Felipe Gonz¨¢lez espera tranquilo en casa de un amigo
La ni?a peque?a de la casa, ocho a?os, tras sus gafitas de bichejo, vivaz e inteligente hasta fuera de lo com¨²n, va picoteando verbalmente a los habitantes de la casa. "Qu¨¦ bien", le dice a su madre, "tener a Felipe tanto tiempo en la casa". M¨¢s tarde, a la hora del amuerzo, se acerca al caballo socialista para preguntarle: "?Cu¨¢ntos vamos a ser?". Felipe, entre las risas generalizadas de todos, le contesta: "Doscientos en el Congreso y ocho en la mesa". Es la broma relajante: por cuanto ya por entre algunas dudas sobre el triunfo final por parte de Carmen Romero, el candidato hab¨ªa vuelto a comentar que le preocupaba una barrida. Aunque despu¨¦s, al calor de la charleta, se comenta: "Pero tambi¨¦n hay que considerar que si se supera la mayor¨ªa absoluta los golpistas quedan moralmente bajo tierra. ?Qu¨¦ van a vender ma?ana -por hoy- a los ciudadanos?"El basset-hound de la casa, algo pesado pero amigable, olisquea a las visitas. Felipe, el d¨ªa electoral, se distiende en la casita de un amigo -un chal¨¦ adosado, antiguo y con reformas- en la periferia urbana de Madrid. Te recogen en las proximidades para no andar dando direcciones por tel¨¦fono. Toda la seguridad est¨¢ en el s¨®tano, y nada en la calle delata que all¨ª espera el candidato tras los visillos corridos que dan a las aceras. Un tel¨¦fono le conecta con el Ministerio del Interior, y otro con el cuartel general de su partido, sito en un edificio distinto a la sede madrile?a del PSOE. Ni la m¨¢s modesta de las aparatosidades; ni un t¨¦lex, ni un videoterminal de ordenador: los dos tel¨¦fonos, la guardia del s¨®tano y los visillos corridos.
Felipe distendido, en mangas de camisa, pide medio whisky. A la hora, el vaso, derretido el hielo, es un pantano sospechoso entre las copas aceptables de los dem¨¢s.
-Oye -dice al due?o de la casa-, c¨¢mbiame a m¨ª esto, que est¨¢ muy raro.
-Es que ya han empezado los envenenamientos -se le comenta.
S¨®lo se le queja al admirable Jos¨¦ Luis Moneo (su m¨¦dico de familia) de que sigue notando molestias en un n¨®dulo en las cuerdas vocales, despu¨¦s de tanto romper la voz a la bajada del autob¨²s. Carmen lee un peri¨®dico. Nos pasamos los cuencos de barro en que aplastamos colillas de cigarrillos y puritos que alguien ha tra¨ªdo de la gira por Canarias. Telefonea Alfonso Guerra desde Sevilla -camino de Madrid-, adonde ha ido a votar. Telefonea Ros¨®n pidiendo ayuda para que la calle permanezca tranquila. "Qu¨¦ dejaci¨®n moral por parte del Gobierno", se comenta. "Ya est¨¢n traspasando las responsabilidades". Sea como fuere, Felipe lleva la ¨²ltima recta de su campa?a pidiendo seriedad y nada de botellas de champa?a, "que adem¨¢s est¨¢ muy caro".
Un colegio electoral con la imagen del Papa
En la ma?ana fueron a recoger a Carmen al aeropuerto; ven¨ªa de Sevilla.de estar unas horas con los ni?os, y a votar. Absoluto desastre en el colegio electoral, decenas de periodistas y fot¨®grafos aturdiendo -necesariamente- al candidato y su mujer. "Y ni siquiera me ha tocado una escuela p¨²blica". El matrimonio vot¨® en un colegio religioso mientras un sacerdote fotografiaba al l¨ªder como un poseso, dando codazos a los profesionales de la c¨¢mara. A la salida -comenta Felipe- un fot¨®grafo franc¨¦s, con un gran angular, hizo "la foto": Felipe saliendo de un colegio religioso con los muros empapelados con la imagen del Papa.
