La sotana
En los siglos XVI y XVII la gente era reconocida en la calle por su atuendo. El m¨¦dico llevaba sortij¨®n con piedra engastada (preludio de la tumba, seg¨²n el maldicente Quevedo); el juez, gran hopalanda; el jud¨ªo, una marca; el soldado, galas brillantes; el estudiante, la capa gastada y la beca, y el sacerdote, su sotana. Poco a poco, los representantes de las diversas profesiones parecieron irse avergonzando de su aspecto y buscaron el anonimato incorpor¨¢ndose sartorialmente a los dem¨¢s, y hoy, incluso en las actividades m¨¢s vocadas al sacrificio han abandonado sus ropas peculiares. Hoy es dif¨ªcil ver a un militar de uniforme fuera del cuartel o a un sacerdote con h¨¢bito que no est¨¦ ante un altar. Este ¨²ltimo pas¨® primero al clergyman de aspecto h¨ªbrido con el collar¨ªn revelador por encima del traje civil, collar¨ªn que fue sustituido pronto por una leve crucecita en la solapa y, por fin, nada. Hoy, el sacerdote no se distingue del abogado, del funcionario de Aduanas ni del obrero metal¨²rgico. De cuando en cuando, un revoloteo de faldas masculinas hace volver la cabeza en una acera madrile?a. "Un p¨¢rroco de pueblo", comenta alguien.Ahora, el Papa, poco antes de su viaje a Espa?a, ha usado un concepto moderno, el de la imagen, para reforzar el concepto antiguo y ordenar a los sacerdotes que, al menos cuando est¨¦n en Roma, vistan la sotana y si es posible lo hagan siempre.
Lo cual a m¨ª me parece muy bien. Creo que al sacerdote tiene que v¨¦rsele a la legua -para buscarle o para rehuirle- para que no quepa duda de qui¨¦n es y a lo que se dedica. A m¨ª, personalmente, me resulta un poco inc¨®modo que tras estar hablando media hora con un desconocido en un bar sobre f¨²tbol, cine o mujeres, se despida de m¨ª ofreci¨¦ndose en lo que pueda servirme como p¨¢rroco de San Antonio. Me considero entonces un poco estafado, como si hubiera estado hablando con un polic¨ªa de inc¨®gnito (en ambos casos son gente que investiga la conciencia ajena) y yo en la higuera. Los curas tienen que vestir de forma diferente.
?Que porqu¨¦? Pues porque son diferentes. Siempre me ha extra?ado la teor¨ªa del cat¨®lico moderno asegurando que el cura es un hombre como los dem¨¢s, puede aparecer en p¨²blico como los dem¨¢s y casarse como los dem¨¢s. "Niego la primera", que dec¨ªamos en clase de l¨®gica. ?C¨®mo va a ser como los dem¨¢s un hombre que consigue que el propio Jesucristo descienda a la hostia por las palabras que ¨¦l pronuncia en la consagraci¨®n? ?C¨®mo va a ser como los otros quien puede, con otras palabras dichas en el momento oportuno, librarte de los pecados cometidos y enviarte al cielo si mueres al poco rato?
No. El Papa tiene raz¨®n. El sacerdote es algo excepcional, y su vida, por ello, tiene que ser tambi¨¦n excepcional, empezando por c¨®mo se viste y por la vida que lleva... corno el celibato. Quien se casa contrae una obligaci¨®n particular con un grupo reducido (la familia), cuyas exigencias de atenci¨®n, amorosa y econ¨®mica, le impedir¨ªan prestar la atenci¨®n debida a la obligaci¨®n p¨²blica (la parroquia), que debe ser su ¨²nica obsesi¨®n. Por otra parte, su misi¨®n consejera se ver¨ªa seriamente da?ada por su ejemplo particular. ?Qu¨¦ cura puede decir a una muchacha que limite sus arrebatos amorosos si todo el barrio sabe a los que se lanza la propia hija del sacerdote? No; el cura tiene que estar siempre velando ang¨¦licamente sobre los problemas diarios de una familia. Es la ¨²nica manera de poder juzgarlos.
A m¨ª me gustar¨ªa que todos los curas fuesen de sotana, como me gustar¨ªa -ya por razones est¨¦ticas- que todas las profesiones llevaran p¨²blicamente un signo caracter¨ªstico como en los viejos tiempos. Me gustar¨ªa ver por la calle a los catedr¨¢ticos con muceta y birrete, los jueces y abogados con toga, los estudiantes con largas y deshilachadas capas, los militares con guerrera (?qu¨¦ nombre m¨¢s l¨®gico!) de la misma manera que vemos, sin extra?arnos, a carteros, guardias, marineros o poceros municipales. Eso contribuir¨ªa a dar a la calle un colorido espl¨¦ndido, en lugar de la gris¨¢cea sensaci¨®n que produce ahora tanta gente vestida de id¨¦ntica forma. Volvamos a nuestras se?as de identidad. Zapatero, a tus zapatos, y cura, a tus sotanas. Papa dixit.
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