Un aplauso para Schmidt
LA RETIRADA de Helmut Schmidt, que se va de la pol¨ªtica activa para unirse al peque?o limbo de talento y viejo prestigio donde ya est¨¢ Willy Brandt, deja en una cierta orfandad a la socialdemocracia en un momento dif¨ªcil. Faltan poco m¨¢s de cuatro meses para las elecciones generales: en ese tiempo la SPD tiene que fabricarse un dirigente y producir para ¨¦l el invento del carisma: la RFA es uno de los pa¨ªses que votan rostros, actitudes, comportamientos y biograf¨ªas. No parece que la tengan Vogel -de Berl¨ªn-Oeste, ex ministro de Justicia- o Rau -de Renania-Palatinado, vicepresidente del partido-, que optan, con razones, a la sucesi¨®n. Schmidt se va con el aura en todo su esplendor y es posible que con ¨¦l se vayan las esperanzas, ya poco suficientes, de la socialdemocracia para recuperar el poder que acaba de perder. Schmidt, a pesar de las ¨²ltimas desventuras que le han conducido al fracaso, tiene un balance limpio de actuaci¨®n, unos resultados solventes en la econom¨ªa interna (que ha mantenido a la RFA en los l¨ªmites mas favorables de la crisis de Europa) y en la pol¨ªtica exterior que, profundizando en la apertura el Este de Willy Brandt, ha producido para su pa¨ªs y para Europa una mayor sensaci¨®n de paz y de independencia, de recuperaci¨®n de su capacidad de decisi¨®n. Estos m¨¦ritos los ten¨ªa reconocidos por su pueblo.Pero no puede negarse que para tales logros ha tenido que volverse mucho m¨¢s coyunturalista que ide¨®logo -en el fondo, as¨ª es la ya lejana historia de su partido-, perder fuerza y decisi¨®n y buscar equilibrios internos dentro de la SPD y sus diferentes alas, en la alianza con los liberales -que, al abandonarle, le han precipitado a la sima- y en la negativa a asumir algunas de las nuevas formas de la izquierda alemana federal, siendo como es su partido el ¨²nico que representa esa vaga terminolog¨ªa de izquierda dentro de las posibilidades del pa¨ªs. Querer complacer a todos sin enfrentarse con nadie es algo casi imposible en la pol¨ªtica.
Probablemente Schmidt, a pesar de su gran proyecci¨®n p¨²blica, sabe que se ha quemado en esa tarea. Acudir a razones de salud, aunque haya un fondo de verdad, es un eufemismo. La verdadera nobleza de Schmidt consiste en abandonar cuando cree que su persistencia en el cargo puede ser m¨¢s perjudicial que beneficiosa.
Puede suponerse que la socialdemocracia no cree demasiado en sus posibilidades de una victoria electoral en marzo y que se est¨¢ preparando para ser el partido de la oposici¨®n, lo cual requiere una musculatura distinta. No hay sin embargo seguridad ninguna de que la coalici¨®n de la democracia cristiana con los liberales vaya a funcionar bien: el n¨²mero de diputados liberales, a juzgar por las ¨²ltimas elecciones de los Estados federados, podr¨ªa ser ¨ªnfimo. Gobernar¨ªa entonces, si se confirman las previsiones, la democracia cristiana con su eterna alianza derechista de los cristianos sociales de Strauss, y en el Parlamento podr¨ªa haber un n¨²mero representativo de verdes con m¨¢s voz que voto. Una voz que se est¨¢ escuchando cada vez m¨¢s. Desde la oposici¨®n, la SPD necesita tener posturas m¨¢s radicales en las que quepa el pacifismo, el tema de la seguridad social, las obligaciones para la industria grande y peque?a de respetar el medio ambiente... es decir, algunas de las posturas de los verdes. Los compromisos que ha defendido Schmidt desde el poder, su busca de equilibrio y de moderaciones, le llevaron a algunas ambig¨¹edades que hoy no son rentables: no le permitir¨ªan honestamente asumir esa nueva posici¨®n. Al irse, deja no obstante un vac¨ªo importante, el de una voz europea muy estimada. Su propia dimisi¨®n culmina esa buena imagen de pol¨ªtico honesto y eficaz que debe ser admirada y aplaudida por cuantos creen en el futuro de Europa. Bien merece un aplauso en este mutis final de su carrera.
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