Los tesoros del olvido
Ayer se cumpli¨® el tricentenario de la muerte de sir Thomas Browne (1605-1682), m¨¦dico y escritor londinense poco o nada conocido en Espa?a pero de enorme fama en el mundo anglosaj¨®n y decisiva influencia en la prosa inglesa. Javier Mar¨ªas, que proyecta la tra ducci¨®n de una selecci¨®n de sus obras, escribe sobre la figura de este cl¨¢sico, cuya proyecci¨®n actual puede rastrearse.
El 19 de octubre de 1682, hace tres siglos, mor¨ªa en Norwich sir Thomas Browne, m¨¦dico de profesi¨®n, tras haber predicho la fecha de su muerte inspir¨¢ndose, sin duda, en la de su nacimiento, otro 19 de octubre de 77 a?os antes. Se cerraba as¨ª, como con convicci¨®n y voluntariedad, una vida tranquila, transcurrida en una ciudad de provincias entre el estudio de los cl¨¢sicos y el ejercicio de la medicina, que dejaba como saldo diez hijos y un pu?ado de obras ensay¨ªsticas que han quedado como uno de los m¨¢s altos ejemplos de la prosa en lengua inglesa de todos los tiempos.
Una vida poco llamativa
El caso de Browne es singular y no muy f¨¢cil de comprender si no se le ha le¨ªdo: su vida no fue llamativa, y, sin embargo, el c¨¦lebre doctor Johnson le dedic¨® una biografla apasionada; su pensamiento era asistem¨¢tico, irregular, vacilante, intuitivo, endeble en algunos aspectos, y, sin embargo, su obra ha suscitado violentas disputas y controversias -am¨¦n de constantes citas- entre los escritores ingleses a lo largo de trescientos a?os; sus temas fueron tan amplios como dispersos, nunca tratados con m¨¦todo ni exhaustivamente, enfocados siempre con cierta solemnidad excesiva, algo ingenua incluso para su ¨¦poca, y, sin embargo, nadie niega que a ¨¦l se deben algunos de los p¨¢rrafos e ideas m¨¢s sobresalientes que jam¨¢s se hayan escrito sobre la muerte y la inmortalidad, Dios y la religi¨®n, el tiempo, la antig¨¹edad y el olvido; finalmente, nadie -que yo sepa- se ha ocupado de traducir sus escritos al castellano hasta hoy, y, sin embargo, en 1944 apareci¨® en la revista Sur el quinto cap¨ªtulo de su Hydriotaphia: la molestia se la hab¨ªan tomado dos escritores notables, Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, quienes consideraban ese fragmento una de las cumbres de la literatura inglesa.
Entre la presencia y el recuerdo
Browne vive desde hace tres siglos en un terreno difuso, oscilando entre la presencia -m¨¢s que el recuerdo- y el olvido. ?Qu¨¦ tuvo esta figura para merecer tan extra?a y lim¨ªtrofe suerte? El m¨¦rito y la culpa de Browne son una cuesti¨®n de estilo. Walter Pater lo calific¨® de "inigualable"; Lytton Strachey lo llam¨® "la inspiraci¨®n de la t¨¦cnica pura" y lo compar¨® con los de Shakespeare y Pope, "los m¨¢s grandes maestros del arte perfeccionado"; Cyril Connolly lo juzg¨® creador del ornamento en la hasta entonces plana prosa brit¨¢nica. Y, en efecto, si leemos su obra sobre la religi¨®n del hombre de ciencia (Religio Medici), o su reflexi¨®n sobre las antiguas urnas funerarias (Hydriotaphia), o sus p¨¢ginas acerca de los sue?os (On Dreams), o su refutaci¨®n de las supersticiones m¨¢s comunes de su tiempo (Pseudodoxia Epidemica), o sus palabras a un amigo con motivo de la muerte de otro amigo (A letter to a friend), lo que sobre todo encontramos es algo que con anterioridad no hab¨ªa en la prosa inglesa y que en la francesa, por ejemplo, s¨®lo exist¨ªa desde Montaigne, con el que Browne est¨¢ tan emparentado: estilo.
Todav¨ªa en el siglo XVII ingl¨¦s la prosa se consideraba un mero veh¨ªculo transmisor de opiniones Y pensamientos, y, a diferencia de lo que ocurr¨ªa con la poes¨ªa, apenas se cre¨ªa que pudierahaber arte en ella. Por eso la de Browne supuso toda una revoluci¨®n en su momento. Influido por la dicci¨®n elegante y oscura de los historiadores romanos tard¨ªos, el estilo de Browne es tan avasallador que hace que su obra sea, m¨¢s que nada, un monumento literario en s¨ª mismo. Esa es una de las razones por las que con frecuencia ha sido tomado como caballo de batalla entre los partidarios de la expresi¨®n clara y directa y los entusiastas de la exhuberancia (Strachey afirmaba que a Browne hab¨ªa que leerlo, siempre en voz alta, bogando por el Eufrates o en Constantinopla).
Y por eso se le ha acusado tanto de vacuidad y pomposidad, al resultar dificil extraer un resumen de su pensamiento entre la selva de palabras cultas, neologismos, anacolutos intencionados, verbos desplazados de lugar, p¨¢rrafos largos y grandiosos, sintaxis latinizante y nobilitas general en que -pobremente- podr¨ªamos decir que consist¨ªa su estilo.
Estilo enrevesado, lenguaje poderoso
Sin embargo, no cabe duda de que los ensayos de Browne est¨¢n llenos de aciertos debidos justamente a su estilo enrevesado y poderoso: aciertos quiz¨¢ m¨¢s pr¨®ximos a los del poeta que a los del pensador, pero que son los que le hacen alzarse como uno de los autores de lengua inglesa con m¨¢s capacidad para transmitir una emoci¨®n puramente literaria. Su mayor m¨¦rito, como antes dije, fue su estilo, pero eso es algo de lo que casi no se puede hablar. M¨¢s vale mostrarlo, por tanto, a trav¨¦s de Borges y Bioy: "Amplios son los tesoros del olvido, e innumerables los montones de cosas en un estado pr¨®ximo a la nulidad; m¨¢s hechos hay sepultados en el silencio que registrados, y los m¨¢s copiosos vol¨²menes son ep¨ªtomes de lo que ha sucedido. La cr¨®nica del tiempo empez¨® con la noche, y la oscuridad todav¨ªa la sirve; ... la tiniebla y la luz dividen el curso del tiempo; el olvido comparte nuestras vidas con el recuerdo; apenas recordamos nuestras dichas, y los golpes m¨¢s agudos de la pena s¨®lo nos dejan cicatrices efimeras. El sentido no tolera cosas extremas; los sufrimientos nos destruyen o se destruyen. Llorar hasta volverse piedra es mentira. Las aflicciones nos endurecen; los infortunios son resbaladizos, o se derriten como la nieve sobre nosotros, lo cual es una insensibilidad venturosa. Ignorar los males futuros y olvidar los pret¨¦ritos es una piadosa providencia de la naturaleza que nos permite digerir el conjunto de nuestros pocos y malvados d¨ªas; y, exentos nuestros sentidos de recaer en hirientes recuerdos, nuestros pesares no se eternizan bajo el filo de las repeticiones".
Babelia
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