Miguel Bos¨¦ descubre los 'inc¨®modos' s¨ªmbolos de una generaci¨®n urbana, la juventud del 56'
El cantante acaba de lanzar el nuevo disco 'Bravo, muchachos'
Las oficinas de la multinacional discogr¨¢fica para la que graba Miguel Bos¨¦ ocupan toda la planta de uno de los edificios paraneoyorkinos del Madrid de cemento y vidrio, ne¨®n y ficus gigantescos, hamburgueser¨ªas y nights subterr¨¢neos que forman el barrio de Azca. Nada m¨¢s adecuado para el muchacho alto y fuerte que irrumpe en uno de los despachos al final de la tarde, cuando la Castellana brinca de luces al otro lado del ventanal, y el ¨¢mbar de los sem¨¢foros se mezcla con el amarillo de las banderas vaticanas que festonean los arcenes. Entra Miguel, urbano, fatigado, cubierto de niqui rosa y pantal¨®n de cuero color tabaco. Cari?oso, como siempre. Sembrado de ojeras, con una melancol¨ªa in¨¦dita.
"Cada vez me cuesta m¨¢s sonre¨ªr", le dice al fot¨®grafo. "Puedo reir a carcajadas o quedarme serio. Pero sonre¨ªr...". Est¨¢ muy serio, s¨ª, en la portada de su nuevo disco, el que contiene su nueva canci¨®n Bravo muchachos, cuyo lanzamiento motiva esta entrevista. Antes de la llegada de Miguel, alguien de la casa me ha puesto el tema una y otra vez en un tocadiscos recoleto, y ahora, al saludar al superhijo Miguel, me sorprendo canturreando lo en voz baja. Tambi¨¦n me han ense?ado el ¨¢lbum que acaba de mandarle una fan, una especie de delirio lleno de fotos recortadas, de frases de amor y celos: "Mucho ojo con salir con Giannina Faccio. S¨¦ de buena tinta que todav¨ªa est¨¢ con Julio Iglesias". Ha crecido, Miguel, desde la ¨²ltima vez que nos vimos, y no estoy segura de que a ¨¦l eso le guste, a pesar de lo que diga en la entrevista; vive solo ahora, en Mil¨¢n, y, pese al entusiasmo con que habla de su primera casa propia, de su agujero, no puede sustraerse a la sombra de Somosaguas, de Lucia, de esa gavilla de mujeres sabias junto a las que se hizo ni?o y adolescente: ahora le toca hacerse hombre, y le toca hacerlo a solas.
"Me va muy bien", dice en seguida. Y repite: "Muy bien, muy bien, muy bien. Aunque el trabajo es enorme, pero me lo estoy tomando con otra filosof¨ªa, con otra tranquilidad. Paro poco en Espa?a, es cierto, ahora s¨®lo son quince d¨ªas de promoci¨®n. Quisiera actuar la pr¨®xima temporada, y arreglar algunas cosas... Estoy muy quemado aqu¨ª. Porque es verdad que nadie es profeta en su tierra, pero uno siempre se resiste a creerlo. En este pa¨ªs, cada ma?ana tienes que demostrarle a la gente qui¨¦n eres y qu¨¦ sabes hacer, y esa palabra, demostrar, no me gusta, porque tiene algo de altanero, de machista. Yo vengo a ofrecer, a ofrecer algo que s¨¦ hacer. Luego puede gustar a unos y a otros no, pero demostrar... Este sigue siendo un pa¨ªs tremendamente mediocre. Es muy fuerte decirlo, pero es as¨ª. No estoy hablando de las nuevas generaciones, que son gente brillante y creativa, sino de las anteriores, del peso que las lastra".