El caballo comenta las tensiones de la recta electoral y, con respeto y discreci¨®n, la audiencia con el Rey. Felipe Gonz¨¢lez no se sinti¨® tan preocupado en Vitoria (cuando alguien de su entorno le urge a esconderse) como el d¨ªa antes en San Sebasti¨¢n, en el mitin del vel¨®dromo de Anoeta. Es desde Donostia desde donde llama a la Za*rzuela, ante las ondas inquietantes que le van llegando de Madrid, y le sugiere al general Fern¨¢ndez Campo (secretario de la Casa Real) una audiencia del Rey con los l¨ªderes. Y anteayer el Rey los recibi¨® cordial y agradecido.
Cuando todos, tras las fotos protocolarias, entraban al sal¨®n de la cita, no sab¨ªan d¨®nde sentarse. "Sentaros como quer¨¢is", les dijo el Rey, "el orden de los factores no altera el producto". Al final, por la derecha del Rey, tomaron asiento Arzallus, Fraga, Landelino, Su¨¢rez, Felipe, Carrillo, Roca y Calvo Sotelo. R¨¢pidamente, el Rey le ofreci¨® un cenicero a Carrillo: "Toma, Santiago, que siempre me quemas las alfombras". El candidato socialista recomend¨® la asistencia de los l¨ªderes de las nacionalidades catalana y vasca por m¨¢s que pudieran aparecer como representantes ¨²nicos de Catalu?a y Euskadi ante la Corona. Como dec¨ªa Pascal, "hay ocasiones en que hay que saber llamar Par¨ªs a Par¨ªs, y otras llamarle la capital de Francia". "Ante un problema de Estado", dice el candidato, "no me duelen prendas dejar a un lado las t¨¢cticas electorales".
El ?ltimo en abandonar la Zarzuela
El Rey estuvo exquisito en su respeto a los mecanismos constitucionales. Felipe abandon¨® el ¨²ltimo la Zarzuela. "No, el Rey no me retuvo. Quer¨ªa comunicarle a Sabino Fern¨¢ndez Campo que al d¨ªa siguiente de las elecciones, si las gana mi partido, pedir¨¦ audiencia al Rey". Su calendario podr¨ªa ser -si ha ganado- visitar hoy mismo al Rey para expresarle su respeto constitucional y felicitarse con ¨¦l. de que una vez m¨¢s haya ga nado la democracia -como siempre que funcionan las consultas populares-; despu¨¦s, pedir otra audiencia a Calvo Sotelo para organizar esta peque?a transici¨®n dentro de la transici¨®n.
Este fin de semana Felipe Gonz¨¢lez se meditar¨¢ muy mucho s¨ª arranca a funcionar su Gobierno en la sombra en paralelo con el Go bierno de UCI) o lo contrapea con un Gobierno de gesti¨®n que junto con los actuales ministros lleve este pa¨ªs al buen puerto del 5 de diciembre, que es para cuando se calcula la investidura. Las dudas s¨®lo se recuestan en las posibilidades de filtraciones informativas que podr¨ªa originar el inmediato funcionamiento paralelo del Gobierno en la sombra. "Ya hay filtraciones, y algunas hasta son verdad. Imag¨ªnate si empezamos a gobernar solapados con los de ahora".
La fiesta electoral de ayer en el hotel Palace la ten¨ªa muy clara. Alfonso Guerra pensaba dar una conferencia de prensa a las once de la noche, y "si ganamos (siempre el condicional que ha prometido) me presentar¨¦ a la una para leer una declaraci¨®n. Los periodistas me llamar¨¦is de todo ma?ana, me acusar¨¦is de soberbia, pero yo no puedo someterme esta noche a un tiroteo de preguntas concretas".
