El Papa Espa?a
HOY LLEGA a Madrid el Papa Juan Pablo II. Los grandes viajes del pont¨ªfice son algo m¨¢s que una visita pastoral y tampoco se ajustan a los protocolarios recibimientos de un jefe de Estado. Se tratan de un acontecimiento sin parang¨®n capaz de movilizar a 18 millones de espa?oles, de colapsar ciudades enteras, de desbordar las capacidades de orden p¨²blico de la polic¨ªa municipal de Madrid y Barcelona y de tener pendiente a todo un pa¨ªs, primermundista o tercermundista, durante el tiempo de su estancia.Que el Papa Wojtyla prefiera el viaje a la rutina del Vaticano responde a una meditada estrategia pastoral de quien piensa, como le ocurre a Juan Pablo II, que estos tiempos de secularidad est¨¢n poniendo en peligro el papel universal de la Iglesia, llamada a informar religiosamente toda la actividad del hombre. Sus constantes denuncias a la descristianizaci¨®n de occidente revelan la preocupaci¨®n de quien oye hablar que las normas morales y verdades del cristianismo son hoy en d¨ªa tan marginales al hombre moderno, que la Iglesia ha acabado por convertirse en una "minor¨ªa cognosc¨ªtiva" o, como dicen los soci¨®logos, en una "secta". Juan Pablo II se ha empe?ado en la dificil tarea de recuperar las trazos m¨¢s tradicionales del cristianismo -desfigurados en los ¨²ltimos a?os por un aggiornamento demasiado facil¨®n- y hacerlos valer en una sociedad cada vez m¨¢s alejada de esos moldes.
No faltan quienes consideran ese empe?o en hacer valer los ragos m¨¢s tradicionales del cristianismo en una sociedad laica como una misi¨®n imposible. Los obispos locales, sin embargo, se sienten reconfortados por el ¨¢nimo del obispo de Roma quien, predicando con el ejemplo, les invita a superar el encogimiento en el que se han sumido en los ¨²ltimos a?os. Lo que en cualquier caso resulta evidente es que el estilo populista y triunfador del Papa polaco encuentra gran resonancia social, incluso entre los j¨®venes. Hay en sus cr¨ªticas a los excesos de la modernidad, al aburrimiento de una sociedad consumista y despersonalizada, a la improcedencia del liberalismo econ¨®mico y del colectivismo del este, un hilo conductor que entronca con lo que tiene de m¨¢s vivo la sociedad moderna. Pero de ah¨ª a pensar que pronto se volver¨¢n a llenar las Iglesias, hay un trecho.
Porque hay indicios suficientes que inducen a pensar que la oferta wojtyliana propone en algunas cosas una vuelta atr¨¢s, el sue?o de una cristiandad antigua, la restauraci¨®n de una moral familiar en crisis o la reimplantaci¨®n de una disciplina eclesi¨¢stica, que pocos practican.
No parece sin embargo que se pueda catalogar a este "Papa que viene de lejos", como ¨¦l dice de s¨ª mismo, como un conservador, tal y como hacen de hecho quienes esgrimen su figura para legitimar intereses pol¨ªticos conservadores. Porque si en temas como la educaci¨®n o la familia, Juan Pablo Il coincide con esas posturas, cuando habla del orden econ¨®mico aboga por la planificaci¨®n, la cogesti¨®n o la misma autogesti¨®n que, pese al corporativismo inherente, se acuerdan mal con el neoliberalismo al d¨ªa en esas fuerzas conservadoras, por no recordar sus condenas de la pena de muerte o su colaboraci¨®n con el grupo pol¨ªtico y progresista Znack, en su Cracovia.
En la documentaci¨®n elaborada por la Conferencia Episcopal, como por distintas organizaciones de base, se le quiere contar al Papa la realidad del pa¨ªs que va a visitar. Le hablan de los dos millones de parados, de las asechanzas que amenazan al sistema democr¨¢tico, de la violencia que mata y tambi¨¦n de los conflictos entre una sociedad que quiere ser laica y las reivindicaciones de una Iglesia que clama por sus derechos. La llegada del Papa, tres d¨ªas despu¨¦s de que se hayan celebrado las elecciones generales con el triunfo aplastante de los socialistas, introduce una nuevo elemento, ausente en esas consideraciones. Seg¨²n el portavoz de los obispos espa?oles, una de las razones para colocar la visita del Papa en fechas tan cercanas al 28 O era la de hacer coincidir la estancia del Papa con la del Gobierno con quien se hab¨ªa negociado el viaje.
El ¨¦xito socialista en los recientes comicios tendr¨¢ que incidir, y no s¨®lo protocolariamente, en el contexto general de las relaciones entre Iglesia cat¨®lica y sociedad espa?ola. De los dichos y hechos de Juan Pablo II se deduce que el actual Papa trata de impulsar, tambi¨¦n con sus viajes, una mayor presencia de la Iglesia cat¨®lica en la sociedad (prueba de ello es su favor a una organizaci¨®n con tanta penetraci¨®n social como el Opus Dei). Ese empe?o papal se traduce en muchas partes por una acentuaci¨®n del corporativismo de la Iglesia cat¨®lica, como ha ocurrido en Espa?a, que se vi¨® ahora correspondido desde el Estado por una vieja concepci¨®n de la pol¨ªtica que colocaba en los Ministerios de Educaci¨®n, Justicia y, frecuentemente, en Asuntos Exteriores, a pol¨ªticos democristianos.
La modernizaci¨®n del Estado, que propugnan los socialistas, se concretar¨¢ en una mayor nitidez de su sentido laico del Estado, lo que no tiene por qu¨¦ significar resurrecci¨®n del viejo anticlericalismo, sino simplemente respeto exquisito de la libertad religiosa, del pluralismo confesional y del car¨¢cter no confesional de todas las instituciones estatales. La Iglesia tendr¨¢ que definir mejor, como ya han apuntado varios prelados, su lugar en la democracia. En ese reajuste, la Iglesia se va a encontrar ante reivindicaciones defendidas por los socialistas, como las referidas a la dimensi¨®n moral del cambio (lucha contra la corrupci¨®n, el fraude, o la picaresca laboral) con los que pueden conectar. M¨¢s conflictivas pueden ser las medidas que pudieran tomarse sobre la financiaci¨®n de la escuela privada o decisiones sobre pol¨ªtica familiar, temas ambos que ocupar¨¢n un lugar de honor en los parlamentos del Papa. En cualquier caso, ser¨¢ dificil hacer abstracci¨®n de la nueva situaci¨®n, resultante de las urnas, a la hora de entender esos cuarenta discursos que yacen en el fondo de las maletas que acompa?an a Juan Pablo II en su visita a Espa?a.
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