¨ªan apropi¨¢rselo.
Soldados libaneses e israel¨ªes se hicieron frente durante largas horas en espera de recibir ¨®rdenes de sus respectivos mandos, y, ya entrada la noche, los hombres del Tsahal acabaron por apoderarse del tesoro armament¨ªstico. "No se preocupen, cuando pidan armas los norteamericanos les dar¨¢n todas las que necesiten", dijo para consolarle un oficial hebreo a otro liban¨¦s.
En otros casos, a juzgar por un comunicado conjunto del PCI, y de la Organizaci¨®n de Acci¨®n Comunista de L¨ªbano, los israel¨ªes secundan los registros efectuados por las fuerzas de seguridad interior (FSI, gendarmer¨ªa libanesa) en los domicilios de sus respectivos dirigentes, Georges Haoui y Mohsen Ibrahim.
Algunas sorpresas
"Est¨¢ claro que cuando se trata de intimidar, los libaneses completan el trabajo de los israel¨ªes", coment¨® a EL PAIS Georges Haoui, secretario general del Partido Comunista liban¨¦s (PCL), en los locales del diario comunista Al Nida, cuya sede fue tambi¨¦n sometida a un registro el jueves por la tarde por el Ej¨¦rcito liban¨¦s, lo que provoc¨® una inmediata protesta del presidente del Sindicato de la Prensa, Mohamed Baalbaki, y una intervenci¨®n apaciguadora del primer ministro, Chafic el Wazzan.
Los registros llevados a cabo por el Ej¨¦rcito israel¨ª no est¨¢n exentos de sorpresas, no s¨®lo por lo que descubren en los s¨®tanos de las miles de permanencias pol¨ªticas que salpicaban esta ciudad, sino tambi¨¦n por los gu¨ªas que acompa?an a los soldados hebreos.
Todos, en la parte baja de la c¨¦ntrica calle de Hamra, se acuerdan a¨²n de aquel loco maloliente, con su sombrero de enormes plumas multicolores, que desde hace meses actuaba en el cruce como un guardia urbano improvisado, ordenando a los coches pararse o avanzar y recibiendo, de cuando en cuando, una propina o limosna de alg¨²n automovilista generoso.
Cu¨¢l no fue la sorpresa general al verle reaparecer despu¨¦s de la invasi¨®n israel¨ª de Beirut oeste sin las plumas, perfectamente afeitado y vistiendo un uniforme del Ej¨¦rcito de Israel, al frente de unos
Pasa a la p¨¢gina 3
Viene de la p¨¢gina 2
soldados israel¨ªes a los que indic¨® los domicilios de varios activistas propalestinos o prosirios con los que hab¨ªa simpatizado en los ¨²ltimos meses.
Mayor a¨²n fue la sorpresa del doctor Suida, responsable del departamento de Ginecolog¨ªa del hospital Khoury, cuando vio a aquel vendedor ambulante de casetes, al que echaba broncas casi diariamente por poner demasiado alta la m¨²sica bajo las ventanas de su consulta, vestido con el uniforme del Tsahal.
El encuentro tuvo lugar a principios de la semana pasada, en la galer¨ªa Semaan, uno de los puntos de cruce entre el este y el oeste de la ciudad, cuando el m¨¦dico, al volante de su autom¨®vil, se par¨® en un control israel¨ª y el vendedor de casetes, transformado ahora en oficial del Ej¨¦rcito hebreo, le pregunt¨® con una amplia sonrisa en los labios: "?Sigue usted enfadado conmigo?"
En los caf¨¦s de Beirut, en las colas de las panader¨ªas, en las redacciones de los diarios, todo son an¨¦cdotas sobre la masiva infiltraci¨®n israel¨ª de la izquierda libanesa, que ha permitido al Tsahal, una vez conquistada la ciudad, localizar r¨¢pidamente numerosos escondrijos de armas y evitar m¨¢s de una emboscada.
A¨²n as¨ª, primero en el barrio de Sanayeh, a continuaci¨®n en Zkak Blat, despu¨¦s en la Corniche Mazraa, y por ¨²ltimo, el viernes en pleno centro, en Hamra, el Ej¨¦rcito israel¨ª ha sufrido en una semana cuatro atentados que han costado la vida a uno de sus soldados y en los que han resultado heridos otros diez. El de la Corniche Mazraa fue, sin duda, el m¨¢s espectacular, porque las tropas israel¨ªes cercaron la zona durante varias horas y lanzaron bengalas para iluminarla como si fuese de d¨ªa, pero no consiguieron encontrar a los autores del atentado.
Secuelas de la guerra
A partir de hoy, domingo, no habr¨¢, en principio, ning¨²n blanco m¨¢s para los atentados antiisrael¨ªes, ya que el Tsahal tiene previsto retirarse del sector occidental de la capital para permitir el despliegue ma?ana, lunes, de la fuerza multinacional de interposici¨®n, compuesta por soldados franceses, italianos y norteamericanos, que ayudar¨¢n al Ej¨¦rcito regular liban¨¦s.
Los servicios log¨ªsticos del Ej¨¦rcito israel¨ª, precis¨® no obstante el mi¨¦rcoles la radio nacional libanesa, podr¨¢n, despu¨¦s de su evacuaci¨®n de la ciudad, "seguir reuniendo y llev¨¢ndose el material militar y las armas palestinas por ellos descubiertas".
A medida, sin embargo, que se ha ido aligerando el dispositivo militar israel¨ª en Beirut, a¨²n ocupado, la vida vuelve a la normalidad relativa, con comercios abiertos, circulaci¨®n ca¨®tica y alg¨²n anuncio luminoso, pero no alumbrado p¨²blico.
Unicas diferencias en la calle con los tiempos que precedieron la invasi¨®n: los cientos de uniformes de las antiguas milicias han desaparecido, siendo sustituidos por los de dos ej¨¦rcitos regulares, el liban¨¦s y el israel¨ª, y los beirut¨ªes viven en una ciudad con barrios enteros destruidos por la guerra y cuya reconstrucci¨®n, para la que todo el mundo se declara dispuesto a trabajar, costar¨¢, seg¨²n el presidente del Consejo Liban¨¦s de Desarrollo y Construcci¨®n, unos 27.000 millones de d¨®lares, cerca de tres billones de pesetas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.