Alternativas energ¨¦ticas para evitar un da?o incalculable
La reducci¨®n de los precios reales del petr¨®leo (pagado en d¨®lares EE UU) y su repercusi¨®n en los del gas natural, junto a la evidencia de que pueden ambos abaratarse a¨²n m¨¢s en el pr¨®ximo futuro, han dado lugar a comprensibles dudas sobre la racionalidad de proseguir el esfuerzo de desarrollo industrial y penetraci¨®n comercial de las energ¨ªas renovables (especialmente, la solar y sus derivadas -e¨®lica, biocombustibles-). Porque, en efecto, la situaci¨®n de varios exportadores de crudos (M¨¦xico, Nigeria, etc¨¦tera) y la conexi¨®n europea a los grandes dep¨®sitos siberianos de gas autorizan l¨ªcitamente, como m¨ªnimo, a preguntarse si tales ofertas, m¨¢s la derivada de las nuevas centrales nucleares espa?olas en curso de terminaci¨®n y construcci¨®n, no generar¨¢n unos precios finales contra los cuales nada tendr¨¢n que hacer los resultantes de los equipamientos de energ¨ªa alternativa, que son, en gran medida, artesanales y, por tanto, caros por definici¨®n.La misma promesa
Este panorama terminado de esquematizar lleva inmediatamente a sospechar que, como dicen los ingleses, "ya hemos estado aqu¨ª otra vez", es decir, que la misma o muy parecida promesa de baratura energ¨¦tica nos fue hecha en el pasado, aunque recientemente sea su carest¨ªa lo que nos ha dislocado completamente nuestros comportamientos econ¨®micos y aun pol¨ªticos. Y, en efecto, no hace m¨¢s de veinte a?os, durante la d¨¦cada de los a?os sesenta, fue todo el proceso de desarrollo que se mont¨® sobre dicha base, cerrando minas de carb¨®n, pasando tramos de Renfe a fuel -suspendiendo proyectos de electrificaci¨®n-, mecanizando producciones y consumos y, en definitiva, montando toda una estructura econ¨®mica ideal para ser dependiente de un monopolista avisado, que, en efecto, no tuvo mas que cosechar los frutos puestos a su plena disposici¨®n.
Con unas ansias de relanzar la marcha econ¨®mica comparables quiz¨¢ con las que a primeros de los sesenta se ten¨ªan por alejarse del subdesarrollo y entrar en la sociedad de consumo, es claro que el riesgo de incurrir en un estado de cosas de comparable dependencia. es tan evidente como digno de ser contrarrestado a tiempo, sin dar lugar a que -como entonces- paso a paso nos vayamos por el camino.de lo m¨¢s f¨¢cil. Y, s¨ª bien no es probable que las condiciones se repitan con exactitud, el sentido general y el saldo neto de una relaci¨®n de cosas m¨¢s complejas s¨ª que puede reiterarse, haciendo bueno de nuevo el dicho de "que el hombre es el ¨²nico animal que tropieza dos veces en la misma piedra".
Baratas a la larga
De todo esto se deduce la necesidad de que, pese a las grandes diferencias de coste de obtenci¨®n (o sea, sin computar la fiscalidad) entre las fuentes convencionales y las nuevas de energ¨ªa, la financiaci¨®n del desarrollo de estas ¨²ltimas sea aceptada como un deber del conjunto de la sociedad. Si, en vez de contemplar un escenario a medio y largo plazo, esta ¨²ltima -por medio de sus representantes, evidentemente- vuelve a caer en el se?uelo de la energ¨ªa r¨¢pida y barata, las posibilidades de sufrir en los pr¨®ximos quinquenios de nuevo otra restricci¨®n monopol¨ªstica de suministros no pueden ser sino abundantes: bajo nombre y apariencias diferentes podr¨¢n repetirse los encarecimientos brutales y s¨²bitos (OPEP), los accidentes nucleares (tipo Harrisburg) o los bloqueos pol¨ªticos (tipo del norteamericano al gasoducto URSS, pero a la inversa).
Es en virtud de estas. consideraciones u otras an¨¢logas, claro est¨¢, que desde la promulgaci¨®n del Plan Energ¨¦tico Nacional, en 1979, la pol¨ªtica. de apoyo a las nuevas energ¨ªas ha ido tomando cuerpo; potenciaci¨®n del Centro de Estudios de la Energ¨ªa, reconocimiento de diferentes beneficios por la ley sobre Conservaci¨®n de Energ¨ªa, instrumentaci¨®n de la subvenci¨®n de 6.500 pesetas (1982) por metro cuadrado de panel solar instalado, propuesta de dotaci¨®n a las viviendas del IPPV con equipos solares de calentamiento de agua, etc¨¦tera. En realidad, todos estos apoyos son ?mprecindibles para poner a la nueva energ¨¦tica en situaci¨®n competitiva para determinados empleos espec¨ªficos, al facilitar per¨ªodos, de retorno de la inversi¨®n atractivos para el usuario final. Lo que, a la vez, proyecta la tecnolog¨ªa.
En las exhibiciones feriales de 1982-1983, que ahora empiezan, todo esto debe verse revalidado y ampliado, porque, en definitiva, con la consolidaci¨®n pr¨¢ctica de las nuevas energ¨ªas estamos pagando, mediante un coste calculado -que puede cifrarse con exactitud en los Presupuestos Generales del Estado-, la garant¨ªa m¨¢xima posible de que podr¨¢ evitarse el da?o incalculable que supondr¨ªa la repetici¨®n, probablemente ampliada, de uno cualquiera de esos impactos ya sufridos entre 1973 y 1981, e incluso de una combinaci¨®n de dos o m¨¢s de ellos.
Soluci¨®n competitiva
Demostrada la confianza de las ,empresas del sector, e incluso de la Administraci¨®n, m¨¢s involucrada en el progreso de las alternativas energ¨¦ticas, s¨®lo cabe desear que la que le siga -consecuencia de las elecciones generales- no s¨®lo prosiga tambi¨¦n con las mismas directrices (conectadas, todo hay que decirlo, con las recomendaciones de la Agencia Interriacional de la Energ¨ªa), sino que provea a su intensificaci¨®n en la m¨¢xima medida compatible con las posibilidades presupuestar¨ªas y la seguridad de que se favorece a una soluci¨®n progresivamente competitiva y no a un pato perezoso.
Todas estas consideraciones resultar¨ªan obvias si pudi¨¦ramos calcular los costes marginales globales a largo plazo. Pero, como resulta que no podemos computar ni retrospectivamente los da?os pasados (?qui¨¦n puede cuantificar los perjuicios derivados de la crisis del petr¨®leo, del accidente de la central nuclear, de un bloqueo pol¨ªtico?), resulta evidente que s¨®lo las fuentes autorreproducibles pueden ser fiables.
La recompensa de evitar con la m¨¢s alta probabilidad la repetici¨®n de otro embargo de sum¨ªnistros por la causa que sea, bien merece esta participaci¨®n de todos en un coste calculado soportable, que, a la vez que favorece la creaci¨®n de puestos de trabajo, nos pone al abrigo quiz¨¢ de un perjuicio insoportable, ya sea en la econom¨ªa, en el medio ambiente o en la vinculaci¨®n pol¨ªtica.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.