"En este mercado, el espa?ol, yo tengo unas ra¨ªces, y le entrego toda mi energ¨ªa. Lo que pasa es que, al internacionalizarme, y lo hago no s¨®lo por m¨ª sino por abrir una brecha para todo lo que venga detr¨¢s, porque hay unas expectativas tremendas hacia todo lo que salga de Espa?a... Dec¨ªa que, l¨®gicamente, eso me ocupa un tiempo que se lo quito a mi pa¨ªs. Y me cuesta mucho, porque no estoy en casa, y t¨² sabes lo que son para m¨ª mi casa y mi familia, un foco de energ¨ªa muy importante. No estoy aqu¨ª, no veo a mis amigos, he perdido su contacto, no s¨¦ d¨®nde est¨¢n".
Su otra familia de m¨²sicos
Su otra familia, ahora, la componen las 52 personas que trabajan para ¨¦l, que viven para ¨¦l: sus m¨²sicos, sus t¨¦cnicos. "Y amigos del mundo del arte, del cine, del teatro. Es un gueto en el que todos estamos un poco marginados, pero tiene un buen rollo, por lo menos en la casa de cada uno". La idea de hacer Bravo muchachos surgi¨® cuando Miguel conoci¨® a uno de esos hombres que ahora trabajan para ¨¦l, Guido Morra, que es de su misma edad: "Le propuse escribir una canci¨®n dedicada a la gente de nuestra generaci¨®n, a la gente nacida en el 56, gente que est¨¢ un poco en equilibrio, a cien mil metros del asfalto, un poco como si fu¨¦ramos s¨ªmbolos urbanos, banderas de ciudad un poco inc¨®modas. Hay, entre nosotros, muchas ideolog¨ªas, muchas procedencias. Pero en el fondo somos eso que dice la canci¨®n: buenos chicos, buena gente". En Italia, en donde est¨¢ librando batalla desde hace meses, Bravo muchachos se convirti¨® en una especie de lema: a Miguel le deten¨ªan por la calle sus coet¨¢neos, le abordaban en los caf¨¦s. "?Yo tambi¨¦n soy del 56!", le gritaban. A los h¨¦roes de la selecci¨®n italiana, despu¨¦s del Mundial, los recibieron cantando esa canci¨®n, se convirti¨® en una especie de himno.
Y aqu¨ª est¨¢ Miguel, bravo muchacho. Superviviente de aquel verano en que las quincea?eras gritaron m¨¢s que nunca, aupando a ¨ªdolos que eran como caramelos, como golosinas para adolescentes: ¨ªdolos para chupar y tirar. "De repente, fue como si arrojasen un mont¨®n de objetos al mar. Unos flotaron, otros no. Unos salimos adelante, otros no. Unos ten¨ªamos planteamientos m¨¢s duraderos, otros sab¨ªan que se trataba de una moda ef¨ªmera. El trabajo serio, a m¨ª, me ha llevado fuera de Espa?a, y eso me ha hecho da?o, porque, ahora, no es ¨¦ste mi mercado m¨¢s fuerte, pero a lo mejor est¨¢ bien as¨ª, porque el p¨²blico no est¨¢ saturado. Quiz¨¢s, ahora, aqu¨ª, es mi momento real".
Habla de su madre: "Esa mujer incre¨ªble. Ahora est¨¢ cambiando la casa de arriba abajo, abriendo espacios nuevos, pasando a otros colores, a otros olores. Por culpa de eso no ha podido aceptar una oferta de N¨²ria Espert para hacer varios Lorca juntas, por el extranjero. ?Te imaginas lo que hubiera sido?". De su padre, el torero, no habla, soy yo quien le pregunta. "Est¨¢ muy bien, muy fuerte. Yo creo que ha chupado toda la sangre de los corn¨²petas que mat¨® a lo largo de su vida". Y habla de s¨ª mismo: "A veces me veo como era antes, en fotos o en v¨ªdeos antiguos. Y me dan ganas de decirle a ese Miguel, no crezcas, por Dios; me dan ganas de proteger a ese hermano menor que ya no existe, de congelar la imagen para que no tenga continuaci¨®n. Y la ha tenido, claro, y la va a tener ... Me asusta no tener tiempo".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.