La frontera interior
Entre las muchas situaciones codificadas de que se alimenta el rito -uno de los ritos civiles, con ciertas connotaciones paganas, m¨¢s oficiados de este siglo- del western hay una que se repite y renueva c¨ªclicamente en cada etapa de este g¨¦nero cinematogr¨¢fico. A grandes rasgos, se trata de un esquema dram¨¢tico al mismo tiempo est¨¢tico y crispado, en el que un hombre solo, absolutamente solo, ha de afrontar una espera en la que, al final, se agazapa la muerte violenta.Es el esquema de Solo ante el peligro de Fred Zinnemann, de Juntos hasta la muerte de Raoul Walsh, de R¨ªo Bravo de Howard Hawks, de El hombre del Oeste de Anthony Mann, de El pistolero de Henry King, y de otros muchos grandes westerns, entre los que se encuentra el excelente filme de Delmer Daves que hoy emite la televisi¨®n, El tren de las 3.10.
El western es un g¨¦nero narrativo itinerante: su forma es siempre, incluso en aquellos filmes donde predomina dram¨¢ticamente la inmovilidad, como ocurre en los anteriormente citados, el recorrido de un itinerario. Unas veces se trata de un itinerario espacial: remontar un r¨ªo, atravesar una monta?a, cruzar una pradera, seguir el rastro de un fugitivo, explorar un territorio virgen.
Otras, en cambio, se trata de atravesar un itinerario temporal: un hombre espera a otro hombre, aguarda un acontecimiento exterior, transita sobre el filo de una duraci¨®n hostil. Ambos modelos se ajustan al rito del cruce de una frontera. En el primero acompa?amos -en ambos tipos de filmes predomina en principio de la identificaci¨®n- a un individuo sobre el trazado de una ruta sin retroceso posible, en la que atravesamos con ¨¦l una frontera f¨ªsica; en el segundo seguimos el rastro de un individuo orientado hacia un tr¨¢nsito -igualmente sin retroceso, y de ah¨ª la condici¨®n tr¨¢gica de este tipo de filmes- de ¨ªndole moral.
El tren de las 3.10 es un ejemplo puro, y de gran intensidad f¨ªlmica, del rito del paso de una frontera interior. Un hombre, mantiene apresado a otro, un foragido, a la espera de un tren en el que ha de trasladarlo a la c¨¢rcel. Su lucha es doble: contra los que se oponen a este traslado y, sobre todo, contra el tiempo, ese tiempo en forma de plazo fat¨ªdico que separa el comienzo de la captura de la llegada del tren salvador. Entre el comienzo y el final del relato asistimos al fen¨®meno de una mutaci¨®n, de una epopeya interior en la que el itinerario, en lugar de cruzar desolados territorios, atraviesa soledades ps¨ªquicas.
El parentesco de El tren de las 3.10 con Solo ante el peligro es m¨¢s que evidente. El filme de Daves fue realizado en 1957 y el de Zinnemann cinco a?os antes, en 1952. Hay pues, en sentido argumental y mec¨¢nico, una relaci¨®n de deuda entre uno y otro. Pero el parentesco se acaba ah¨ª y la balanza de la complejidad y la hondura se inclina, a mi juicio, a favor del filme de Daves, muchom¨¢s rico que Solo ante el peligro, con la sola excepci¨®n de la memorable, y casi fortuita, interpretaci¨®n de Gary Cooper en este ¨²ltimo. Gleen Ford se acerca al modelo, pero realmente no puede superar a un Cooper insuperable.
De los varios, y algunos muy notables, westerns de Delmer Daves -Flecha rota, El retorno del tejano, Cowboy, Jubal, El ¨²ltimo tren de Gun Hill, El ¨¢rbol del ahorcado- es este el mejor, sin duda alguna. Su estilo est¨¢ influido por el de los grandes filmes del Oeste rodados en los a?os cincuenta por Anthony Mann. Daves acent¨²a incluso las aristas violentas de su maestro y, en El tren de las 30. 10, se aproxima a un juego de formas f¨ªlmicas pr¨®ximo a las tradiciones del expresionismo, trasladadas por Fritz Lang al western cl¨¢sico. Una interesante pel¨ªcula.
El tren de las 3.10 se emite hoy a las 16.05 por la primera cadena.
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