La violencia leg¨ªtima
Desde hace a?os se difunde en la opini¨®n internacional, a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n interesados, una imagen perversa: los palestinos constituyen un grupo de n¨®madas sin patria y sin ley, manipulados por un grupo de facinerosos. Si se acepta esta afirmaci¨®n, todo lo dem¨¢s est¨¢ permitido, incluso el crimen organizado. Tard¨ªamente, en este septiembre de 1982, la opini¨®n mundial ya no puede apartar su mirada de unos hechos dif¨ªcilmente ocultables. La invasi¨®n israel¨ª del territorio liban¨¦s fue una acci¨®n genocida; la matanza perpetrada en los campos de refugiados de Chatila y Sabra rebasa los l¨ªmites de crueldad tolerables por cualquier conciencia civilizada. La actuaci¨®n del Estado de Israel es una org¨ªa obscena que insulta y escarnece la dignidad humana. A la barbarie, al salvajismo y al crimen hay que llamarlos con sus nombres propios y sin ning¨²n recurso literario. Recordar a las hordas nazis no es un ejercicio de estilo gramatical; es situar a los verdugos entre sus pares.Pese a todo, hay que recordar, una vez m¨¢s, la historia. Los palestinos constituyen una comunidad nacional formada por un pueblo dividido: los que viven en los territorios ocupados y los lanzados al exilio y a la di¨¢spora. Una comunidad nacional que desde los tiempos del imperio otomano y del mandato brit¨¢nico, antes de la creaci¨®n del Estado de Israel, est¨¢ dando testimonio de su vocaci¨®n: constituir un Estado en el territorio que es su patria. Mucho se discuti¨®, por los doctrinarios del siglo XIX, acerca de lo esencial en el sentimiento de pertenencia a una misma comunidad nacional: lengua, tradici¨®n, cultura, religi¨®n, etc¨¦tera. Todo ello se re¨²ne en el pueblo palestino, a m¨¢s de la afirmaci¨®n permanente de ese sentimiento por todos los medios a su alcance, incluida la lucha armada. El final hist¨®rico de ese trayecto es la creaci¨®n del Estado de Palestina.
La propaganda interesada, con habilidad evidente, ha bloqueado emocionalmente la racionalizaci¨®n del tema, acu?ando una imagen en la que nada falta: desde el estereotipo racista del ¨¢rabe hasta el retrato robot del terrorista internacional. Machaconamente se repiten episodios que est¨¢n en las mentes de todos; pero la intoxicaci¨®n informativa, l¨®gicamente, oculta el resto del paisaje. Cabr¨ªa insistir en que nadie acusa hoy de terroristas a los resistentes europeos que combatieron a las fuerzas de ocupaci¨®n nazis. Tambi¨¦n deber¨ªa reflexionarse, por inc¨®moda que resulte la meditaci¨®n, acerca del uso de la violencia como recurso ¨²ltimo, pero leg¨ªtimo ¨¦tica y pol¨ªticamente, frente al terrorismo estructural del Estado de Israel, en violaci¨®n permanente de los derechos humanos m¨¢s fundamentales y de toda la normativa jur¨ªdica internacional. Finalmente, habr¨ªa que pensar en el desgarramiento ante la injusticia, en la frustraci¨®n ante el crimen, que a veces desemboca en acciones suicidas. Aunque posiblemente todas las afirmaciones anteriores no sean m¨¢s que un ejercicio de ret¨®rica escol¨¢stica ante los cad¨¢veres de los ni?os degollados y los cuerpos calcinados por el f¨®sforo.
Sin embargo, esta comunidad nacional, a la que algunos todav¨ªa niegan el pan y la sal, vio reconocidos sus derechos a la libre determinaci¨®n, a la independencia y a la soberan¨ªa nacionales por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 22 de noviembre de 1974, declaraci¨®n a la que s¨®lo se opusieron siete pa¨ªses -entre ellos, Estados Unidos, Chile e Israel-, y aquel mismo d¨ªa tambi¨¦n se otorg¨® la condici¨®n de observador en la ONU a la OLP, en tanto que representante leg¨ªtimo del pueblo de Palestina. Negar la evidencia reconocida por la comunidad internacional es lanzar a los pueblos a la pr¨¢ctica de la rebeli¨®n permanente. Pese a que ser¨ªa dificil encontrar un movimiento de liberaci¨®n nacional que tantas pruebas de moderaci¨®n haya dado como la OLP, movimiento que no es una combinaci¨®n de delincuentes de toda laya. La OLP, en cuanto movimiento de liberaci¨®n nacional, agrupa en su seno a todas las organizaciones de resistencia palestinas, bajo el liderazgo de Al Fatah, la m¨¢s importante. Cuenta con un parlamento, el Consejo Nacional Palestino, en el que figuran representantes de organizaciones pol¨ªticas, militares, grupos religiosos, sectores culturales, etc¨¦tera; representantes, ciertamente, tanto de los palestinos de las tierras ocupadas como de los del exilio. Este consejo es el ¨®rgano supremo de toda la naci¨®n palestina.
El enraizamiento de la OLP en las masas palestinas se demuestra, d¨ªa a d¨ªa, en las calles de Jerusal¨¦n y en los municipios de cualquier pueblo de Gaza o de Cisjordania, bajo ocupaci¨®n israel¨ª. Delegaciones de la OLP participan activamente en los trabajos de la ONU y de sus ¨®rganos especializados, as¨ª como en numerosas conferencias internacionales. Diplom¨¢ticos palestinos son peri¨®dicamente asesinados por los servicios de Israel: desde Par¨ªs hasta Roma, Nicosia o, hace pocos meses, Bruselas.
Existe, pues, un pueblo con una decidida vocaci¨®n nacional y provisto de la adecuada estructuraci¨®n pol¨ªtica, reconocida por m¨²ltiples Estados y Gobiernos. Este pueblo tiene una personalidad propia, suficientemente definida, que no puede diluirse en la de ninguno de sus vecinos ¨¢rabes. En este septiembre de 1982 ser¨ªa grosero invocar la caridad ante la sangre derramada. Los palestinos no esperan un gesto altruista: exigen algo tan elemental como la pr¨¢ctica de la justicia.
Su restablecimiento, aqu¨ª y ahora, supone dos cosas: una, el ejercicio del derecho a la autodeterminaci¨®n del pueblo palestino; otra, la conducci¨®n ante tribunales internacionales de justicia de los responsables de genocidio y de crimen contra la humanidad. Y no se diga que se pide lo imposible, que se sue?a con la utop¨ªa, cuando todav¨ªa no se han enviado los cad¨¢veres de los asesinados en Beirut. Los procesos de Nuremberg no fueron una pesadilla, sino uno de los m¨¢s altos logros de la humanidad en su lucha por un mundo mejor, por un mundo sin verdugos y sin asesinos.
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