La destrucci¨®n del Centro y su posible reconstruccion
EL ESPECTACULAR derrumbamiento electoral del centrismo, que ha ca¨ªdo desde los 6.200.000 votos obtenidos en 1979 a los 2.160.000 logrados el pasado jueves por la UCD de Landelino Lavilla (1.550.000) y el CDS de Adolfo Su¨¢rez (615.000), debe ser analizado no s¨®lo para averiguar sus causas, sino tambi¨¦n para extraer algunas leciones hacia el futuro. Tanto el PSOE como AP se han beneficiado del abandonismo del antiguo electorado centrista, aunque el impresionante crecimiento de ambas opciones -unos cuatro millones y medio de votos en provecho de cada una de ellas- procede tambi¨¦n de la victoria del sistema democr¨¢tico sobre el abstenc¨ªortismo y de los votos arrebatados a competidores situados respectivamente a su izquierda (un mill¨®n perdido por los comunistas) y a su derecha (la mayor¨ªa, del antiguo electorado de Fuerza Nueva).De esta forma, el invento fletado por Adolfo Su¨¢rez, que gan¨® los comicios de 1977 y 1979, se ha desplomado en la tercera convocatoria democr¨¢tica. Tanto Landelino Lavilla como Adolfo Su¨¢rez hicieron una campa?a marcada por la honestidad, el esfuerzo, la dignidad, la coherencia con sus principios y el sentido de responsabilidad. El ex presidente Su¨¢rez ha dado un ejemplo de convicci¨®n casi emocionante al asumir su nuevo papel de outsider, en pugna con las enormes limitaciones econ¨®micas y organizativas del reci¨¦n fundado CDS, perjudicado por esa disoluci¨®n anticipada de las Cortes Gerierales, que apuntaba, entre otras, a disminuir sus posibilidades. UCD, en cambio, dispuso de grandes recursos financieros, contaba con su condici¨®n de partido en el Gobierno y dispon¨ªa de la ventaja estrat¨¦gica del buen emplazamiento de los espacios gratuitos en Televisi¨®n. De a?adidura, Lavilla hizo todo lo que estuvo en sus manos para tratar de conectar con el electorado y ratific¨®, cori impecable aferramiento a los principios constitucionales, el ideario democr¨¢tico del centro.
Afortunadamente, tanto Landelino Lavilla como Adolfo Su¨¢rez han salvado su esca?o en el naufragio que ha arrojado a las playas del desempleo pol¨ªtico al propio presidente del Gobierno, a un buen n¨²mero de sus ministros y a la flor y nata de la baron¨ªa centrista. De esa hecat¨®mbe se han librado algunos profesionales incombustibles -Rodolfo Mart¨ªn Villa, P¨ªo Cabanillas, Sancho Rof, Marcelino Oreja, Gabriel Cisneros- de UCI), cuyos doce diputados formar¨¢n grupo parlamentario propio, y Agust¨ªn Rodr¨ªguez Sahag¨²n, ex ministro, ex presidente de UCD y hombre de confianza de Su¨¢rez. Pero las urnas han fallado en contra de las figuras m¨¢s publicitadas del centrismo, como Leopoldo Calvo Sotelo, Fernando Abril, Jos¨¦ Pedro P¨¦rez-Llorca, Rafael Arias-Salgado, I?igo Cavero, Jaime Lamo de Espinosa, Soledad Becerril, F¨¦lix P¨¦rez M?yares, Ignacio Camu?as, Federico Mayor Zaragoza, Luis G¨¢mir, Ignacio Bay¨®n y Santiago Rodr¨ªguez Miranda, y de un largo etc¨¦tera que incluye a pol¨ªticos merecedores de mejor suerte, como Juan Jos¨¦ Ros¨®n, Alberto Oliart, Jaime Garc¨ªa A?overos, Juan Antonio Ortega o Manuel Broseta. Al parecer, no s¨®lo la revoluci¨®n devora a sus hijos, sino tambi¨¦n la reforma.
Por lo dem¨¢s, tres son las l¨ªneas de reflexi¨®n que suscitan el derrumbamiento del centrismo: las razones de ese fracaso, la valoraci¨®n de sus consecuencias para la estabilidad del sistema constitucional y la posibilidad de que la cat¨¢strofe de 1982 sea o no el comienzo del fin para la opci¨®n centrista. Quiz¨¢ sea demasiado pronto para sacar consecuencias ciertas respecto al complejo conglomerado de factores que precipitaron a UCD en el abismo. De a?adidura, la tendencia de los protagonistas de esa hecatombe, incluidos los que encontraron un gratificador refugio en Alianza Popular o el PSOE, a echarse mutuamente en cara los errores o las traiciones produce demasiados ruidos en los canales informativos y colma de sentimientos de culpa a la pol¨¦mica. Desde fuera, los socialistas, que tan h¨¢bilmente atacaron la estabilidad interna del centrismo durante 1980, explican la quiebra de UCD por causas macropol¨ªticas, en especial por la falta de idoneidad de ese partido para expresar adecuadamente los intereses econ¨®micos y los valores ideol¨®gicos de la derecha espa?ola. Los doctrinarios de Alianza Popular coinciden parcialmente en ese an¨¢lisis, Si bien parecen olvidar que la movilizaci¨®n interelasista que logr¨® Adolfo Su¨¢rez en provecho de UCD forzosamente obligaba a compatibilizar las expectativas del centroizquierda con las exigencias de la derecha cl¨¢sica. Dentro de la familia centrista, los an¨¢lisis globales suelen ser sustituidos por apreciaciones micropol¨ªticas y por cr¨®nicas de la peque?a historia. Fen¨®menos tan complejos como el derrumbamiento del partido en el Gobierno se resisten, sin embargo, a respuestas simplistas.
En cualquier caso, la discusi¨®n en torno a las causas del hundimiento de UCD ofrece menos inter¨¦s que la valoraci¨®n de sus efectos sobre el equilibrio pol¨ªtico o que el estudio de las perspectivas de futuro para el desfalleciente pero no sepultado proyecto centrista. A nuestro juicio, la liquidaci¨®n del centro podr¨ªa tener consecuencias destructoras para la Monarqu¨ªa parlamentaria., en el supuesto de que Alianza Popular fuera incapaz de asumir las responsabilidades de lealtad democr¨¢ticaque le corresponden como principal partido de la oposici¨®n y sucumbiera a la tentaci¨®n de mover la mesa del juego mediante maniobras extraparlamentarias. Para tener la garant¨ªa de que la izquierda moderada tiene su r¨¦plica en una derecha tambi¨¦n moderada, la supervivencla del centrismo es, por ahora, imprescindible.
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