Los empresarios ante los programas de izquierda
Una vez m¨¢s, los empresarios espa?oles nos enfrentamos con el ineludible deber de acudir a las urnas, en nuestra calidad de ciudadanos, a depositar nuestro voto y con ¨¦l la esperanza de un buen Gobierno de las cosas p¨²blicas. Hemos de. admitir que durante los ¨²ltimos a?os no siempre nos ha correspondido un papel l¨²cido en la escena nacional. La crisis golpea nuestra capacidad de resistencia desde 1973-1974, desafiando con especial crudeza nuestro natural deseo de seguir ofreciendo a los espa?oles empleo, seguridad y bienestar. Si nos hallamos en la pol¨ªtica, entendida ¨¦sta al modo griego como la administraci¨®n de la ciudad, es decir, de la comunidad, es porque a nadie debiera serle permitido abstraerse de las preocupaciones que son de todos para ocuparse s¨®lo de las propias; la pol¨ªtica es un terreno de juego en el que no s¨®lo est¨¢n los partidos. Por el contrario, las fuerzas sociales, organizaciones c¨ªvicas, asociaciones de intereses comunes deben y pueden emitir opiniones, informar la sus asociados y, a la postre, participar en el an¨¢lisis del presente y aportar el valor de sus convicciones para construir un mejor futuro.Reclamar los programas La pol¨ªtica, en su acepci¨®n m¨¢s noble, es eso mismo y no otra cosa. Los empresarios organizados en nuestras respectivas asociaciones, federaciones y confederaciones no integramos partido pol¨ªtico alguno. Nuestras ideas e intereses trascienden de una mera contienda electoral, y nuestros afiliados pueden y deben participar en la vida pol¨ªtica a trav¨¦s de los cauces constituidos por los partidos pol¨ªticos, sin que ello suponga compromiso espec¨ªfico alguno de las asociaciones empresariales a las que pertenezcan con tales organizaciones.
De los partidos nos han interesado siempre las ideolog¨ªas, sus hombres y sus programas. La opini¨®n p¨²blica es testigo de que, con reiteraci¨®n, hemos reclamado durante los ¨²ltimos meses conocer el programa econ¨®mico socialista, a fin de, serenamente, estudiarlo y emitir un juicio cr¨ªtico.
Hemos alcanzado la l¨ªnea de salida de una confrontaci¨®n electoral y, a decir verdad, la mayor¨ªa de los programas econ¨®micos que conocemos adolecen de los defectos que tem¨ªamos: oscuridad y vaguedad en los objetivos a cubrir, relatividad en los m¨¦todos para alcanzarlos, despreocupaci¨®n acerca del gasto p¨²blico y ausencia de cuadro econ¨®mico alguno que justifique y retribuya tan loables intenciones.
Un pa¨ªs que vive por encima de sus posibilidades acaba necesitando una cura de caballo para recuperar el terreno perdido. Es ilusorio enga?arse acerca de la gravedad de la situaci¨®n. Los datos son escalofriantes: 15% de paro aparente, 16% de inflaci¨®n, aumento del endeudamiento exterior hasta 30.000 millones de d¨®lares, d¨¦ficit p¨²blico que gasta una cifra equivalente al 35% del producto de la naci¨®n, tres a?os de crecimiento cero, etc¨¦tera. Para qu¨¦ seguir.
"Somos insustituibles Frente a un horizonte tan claramente comprometido hacia el futuro, los partidos pol¨ªticos han optado, los m¨¢s, por agudizar la intervenci¨®n del Estado ampliando los servicios que el mismo ha de prestar, incrementando los subsidios sociales y negando incluso virtualidad al principio de la libertad informativa, al defender la exclusividad televisiva del Gobierno; otros, sin renunciara cubrir desde el Estado necesidades sociales indudables, han otorgado, sin embargo, la correspondiente primac¨ªa a la libre iniciativa, acompa?ando la intervenci¨®n p¨²blica subsidiariamente a las tareas e inversiones privadas, y todo ello dentro de un marco econ¨®mico en el que es preciso acotar: el excesivo gasto p¨²blico hoy existente, burocratismos innecesarios, dominar el d¨¦ficit y, fundamentalmente, inspirar confianza al ahorro e inversi¨®n privados.
Es obvio que el empresariado espa?ol no ve soluci¨®n alguna en las f¨®rmulas estatificadoras que desde la izquierda se nos recomiendan como panacea de todos los males.
Nos tememos que, en todo caso, y tras una experiencia doloros¨ªsima, se incremente la inflaci¨®n superando el promedio de los dos ¨²ltimos a?os y arruinando los sacrificios efectuados hasta ahora. Una inflaci¨®n galopante, atizada por el gasto p¨²blico y desbordado y el grave d¨¦ficit consiguiente, financiado artificialmente por la m¨¢quina de hacer billetes del Banco de Espa?a, nos distanciar¨¢, una vez m¨¢s, de los mercados exteriores, oblig¨¢ndonos a cerrar sobre nosotros mismos la angustia de una enfermedad que no hemos sabido curar a tiempo.
La democracia exige la libertad. Es misi¨®n de los pol¨ªticos interpretar, desde la ¨®ptica de sus propias ideolog¨ªas, los programas de Gobierno capaces de resolver la grave crisis existente. Constituye, por nuestra parte, un ineludible deber no permanecer ajenos a la trascendente ocasi¨®n electoral que se avecina.
Analizar programas, informar y ser informados, durante los pr¨®ximos d¨ªas, constituir¨¢ una tarea apasionante que llevaremos a cabo a sabiendas de que la consolidaci¨®n de la democracia exige nuestro pleno compromiso con los programas, insuficiencias y ambiciones de nuestro pueblo. En nuestro papel de empresarios somos insustituibles.
De antemano nos sometemos como ciudadanos al veredicto de las urnas. Tras el 28 de octubre s¨®lo cabr¨¢ desear a quienes los espa?oles otorguen su confianza suerte, valor y eficacia en el empe?o de llenar de contenido la esperanza de un pueblo. Los empresarios, el 29 de octubre, aspirar¨¢n a realizar su dif¨ªcil tarea en el marco de libertad que es propio del sistema democr¨¢tico. Si alguien desea otra cosa, nos tendr¨¢ enfrente. Si otros pretenden sustituir la libre iniciativa, la energ¨ªa y capacidad de promoci¨®n que es propia de la funci¨®n empresarial, por la acci¨®n absorbente de los poderes p¨²blicos y, en definitiva, del Estado, cometer¨¢n un grav¨ªsimo error del que, en todo caso, hemos de esperar salir no abdicando de nuestro papel en la sociedad espa?ola.
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