Te reconoce que ¨¦l ha parado a toda la Internacional Socialista que quer¨ªa apoyarle en su noche electoral. "He tenido que decirle que no a Papandreu o a Pierre Mauroy". Bueno -se le interrumpe-, pero ah¨ª tendr¨¢s a Su¨¢rez el primero para felicitarte. Otro comenta: "Y Carrillo, mirando detr¨¢s de alguien". Un tercero apostilla: "Y llamar¨¢ Leopoldo al Palace con voz de ultratumba diciendo: 'Los ¨²ltimos datos me hacen estimar que usted ha ganado estas elecciones y tengo mucho gusto en poner en su conocimiento mis parabienes'".
-Pero, ?le has ofrecido a Narcis Serra la cartera de Defensa?
"Yo no s¨¦", te dice, "de d¨®nde ha salido eso. Y desde luego no he hablado de tal tema con Narc¨ªs". "Pues no ser¨ªa mala idea", se le aduce. "Pues no". Y todos nos enredamos en una pelea verbal para empujar el bal¨®n por la misma banda: que los catalanes tienen mucho que aportar a la gobernaci¨®n del Estado, que Narc¨ªs Serra es un se?or muy serio, tranquilo, buen gestor, en¨¦rgico ("S¨®lo le falta capacidad de expresi¨®n",se estima). "Pero bueno, eso es que tiene que traduc¨ªrse del catal¨¢n". Felipe cuenta an¨¦cdotas, con todo cari?o, del seny catal¨¢n y la incapacidad cong¨¦nita de esta naci¨®n para el despilfarro.
-Oye, yo os invito a charripa?a -dice el due?o de la casa.
-No me gusta el champa?a -comenta Felipe.
Se habla de dignificar la tan cercana pero hipot¨¦tica presidencia socialista. "Pero, ?te quieres creer que yo le he dado la mano a Pl¨¢cido Domingo en la recepci¨®n de Mitterrand y que Ricardo Bofill no ha estado nunca en las recepciones del Rey?" Si ganan, puede que el aparato socialista est¨¦ pensando en pedirle al Rey que presida en su residencia, o donde lo desee, una recepci¨®n con la elite del pensamiento intelectual, desde Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez hasta el ¨²ltimo Nobel vivo.
Alguien le sugiere que deposite una corona en el olvidado Pante¨®n de Hombres Ilustres de Madrid. "Mirad", dice "lo que tenemos que hacer es recuperar el orgullo de ser espa?oles. No continuar acomplejados. Terminar con esa depresi¨®n que arranca del 98. Y que para empezar, las primeras cabezas de la cultura, espa?olas y extranjeras, se congratulen con el Rey de la consolidaci¨®n de nuestra democracia. Yo a Bofill no le he pedido que vote socialista, sino que -este hombre que trabaja en tres continentes- edifique tambi¨¦n en Espa?a".
Se le cuentan al todav¨ªa candidato los chistes, m¨¢s o menos graciosos, que se hacen sobre la. providencia del viaje papal: que nos garantiza por una semana el interregno, por cuanto aqu¨ª nadie har¨¢ ninguna barbaridad con el Papa.
El todav¨ªa candidato, m¨¢s los reunidos, comenta que la recepci¨®n en Barajas -supongo que acudir¨¢ el resto de los l¨ªderes pol¨ªticos- detr¨¢s del Rey, y luego la cena o el almuerzo que ofrezca el Monarca al Papa. "Pero en el palacio de Oriente, yo, junto al presidente del Gobierno. Si hemos ganado no acepto un ministro por delante. Si no, no voy". Y hablamos todos de la mezquindad del protocolo pol¨ªtico organizado por UCD, que no ha sabido tener sentido del Estado ni para con el Monarca. "Pero si al Rey", comenta un comensal, "le hubiera favorecido que en los actos p¨²blicos figurara preeminentemente el jefe de la oposici¨®n".
Felipe probablemente otorgar¨¢ a Fraga -si las urnas le hacen merecedor a tal status- un papel dentro del Estado como jefe de la oposici¨®n. "Y con una peseta m¨¢s de sueldo que el presidente del Gobierno", como en el Reino Unido. Y se habla del desaprovechamiento de los ex jefes de Gobierno de la Monarqu¨ªa democr¨¢tica. Puede que un Gobierno socialista proponga al Congreso que los ex presidentes de Gobierno sean senadores vitalicios para aprovechar su experiencia y dignificar esta magistratura. Creo que Felipe le pedir¨¢, por ejemplo, a Adolfo Su¨¢rez que trabaje con ¨¦l un mes en la Moncloa hasta que termine de contarle qu¨¦ hay en los cajones. ?Y Calvo Sotelo?
