Lavilla trata de convencer a los antiguos votantes de UCD de que la crisis de su partido ha terminado
Landelino Lavilla se ha enfrentado en esta campa?a electoral al dram¨¢tico reto de convencer en cuarenta d¨ªas a un electorado de m¨¢s de seis millones de personas, que en 1979 vot¨® centrismo, de que un partido descompuesto hace tan s¨®lo tres meses est¨¢ ahora cohesionado, unido, "purificado de personalismos" en torno a un proyecto coherente y diferenciado de centro. Cuando el comit¨¦ electoral de UCD se reuni¨® en los primeros d¨ªas de septiembre para preparar las elecciones acab¨® por convenir que el ¨²nico capital disponible para vender era su presidente.
Se pens¨® en seguida en hacer una campa?a de candidato y no de partido, dejando lo m¨¢s posible al margen a un Gobierno -con su presidente a la cabeza- desprestigiado, y a sus principales dirigentes con la imagen muy deteriorada. En ese carisma especial de Landelino Lavilla, mezcla de admiraci¨®n y curiosidad, y de respeto y recelo que provoca su talante serio y distante, deb¨ªa descansar todo el aparato propagand¨ªstico de la campa?a.Se acord¨® presentar a ese candidato en forma dialogante. Lavilla acept¨® el reto. Una labor para la que los dirigentes de su partido creen que hac¨ªa falta ocho meses, para la que s¨®lo se dispon¨ªa de cuarenta d¨ªas. "Acept¨¦ ese reto", explica Lavilla, "como acept¨¦ el de asumir la presidencia de UCD, a pecho descubierto". En su gira electoral por Arag¨®n, en Huesca, unos joteros le cantaron: "En esta tierra es blas¨®n, mantener tipo y figura; t¨² lo has hecho, Landelino, lo sabe el alto Arag¨®n".
Se acord¨® que Lavilla deb¨ªa presentarse como l¨ªder indiscutible de UCD, bajo cuya autoridad el partido estaba ahora unido y cohesionado. Y Lavilla ha ocupado toda la primera parte de cada una de sus intervenciones en dignificar la imagen de su partido. Un l¨ªder, ha comentado, que prefiere la fidelidad al partido a las adhesiones inquebrantables a su persona. "Yo respondo", ha repetido parafraseando el lema de la campa?a, "de que quienes quedan en UCD seremos fieles al proyecto inicial de centro, y no tolerar¨¦ intentos de desvirtuarlo desde la autoridad de mi cargo". Afirmaciones que ha completado posteriormente con confidencias a los informadores sobre sus deseos de renovar y mantener con mano dura el partido.
Complicada campa?a
A Landelino Lavilla se le ha montado una complicada y a veces demencial campa?a electoral que le ha llevado sin interrupci¨®n alguna, en aviones, avionetas, helic¨®pteros, coches y autobuses, a recorrer en cuarenta d¨ªas toda la geograf¨ªa espa?ola, con excepci¨®n de Huelva, Santander y Mallorca. Se le ha planteado la necesidad de responder cumplidamente a quienes, fundamentalmente desde la izquierda, aseguraban que carec¨ªa de poder de convocatoria, y diariamente ha llenado cines, teatros, pabellones deportivos y, como en el caso de Canarias, la plaza de toros de Santa Cruz de Tenerife y el estadio insular del Las Palmas (15.000), aunque para ello hayan tenido los directivos provinciales centristas que fletar en ocasiones autobuses de simpatizantes de los diversos puntos de la provincia.
Lavilla ha cosechado aplausos y entusiasmo, pero en pocas ocasiones ha logrado hacer vibrar a los auditorios, acaso porque no ha querido abandonar esa imagen seria -que no antip¨¢tica-, pulcra y moderada que define su talante. Eso s¨ª, ha logrado imprimir un tono de credibilidad a su mensaje y transmitir una notable confianza a quienes han acudido a escucharle.
El equipo de imagen que, dirigido por el cubano Mascarote, inici¨® con ¨¦l la precampa?a abandon¨® a las primeras de cambio, desesperado, el intento de pulir su fisico, cambiar sus maneras y forma de expresarse; en definitiva, de hacerle un l¨ªder populista. "Quiero ser yo; no deseo que manejen mi imagen, que me hagan presentarme como lo que no soy. Yo tengo mi propio estilo y quiero decir mi mensaje a mi manera", declaraba a EL PAIS en una cena con varios periodistas en su viaje a Avila.
