El premio al desarme
LA CONCESI?N del Premio Nobel de la Paz a Alva Myrdal y Alfonso Garc¨ªa Robles parece un intento de reconocer los esfuerzos por el desarme y de alentar a las grandes potencias a que encuentren v¨ªas de soluci¨®n a la insensata carrera armamentista en la que se hallan met¨ªdas. La personalidad, pr¨¢cticamente desconocida en nuestro pa¨ªs, de los recipiendarios no debe ser motivo de comparaciones abstrusas o de lamentaciones por el hecho de que el premio no se le haya concedido al rey Juan Carlos, independientemente de que es obvio que este re¨²ne m¨¦ritos sobrados y muy superiores a no pocos de los premiados en muchas ocasiones, y de que ser¨ªa una satisfacci¨®n de primer orden para los espa?oles que as¨ª se le reconociera alg¨²n d¨ªa por un jurado de la consideraci¨®n del que otorga el Nobel.Por lo dem¨¢s, asistir a un reconocimiento internacional de esta categor¨ªa a los esfuerzos por el desarme anima a pensar que los movimientos pacifistas pueden tener en el futuro mejor trato por los Gobiernos y por eso que podr¨ªamos llamar la sociedad establecida. La especie: rid¨ªcula, difundida con tan poco ¨¦xito como tama?a torpeza, de que los pacifistas de Europa occidental,y Estados Unidos eran simples agentes de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, tesis aplicada tambi¨¦n en nuestro pa¨ªs de manera igualmente burda a los opositores al ingreso en la OTAN, no ha logrado desalentar a los cada d¨ªa m¨¢s numerosos ciudadanos que piensan que la paz es un trabajo que vale la pena, y que este trabajo comienza por detener la carrera de armamentos. La realidad triste es que mientras los Gobiernos discuten bizantinamente sobre qui¨¦n lanz¨® la primera piedra, entre la Uni¨®n Sovi¨¦tica y Estados Unidos re¨²nen capacidad suficiente para hacer volar el mundo por los aires varios centenares de veces. La insensibilidad de la opini¨®n p¨²blica espa?ola para estos temas, quiz¨¢ porque nuestro pa¨ªs no particip¨® en ninguna de las dos guerras mundiales, debe verse sacudida en algo gracias a la concesi¨®n de los Nobel. Cuestiones que van desde la integraci¨®n en la OTAN hasta la ratificaci¨®n de los acuerdos con Estados Unidos, pasando por la presencia de la base militar de Gibraltar, est¨¢n ¨ªntimamente relacionadas a la gran estrategia de la paz y la guerra nuclear. El miserable trato dado a los pacifistas que se manifestaron este verano ante la verja gibraltare?a nos habla, sin embargo, de la escasa o ninguna disposici¨®n gubernamental a considerar que el pacifismo es una corriente bastante m¨¢s respetable que el belicismo patrimonio de los Gobiernos, que los lleva a gastar enormes sumas de dinero en descubrir y perfeccionar ingenios capaces de destruir en menos tiempo y a m¨¢s bajo coste mayor n¨²mero de vidas humanas.
S¨ª es verdad que las conversaciones de Ginebra no han progresado mucho, por no decir nada, y que su objetivo es limitado y no representa una respuesta global al problema de la paz, es tambi¨¦n cierto que, de lograrse en ellas un primer acuerdo para el desarme, la causa de la paz habr¨¢ recibido un impulso considerable. De ah¨ª la satisfacci¨®n que produce la concesi¨®n de estos Nobel.
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