-Calvo Sotelo -comenta un chusco- todav¨ªa no sabe lo que hay en los cajones. No los ha abierto.
Guerra sucia electoral
Felipe se irrita, como le hemos visto en su campa?a, ante una guerra sucia electoral que ¨¦l calificar¨ªa de c¨ªnica. De pueblo en pueblo ha tenido que ir callando su correspondencia; la que recibe de alg¨²n l¨ªder empresarial que denosta su partido en p¨²blico y en privado le pide ayuda. Otros grandes empresarios se le quejan de que la gran banca los tiene por advenedizos y se sienten maltratados. "Oiga", les contesta, "yo me apellido Gonz¨¢lez y no le odio a usted ni poco ni mucho. Pero si usted est¨¢ sobredimensionando sus empresas, pare y sanee. Yo quiero muchos Rockefeller para Espa?a, pero no Rockefeller que se nos caigan en las espaldas del Estado". Otro comensal nos advierte: "Hace dos d¨ªas que est¨¢n grabadas en Televisi¨®n Espa?ola las intervenciones poselectorales del padre Mart¨ªnez Fuertes (director de la campa?a antisocialista a cuenta de la ense?anza) y de Ferrer Salat, y de otros, felicitando al PSOE por su victoria".
La se?ora que hace a?os cuida de los hijos del matrimonio (natural del mismo pueblo conquense de Javier Rup¨¦rez, donde cuenta que a¨²n se le conoce gen¨¦ricamente por "el se?orito Javier") se despide y pregunta que ad¨®nde va ma?ana. "A la Moncloa, no", se le despide, embrom¨¢ndola. Pr¨¢cticamente no hay llamadas, el ambiente es cordial, modesto y confiado. Se comenta que el PSOE ya ha puesto en conocimiento del Ministerio del Interior la venta excepcional de tela morada -que provocadores de ultraderecha utilizar¨¢n para confeccionar banderas republicanas y sacarlas a la calle adjudic¨¢ndolas a la izquierda-, y la existencia de almacenes con panfletos falangistas que rezan: "Desde esta noche (por ayer), prep¨¢rate a perder tus ahorros".
Se habla de lo at¨ªpico de esta liza electoral, que! m¨¢s parece un plebiscito, y en la que, desde la raya de salida, se han disparado dos candidaturas para dos puestos: el de jefe del Gobierno y el de jefe de la oposici¨®n. Tal es as¨ª, que puede haber dos ganadores moralmente. "Habr¨¢ que reformar la Ley Electoral", dice Felipe, "pero para hacerla m¨¢s democr¨¢tica, no para que nos puedan acusar de querer estar doscientos a?os en el poder".
Hace unos veinte d¨ªas que el l¨ªder socialista se reuni¨® -un punto a cara de perro- con Lacalle Leloup, presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor. Colocaron sobre la mesa todo el paquete de problemas y hablaron en ese tono conversacional que los castizos tildar¨ªan de a calz¨®n quitao. Felipe insiste en que si alg¨²n partido pol¨ªtico garantiza la unidad del Estado espa?ol es precisamente el suyo ("Y no esas siglas que andan por ah¨ª y que van a sacar un par de diputados, en el mejor de los casos, por Catalu?a y uno por Euskadi").
El injustificado recelo de la Guardia Civil
Alguien apunta el recelo de la Guardia Civil hacia los socialistas. Felipe se revuelve, indignado: "Pero si a lo mejor yo tengo en esto m¨¢s sentido de la responsabilidad del Estado que el general Franco, que estuvo a punto de disolverla y al final, como no se atrevi¨®, les rebaj¨® el sueldo. Nosotros queremos, m¨¢s que nadie, la permanencia de este Cuerpo, que evita la inmediata intervenci¨®n del Ej¨¦rcito en asuntos interiores. Lo que queremos hacer es modemizarla, dotarla mejor. Ah¨ª tenemos el ejemplo de los carabinieri italianos".