Landelino Lavilla, asesor
Y es que Landelino Lavilla est¨¢ convencido, y as¨ª lo atestiguan sus colaboradores, de que ¨¦l es su mejor asesor de imagen. Piensa que debe lograr un equilibrio entre su imagen respetable de hombre de Estado, ganada desde la presidencia del Congreso, y la del candidato electoral que sonr¨ªe, levanta los brazos en alto, pone los dedos en forma de uve, aplaude al p¨²blico, abraza y besa. Lavilla ha hecho muy pocas concesiones a la galer¨ªa en la campa?a, y los redactores gr¨¢ficos que le siguen han sudado para captar im¨¢genes ins¨®litas de un hombre de quien la mayor¨ªa del electorado conoce s¨®lo el rostro. Detalles como el de quitarse la chaqueta y la corbata en un mitin, marcarse un baile o irse de mercados los ha ?do adaptando a su manera, haciendo caso omiso, en la mayor¨ªa de las ocasiones, a sus asesores, que le animan a mostrarse m¨¢s abierto. Lavilla, que ha evidenciado en esta campa?a su timidez, antes que distanciamiento, parece que pretende marcar distancias con respecto a un Fraga o a un Su¨¢rez.
Algo parecido sucede con sus intervenciones en los, m¨ªtines, en los que habla sin papeles delante. En ellos, el Lavilla reposado y aparentemente fr¨ªo se transforma s¨²bitamente en un mitinero vehemente y apasionado. Un tono exaltado en la forma, que no en el fondo, donde mantiene una moderaci¨®n notable. Insistentemente, machaconamente, repite cada d¨ªa en los actos pol¨ªticos, con pocas variaciones, sus mensajes pol¨ªticos desprovistos de exabruptos, an¨¦cdotas, frases f¨¢ciles, refranes, actitudes demag¨®gicas o ataques personales en busca del aplauso f¨¢cil. "Yo me encuentro m¨¢s c¨®modo en la expresi¨®n de mi planteamiento que en el ataque".
Lavilla arranca los aplausos m¨¢s entusiastas cuando se ha puesto en hombre de Estado y ha hecho llamamientos a la concordia y convivencia en. libertad de los espa?oles o a votar con libertad el d¨ªa 28, dejando al margen las siglas. Su lenguaje, que al principio de campa?a era excesivamente culto, t¨¦cnico y hasta ret¨®rico, ha variado notablemente, y es hoy algo m¨¢s directo y simple, por lo que conecta mejor con los auditorios, en los que ha sido frecuente la presencia de personas que ni siquiera eran simpatizantes de UCD.
Rechazo de los gestos populistas
"Mam¨¢, mira, ese es el hombre que sale en la tele y dice 'el se?or Felipe Gonz¨¢lez tiene la palabra". El comentario de un ni?o en el Pa¨ªs Vasco al inicio de la campa?a serv¨ªa para definir el bagaje de popularidad con que part¨ªa Lavilla. A unos d¨ªas del final de la campa?a, al presidente de UCD se le recibe en las calles y teatros con los gritos de "Landelino, Landelino" o "Landelino presidente".
Lavilla viaja sin aparato policial y prefiere prescindir en cada provincia de la existencia de cualquier protocolo o de la presencia de las fuerzas vivas de la provincia. El equipo de viaje de Lavilla est¨¢ integrado por una docena de personas, de las que entre cuatro y seis son sus escoltas habituales, tres son los asesores: Daniel Garc¨ªa Pita, militante de UCD, amigo personal de Lavilla y el jefe de su gabinete; Ram¨®n Gardarias, diplom¨¢tico y jefe de la secretar¨ªa del despacho del presidente del Congreso -que no milita en UCD pero se califica de landelinista-, y Tom¨¢s Gayt¨¢n de Ayala, encargado de la coordinaci¨®n de la campa?a en provincias. Este equipo est¨¢ conectado con un grupo en la sombra que efect¨²a seguimientos de la campa?a con dos sondeos de imagen por semana. Parte importante del equipo de viaje de Lavilla es su mujer, Juanita, pendiente de cada gesto, reacci¨®n o deseo de Lande, como le denomina. Juntos prepararon hace veintitr¨¦s a?os las oposiciones de censores letrados del Tribunal de Cuentas. Ella le sigue all¨¢ por donde va y en sus m¨ªtines se muestra como la m¨¢s encendida admiradora de un Miguel Bos¨¦.
Con la docena de periodistas que le acompa?an, Lavilla ha hecho confidencias y se ha mostrado como un hombre afable y buen conversador. "Yo no soy ni serio ni seco personalmente. Ustedes los periodistas est¨¢n acostumbrados averme en el Congreso, en un papel que por su naturaleza exig¨ªa mantenerse en una posici¨®n suficientemente distanciada de todo lo que es la lucha en la arena pol¨ªtica, y sobre todo de las comidillas y guerras de los pasillos de las Cortes. No obstante , Landelino Lavilla reconoce que "muchas veces me han entrado unas enormes ganas de bajarme del sill¨®n de presidente y fajarme en la lucha pol¨ªtica de esca?os. No saben qu¨¦ envidia he pasado desde all¨ª arriba durante todo este tiempo".
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