'Indio' Fern¨¢ndez: "Creo que una vez dispar¨¦ contra mi ¨¢ngel de la guarda"
Los 76 a?os de Emilio Fern¨¢ndez, llamado Indio, cineasta mexicano nacido en Hondo, Coabuila, le han convertido en una leyenda viviente. El autor de Enamorada, La perla, Mar¨ªa Candelaria y Flor Silvestre, est¨¢ estos d¨ªas en Madrid, donde el pr¨®ximo d¨ªa 10, dentro de los Di¨¢logos de Madrid con Am¨¦rica Latina que organiza el CERTAL, recibir¨¢ un homenaje. El Indio Fern¨¢ndez colecciona homenajes a estas alturas de su larga, honda y turbulenta vida, en la que, seg¨²n sus palabras, "he llegado a disparar contra mi ¨¢ngel de la guarda".
No espera a que le pregunte nada. Me mira de arriba abajo y luego desv¨ªa los ojos, negros, ligeramente velados, de una rara intensidad, hacia las dos mujeres que tiene enfrente. "Uno se enamora de algunos lugares antes de conocerlos. Eso nos ocurre a los mexicanos con esta tierra. No s¨¦ si Espa?a es una provincia de M¨¦xico, o M¨¦xico una provincia espa?ola. Y luego est¨¢ este idioma, esta palabra".Hundido en un sill¨®n, con el sombrero calado hasta las cejas, Fern¨¢ndez da una aguda sensaci¨®n de reposo. Le sugiero que en sus pel¨ªculas ¨¦l cultiv¨® con esmero el idioma. Mi pregunta le resbala: "La palabra, la m¨²sica, la pintura, todo lo que hace que los hombres nos comuniquemos... Yo me siento orgulloso de pertenecer al cine. El cine es uno de los acontecimientos mayores de la humanidad. Todas las artes se inclinan ante ¨¦l. La gente va, paga y te lo agradece."
"Que qu¨¦ hice yo en el cine?" "Pues ver¨¢; yo me limito a pedir disculpas por mis obras. Soy un paup¨¦rrimo director. Hice atisbos y ahora se me elogia por ello, pero no los merezco. Lo que hice no es cosa m¨ªa, sino de mi gente, de mi pueblo. Yo soy de Coahuila y si en alguna parte existen la feminidad y la hombr¨ªa es en Coahuila. Los japoneses deben hacer cine japon¨¦s y los espa?oles cine espa?ol. Yo, simplemente, hice cine mexicano. Ahora ya no se hace. Lo que ahora se hace es una cagada. Se est¨¢ perdiendo nuestra fisonom¨ªa. Le pondr¨¦ un ejemplo: antes las mujeres eran mujeres; ahora se han convertido en guardias de tr¨¢fico. Lo mismo pasa con el cine: a nuestra vieja fisonom¨ªa le han pintado el hocico como a una puta. Hacer cine requiere un c¨®digo moral, que ya no se usa. El cine es un hipocampo que pari¨® una ni?a preciosa, a la que convirtieron en la puta de la familia: la televisi¨®n".
El intenso reposo de Fern¨¢ndez se ha roto con un par de gestos secos, cortantes como una navaja. Intuyo que no tiene ninguna gana de hablar conmigo de cine. Le hablo de su experiencia de la revoluci¨®n mexicana y eso que ¨¦l llama su fisonom¨ªa se engalla: "En 1920 yo era capit¨¢n; luego fui ingeniero artillero y acab¨¦ como teniente coronel de l¨ªnea. Mientras en todo el mundo estaban en paz, los mexicanos and¨¢bamos a tiros. Luego, la pol¨ªtica me ech¨® de M¨¦xico y me fui al norte. ?Que por qu¨¦ no me qued¨¦ en Hollywood? Ustedes, los espa?oles, nos han dejado muchos lastres a los mexicanos: somos ¨¢rabes, un poco pol¨ªgamos y siempre volvemos a nuestra tierra".
?En qu¨¦ a?o ocurri¨® eso? "Para mi, el tiempo no existe; vivo en un presente cont¨ªnuo. El hecho es que tuve que huir y que volv¨ª, directa mente a la carcel. M¨¢s de la terce ra parte de mi vida la he pasado en c¨¢rceles. Pero s¨ª, estuve en Hollywood, y no me qued¨¦. All¨ª estaba el crisol de todos los talentos del cine: al que nolo tienen, lo compran, pero yo me fui. Es cosa de mexicanos: pese a todas las mier das, pese a todas las cagadas pol¨ªticas que se hacen all¨ª, siempre volvemos a M¨¦xico, aunque sea para dar con nuestros huesos en una c¨¢rcel".
"Nos pesa el norte. Nos quitaron la mitad del territorio y ahora nos deval¨²an, porque a uno le deval¨²an cuando le deval¨²an su dinero. Ver¨¢ usted, en la Alameda, en M¨¦xico, hay una estatua tallada en m¨¢rmol de Carrara. Representa una esclava desnuda y bajo ella hay una inscripci¨®n que dice "Malgre tout" (A pesar de todo) esa estatua la hizo un manco. Le cortaron la mano derecha, pero hizo la estatua. Ese es el mejor s¨ªmbolo de M¨¦xico que conozco".
Los ojos del viejo cineasta se han ido encendiendo. Le hablo de su gusto por la violencia y me doy cuenta de que lo he hecho con cierto temor.
Me pregunta por mi nombre. "Angel, le voy a contar un cuento mexicano. Un compadre fue a un psiqu¨ªatra quej¨¢ndose de que o¨ªa ruidos raros, como de aleteo, por ver si estaba loco. No resolvi¨® nada y sigui¨® oyendo los aleteos, hasta que un d¨ªa agarr¨® un arma y dispar¨® donde el aleteo sonaba. Entonces se dio cuenta de que hab¨ªa disparado contra su ¨¢ngel de la guarda. Yo creo que he disparado alguna vez contra mi ¨¢ngel de la guarda".
"No hay manera de eludir la violencia cuando se vive una revoluci¨®n. Ahora tengo un proyecto de pel¨ªcula sobre dos fusilados. Uno es el teniente Camilo Aguilar. Le dieron cinco balazos y el tiro de gracia, pero sobrevivi¨®, y yo quiero que lo cuente. El otro fusilado es Federico Garc¨ªa Lorca. Le ped¨ª a Luis Bu?uel, que lo conoci¨® bien, que hiciera ¨¦l esa parte de la pel¨ªcula, pero Bu?uel, se fingi¨® enfermo, seg¨²n su costumbre, as¨ª que tendr¨¦ que hacerla yo tambi¨¦n".
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