El caballo socialista habla con respeto de la cabeza del mando militar y vuelve a lamentar que los Gobiernos anteriores no le hayan permitido dirigirse a los militares desde la tribuna del CESEDEN. Ahora ya no puede limitarse a impartir conferencias sobre el programa socialista. Tendr¨¢ que reunir a la JUJEM y abrir el sobre de sus verdades. "Yo, jam¨¢s les voy a enga?ar a los militares, ni a nadie". Y comenta con admiraci¨®n los informes militares a los que ¨¦l ha tenido acceso sobre autonom¨ªas, terrorismo y OTAN. Dice que con ellos se puede estar o no de acuerdo, pero que est¨¢n confeccionados "con la cabeza". Sobre estos manteles de un chal¨¦ desconocido de Madrid se desgranan elogios socialistas hacia el alto Estado Mayor de los Ej¨¦rcitos de Espa?a.
La agresividad de Alfonso Guerra
La conversaci¨®n se va desflecando, y un comensal se extra?a de la mala imagen de Alfonso Guerra entre ciertos sectores de esta sociedad. "Pero si es la personalidad menos agresiva y m¨¢s conciliadora que he conocido jam¨¢s", aduce alguien. Casi todos coinciden. Felipe narra una an¨¦cdota: "Est¨¢bamos una vez sentados juntos en los esca?os del Congreso despu¨¦s de una trifulca pol¨ªtica con el Gobierno. Me volv¨ª a Alfonso y le dije:
-Mira, Alfonso, tal como est¨¢n las cosas, me parece que lo ¨²nico que nos falta para gobernar este pa¨ªs es mala leche.
-Te faltar¨¢ a t¨ª.
Y Felipe tuvo que revolverse en su esca?o para demostrarle a Guerra el fondo de bondad de su mala leche, recabada del esperpento, y que muchas veces acaba en amedrentar a Mart¨ªn Villa, apunt¨¢ndole con el dedo desde la tribuna de oradores para despu¨¦s descenderla sonriendo. Dos hombres y un destino.
Otro fleco de la sobremesa se va desmayando sobre la televisi¨®n privada hasta que todos despertamos en risas por la salida espont¨¢nea de Felipe:
"Pero si es UCD la que se ha negado a la televisi¨®n privada. Yo no me niego a eso. Pero a todos los que la han pedido les meto ma?ana en una habitaci¨®n con prohibici¨®n de que salgan hasta que se hayan puesto de acuerdo; y, eso s¨ª, con puertas grandes para poder ir sacando los cad¨¢veres. No nos oponemos a la televisi¨®n privada, pero que antes se pongan de acuerdo todos los que la quieren hacer".
Reivindicar los apellidos
Ya m¨¢s en serio, te habla -todav¨ªa con cierta sorpresa- de que a¨²n el Ej¨¦rcito griego disfruta de un canal de televisi¨®n. Y te afirma algo por lo que hasta el basset hound puede mover el rabo en socialista. "?Sab¨¦is lo que os digo?, que las libertades son destructivas para los liberticidas. Y yo voy a trabajar como el que m¨¢s, para eso estoy pidiendo por ah¨ª m¨¢s trabajo y m¨¢s responsabilidad, pero yo lo que quiero es potenciar las libertades".
Y se habla de la posibilidad de que las Fuerzas Armadas tengan su propio espacio en televisi¨®n ("que digan lo que tengan que decirle al pueblo espa?ol"), Y volvemos a re¨ªr blandamente cuando se cuenta la an¨¦cdota del capit¨¢n de la Guardia Civil de Almansa que, al llegar Felipe en campa?a, se le presenta, se le cuadra, le saluda, le tiende la mano y le espeta:
-A sus ¨®rdenes el capit¨¢n Tejero, que no tiene nada que ver con el otro.
-Mucho gusto, porque nosotros queremos reivindicar hasta los apellidos.
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