Apolog¨ªa del tr¨ªpode
La mayor¨ªa de las encuestas electorales de las que se tiene noticia indican de forma clara que hay un contingente importante de espa?oles que no tienen decidido su voto en las pr¨®ximas elecciones. No es aventurado suponer que la mayor¨ªa de este grupo est¨¢ constituida por personas que, por unas u otras razones, no contemplan con agrado el optar por el PSOE o por la coalici¨®n que encabeza Fraga. Este desagrado es la sensaci¨®n l¨®gica derivada de contrariar convencimientos profundos, aunque ¨¦stos sean -como tantas veces lo son- dif¨ªcilmente racionalizables, si bien no por ello menos firmes. Me considero incluido en este grupo y por ello he procurado concretar algunas consideraciones sobre el voto de los indecisos.El desgaste que supuso para Espa?a su aventura colonizadora, el papel que desempe?¨® en los problemas surgidos y derivados de la Reforma, las condiciones generalmente desfavorables para la agricultura y las dificultades para el desarrollo de la industria, colocaron, de hecho, a nuestro pa¨ªs en condiciones desventajosas para entrar en la modernidad al mismo paso que la mayor¨ªa de las naciones a las que est¨¢ unido por ¨¢mbito geogr¨¢fico, por tradici¨®n hist¨®rica y por afinidad cultural. La larga sucesi¨®n de enfermedades que en lo social y en lo pol¨ªtico ha venido padeciendo Espa?a a lo largo de la Edad Contempor¨¢nea tiene b¨¢sicamente estas remotas y pesadas causas. A ellas se, deben fundamentalmente las dificultades que ha habido -y que seguir¨¢ habiendo- para que nuestro pa¨ªs se modernice, entendiendo por ello una mayor equidad en la distribuci¨®n del bienestar y de la riqueza, un incremento m¨¢s r¨¢pido y m¨¢s extenso de los bienes de Ja cultura, mayores garant¨ªas de justicia y progresos m¨¢s firmes en los distintos campos de la libertad. Ello conlleva, como aspecto especialmente importante entre nosotros, la posibilidad -tanto tiempo ausente y a?orada- de una convivencia pac¨ªfica, tolerante y solidaria.
Este puede ser un esquema caricaturesco -pero no enga?oso- de nuestra realidad. Y, si as¨ª se admite, fuerza es reconocer que los progresos en la modernizaci¨®n del pa¨ªs logrados desde 1975 han sido muy grandes. Y enormemente meritorios si se tienen en cuenta nuestros avatares hist¨®ricos m¨¢s y menos recientes. As¨ª ha sido muy generalmente reconocido en todos los medios ajenos al nuestro, aunque, entre nosotros, la cr¨®nica de los acontecimientos diarios pretenda -m¨¢s o menos intencionadamente- hac¨¦rnoslo olvidar.
El comportamiento de los espa?oles (muy concretamente en el ejercicio de sus funciones c¨ªvicas), las opciones esenciales de la Corona, lo fundamental de la Constituci¨®n, las l¨ªneas generales de Gobierno y lo m¨¢s importante en las posturas de los principales partidos pol¨ªticos, de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, de la Iglesia de los sindicatos y de las fuerzas econ¨®micas en general han resultado muy acertados y han favorecido, a pesar de una crisis profunda, muy sentida en todos los pa¨ªses, el desarrollo de una situaci¨®n que ha ido evolucionando con mucho mayor ¨¦xito del que casi todos vislumbr¨¢bamos en 1975.
Si reconocemos que se ha conseguido mucho, 3, a nadie hay que hurtar la parte que leg¨ªtimamente le corresponda en estos logros, tambi¨¦n debe reconocerse que ¨¦stos se deben, en buena parte, al marco, al sistema, a las instituciones en las, que se han logrado. Y parte, no adjetiva, de ese marco ha sido la circunstancia -no ajena al buen sentido de la ciudadan¨ªa- de un Gobierno de centro y de un Parlamento con varios partidos pol¨ªticos.
En un sistema de reciente instauraci¨®n -y fr¨¢gil como tal-, con graves problemas pendientes (terrorismo, golpismo, paro, instauraci¨®n de las autonom¨ªas, etc¨¦tera), los cambios sustanciales de estructura pueden conllevar riesgos imponderables para el sistema mismo.
En el momento actual el colapso de la representaci¨®n parlamentaria del centro y la subsiguiente configuraci¨®n, marcadamente bipolar, del Parlamento pueden llevar a situaciones nuevas que -una vez m¨¢s en nuestra historia- dificulten e impidan que se sigan desarrollando satisfactoriamente los progresos logrados en los ¨²ltimos a?os.
En las diferencias dial¨¦cticas entre dos personas se pasa f¨¢cilmente de la discusi¨®n a la disputa y de la disputa a la pelea. Las conversaciones, aun conflictivas, entre tres o m¨¢s interlocutores son diferentes.
La consolidaci¨®n y el recto funcionamiento de un sistema democr¨¢tico es aqu¨ª tarea dif¨ªcil. Por las circunstancias peculiares que han concurrido en la transici¨®n, en todos los; partidos pol¨ªticos hay personas de cuya convicci¨®n democr¨¢tica profunda cabe, en justicia, dudar. Muchos de los problemas que han afectado a UCD tienen este origen. Nada garantiza que vicisitudes similares no puedan ocurrir en otros partidos, eventualmente gobernantes. Y, de hecho, ya ha habido conflictos que permiten barruntarlo. Pienso que la persistencia de un centro moderador importante puede contribuir a mitigar los inconvenientes de tales contingencias y dar as¨ª m¨¢s solidez y mayor seguridad al sistema pol¨ªtico que tenemos.
Es muy cierto que en UCD se han dado actitudes y comportamientos que merecen censura severa y han minado gravemente su prestigio y su autoridad. En consecuencia, los votantes de centro en anteriores comicios no podr¨¢n concurrir a los pr¨®ximos con el mismo esp¨ªritu. Por ello se ha dicho que votar al centro puede ser ahora un voto in¨²til. No lo creo as¨ª porque, salvo en distritos electorales muy peque?os, el voto, hoy indeciso, debe ser muy suficiente para conseguir diputados y senadores. Y la influencia y el peso que pueda tener esta opci¨®n pol¨ªtica en el futuro ser¨¢ forzosamente proporcional al n¨²mero de esca?os que consiga en las elecciones.
Las numerosas personas que no tienen el convencimiento de que en defensa de sus ideas -o de sus intereses- deben votar al PSOE o a la coalici¨®n AP-PDP y que creen en la posibilidad y en la ventaja de mantener y reforzar las instituciones existentes como agentes m¨¢s id¨®neos para que contin¨²e con seguridad y con ¨¦xito el proceso de modernizaci¨®n ahora en curso, no parece, l¨®gicamente, que puedan hacer otra cosa m¨¢s que votar al centro y contribuir as¨ª a la consolidaci¨®n de un tr¨ªpode que, como tal, confiera la mayor estabilidad y solidez posibles al proceso de modernizaci¨®n y de progreso en la convivencia tolerante que viene desarroll¨¢ndose desde 1975, con menor ¨¦xito del deseado, pero, ciertamente, con mejor fortuna de la generalmente prevista.
Manuel Varela U?a es m¨¦dico y ex secretario de Estado para la Sanidad. No pertenece a ning¨²n partido pol¨ªtico.
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