Obras P¨²blicas y Urbanismo
EL MINISTERIO de Obras P¨²blicas y Urbanismo se presenta ante la opini¨®n, al concluir la legislatura, con un escaso bagaje de logros. La resistencia de la crisis a los tratamientos tradicionales de corte keynesiano ha creado considerables recelos respecto a la receta de cebar la bomba de la actividad econ¨®mica mediante grandes inversiones en obras p¨²blicas. De otra parte, la fuerte tendencia al alza de los gastos corrientes de la Administraci¨®n p¨²blica, destinados a satisfacer nuevas demandas sociales y a dar cobertura a los desempleados, el desbordado crecimiento del d¨¦ficit, la pol¨ªtica de subvenciones y transferencias a sectores en crisis y la deficiente gesti¨®n de muchas empresas estatales en n¨²meros rojos ha restringido los fondos disponibles para grandes trabajos de infraestructura.El MOPU tiene a su cargo las obras p¨²blicas (carreteras, puertos, regad¨ªos), la pol¨ªtica de la vivienda y el urbanismo. Las transferencias a las comunidades aut¨®nomas de competencias y recursos antes asignados a este departamento han reducido su capacidad de maniobra, mientras que la atenci¨®n prestada por los ayuntamientos democr¨¢ticos a sus propios problemas de urbanismo han puesto de relieve los estragos del urbanismo estatal durante la etapa desarrollista. Aunque en 1982 la inversi¨®n canalizada por el MOPU ha aumentado en casi un 30%, como consecuencia fundamentalmente del relanzamiento de las obras hidr¨¢ulicas, el Plan Trienal de Inversi¨®n, que hubiera debido anunciarse el pasado mes de junio, no ha sido todav¨ªa publicado. La comisi¨®n mixta en la que las empresas constructoras y la Administraci¨®n coordinaban sus proyectos se ha paralizado. Pero el encarecimiento de la energ¨ªa derivada del petr¨®leo ha favorecido la construcci¨®n de nuevos embalses, favorecida por la extensi¨®n de la superficie dedicada al regad¨ªo.
La ca¨®tica administraci¨®n de los puertos, en los que proliferan negativos fen¨®menos corporativistas, cercanos incluso a la ilegalidad, perjudica la competitividad de sus instalaciones en el mercado internacional y deterioran la eficacia de su funcionamiento. La elevaci¨®n de los costes financieros y los errores en las anteriores previsiones de tr¨¢fico rodado han convertido en inservible la f¨®rmula de las concesiones privadas para la construcci¨®n de autopistas. Algo habr¨¢ que inventar, sin embargo, para desarrollar en los pr¨®ximos a?os el raqu¨ªtico embri¨®n de nuestras comunicaciones. Incluso los proyectos que ser¨ªan rentables -como las autopistas de Madrid a Toledo o a Guadalajara y de Alicante a Murcia- tropiezan con los obst¨¢culos derivados de la lentitud de los procedimientos administrativos de expropiaci¨®n. En cualquier caso es inexcusable que un pa¨ªs con nuestro nivel de desarrollo tenga quye reconocer que la capital del Estado se encuentra aislada de la periferia en lo que a autopistas se refiere. La red de carreteras est¨¢ muy desigualmente mantenida, con tramos aceptables en algunos trayectos y peligrosos caminos de carro que usurpan el nombre de carreteras nacionales en otras zonas del pa¨ªs.
La pol¨ªtica de la vivienda exigir¨ªa, as¨ªmismo, f¨®rmulas imaginativas que hicieran frente a las profundas modificaciones del mercado inmobiliario, afectado por la circunstancia de que los costes de la construcci¨®n han crecido casi el doble que las rentas familiares. La ampliaci¨®n de la oferta de suelo edificable, revisando la r¨ªgida distinci¨®n entre suelo urbano y suelo r¨²stico, sobre todo en zonas de p¨¢ramo como las que rodean Madrid, reducir¨ªa, sin duda, los altos precios de las viviendas. En nuestras ciudades hay muchos inmuebles terminados que no encuentran comprador, pero, en cambio, escasean las ofertas de pisos en alquiler a precios razonables. El urbanismo, por lo dem¨¢s, tiene que pagar las consecuencias de las malformaciones asociadas al crecimiento dislocado de la etapa desarrollista, que deterior¨® el medio ambiente y deshumaniz¨® nuestras ciudades, y se encuentra atrapado por una mara?a de planes en rivalidad con las competencias municipales.
Tan necesarias modificaciones, sin embargo, eran ya sentidas al empezar la legislatura y no han pasado pr¨¢cticamente de ese nivel de sentimiento. Siendo el ministerio mejor dotado de recursos para hacer frente a los graves problemas del paro y la vivienda, el MOPU ha demostrado que los problemas econ¨®micos no s¨®lo proceden de la insuficiencia de recursos, sino de su mala administraci¨®n. Prueba de ello es que en los ¨²ltimos a?os se ha quedado lejos de agotar el presupuesto que le asign¨® el Parlamento, cuando pod¨ªa haber contribuido, mientras paliaba el problema de vivienda que sufren cientos de miles de espa?oles, a que el desempleo dejara de engrosarse fundamentalmente con trabajadores procedentes de la construcci¨®n.
El Plan Trienal de Viviendas, uno de los logros del Ministerio, que desde 1979 tuvo tres gestores (Joaqu¨ªn Garrigues, Jes¨²s Sancho Rof y Luis Ortiz), ha llegado tarde para intentar cubrir el gran bache existente entre el precio de las viviendas y la capacidad de compra de quienes las necesitan. El balance, nada satisfactorio, de este departamento parece haber justificado en la compleja mentalidad administrativa la desaparici¨®n del sustantivo vivienda en un ministerio que dedica a ello cada a?o m¨¢s de 100.000 millones de pesetas, cerca de la mitad de su presupuesto.
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