La religiosidad castellana no se agota en el monolitismo ortodoxo
Claro est¨¢ que ser¨ªa algo m¨¢s que dif¨ªcil tratar de apresar en unos cuantos caracteres lo que pudiera tener de singular una religiosidad como la castellana, porque naturalmente el castellanismo no es algo asi como una realidad ontol¨®gica que haya pasado incorrupta e incambiada desde Berceo, pongamos por caso, hasta Juan de la Cruz, un hidalgo del barroco, una cofrad¨ªa aldeana del siglo XIX o una comunidad de base de un barrio urbano de estos mismos d¨ªas. Y cuando en el catolicismo espa?ol, en gran parte conformado por Castilla desde luego como el pa¨ªs entero, se habla de tradici¨®n ya se sabe que es la de anteayer mismo por la ma?ana: la tradici¨®n del catolicismo barroco como mucho, y m¨¢s bien la tradici¨®n del catolicismo jur¨ªdico-pol¨ªtico del siglo XIX.Claro est¨¢ que no ha pervivido otra manera de encarnaci¨®n de lo cat¨®lico que la barroca y contrareformista. Ese catolicismo barroco acab¨® con toda la pluralidad anterior, aunque, por supuesto, ¨¦l mismo se encarnara en Castilla de una determinada forma mucho m¨¢s austera y seca que en otras partes, incluso en las manifestaciones m¨¢s l¨²dicas del barroco popular. Una religiosidad jur¨ªdico-can¨®nica se impuso en toda regla, y su condici¨®n sociol¨®gica, o si se quiere socio-pol¨ªtica, se fue acentuando m¨¢s y m¨¢s a medida que se iba separando de todo car¨¢cter de opci¨®n y vivencias personales, de convicciones vivas y de fe l¨²cida y consciente.
El catolicismo es as¨ª entendido como horizonte socio-pol¨ªtico y cultural y puede ser perfectamente compatible con un distanciamiento individual de toda creencia o con su rnera admisi¨®n como tradici¨®n cultural al nivel de otros h¨¢bitos o convicciones culturales recibidos de los mayores.
As¨ª las cosas, el roce de una visi¨®n y conciencia religiosa como las del catolicismo barroco con la moderna sociedad secular, por muy poco moderna y muy poco secular que sea lo que de la modernidad ha llegado hasta nosotros, no pod¨ªa ser menos que muy ruidoso. En realidad, no se da el problema de que la fe cristiana queda enfren tada al mundo moderno, sino que son el cristianismo historificado en el barroco y el catolicismo barroco los que quedan enfrentados y, naturalmente, llevan las de perder, como todo anacronismo.
Ese catolicismo barroco, por ejemplo, carece por completo de una visi¨®n b¨ªblica y, desde luego, de una fe contrastada con la raz¨®n; tiene, por el contrario, un tic todav¨ªa muy poderoso contra Biblia y raz¨®n, y no tiene ni sospecha de la religiosidad interior o la aventura religiosa del alma, realidades ambas precisamente frente a las cuales se estructur¨® todo el barroco.
De manera que tambi¨¦n se explica perfectamente el hecho que dicen comprobar quienes desde la misma Iglesia evocan categor¨ªas evang¨¦licas o b¨ªblicas en general o una religiosidad interior y que comprometa al yo del individuo: la incomprensi¨®n y el rechazo o la extra?eza ante tantas novedades.
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