'Las bicicletas son para el verano' vuelve al Espa?ol para unas 40 representaciones
El Espa?ol entra en la cartelera. Sala de piernas endebles, la de un actor ha retrasado esta temporada, como la de otro retras¨® la pasada. La circunstancia no repercute sobre toda la programaci¨®n, sino sobre la obra de comienzo. La otra temporada sufri¨® La vida es sue?o, que se fue del escenario sin perder p¨²blico en la sala. La v¨ªctima de ahora es Las bicicletas son para el verano, de Fernando Fern¨¢n G¨®mez. Mal programada la temporada pasada, quiz¨¢ por poca fe en la obra por parte de los programadores, hubo un peque?o esc¨¢ndalo cuando se retir¨® de cartel con s¨®lo treinta representaciones a teatro lleno; se la recuper¨® para ahora, y el accidente de Agust¨ªn Gonz¨¢lez -l¨®gicamente insustituible porque tiene un valor especial de protagonista en esta obra de protagonistas, y porque tampoco se sustituy¨® a Jos¨¦ Luis G¨®mez en circunstancia parecida- y la programaci¨®n inmediata la van a reducir a poco m¨¢s de otras cuarenta (se retira el 15 de diciembre). Algo pasa en el teatro para que una obra excepcional como ¨¦sta, decididamente apadrinada por el p¨²blico, no pueda seguir adelante. La escenograf¨ªa, la n¨®mina, los contratos de algunos actores la hacen imposible de trasplantar a otro teatro, o de salir fuera de Madrid, mientras el dinero de las subvenciones oficiales puede desperdigarse en espect¨¢culos sin p¨²blico. O en actividades in¨²tiles. La tendencia nacional a buscar culpables es pr¨¢cticamente in¨²til: lo que falla es un sistema, una estructura teatral, que se ha ido deformando durante muchos a?os, y que, mientras obliga a mantener obras que no quiere el p¨²blico, retira otras necesarias. Una parte de la culpa de que el p¨²blico no vaya al teatro est¨¢ en estos errores. A Fern¨¢n G¨®mez ya le ocurri¨® algo parecido con su anterior y excelente obra Los domingos, bacanal, programada en el desierto de verano y expulsada del teatro para dejar paso a otra programaci¨®n anterior y obligada: nunca m¨¢s se ha recuperado. Para ver Las bicicletas..., los que no consigan verla en esta fugaz aparici¨®n tendr¨¢n que esperar a la versi¨®n cinematogr¨¢fica, cuyo gui¨®n est¨¢ en las expertas manos de Lola Salvador.
Error antiguo
Podr¨ªa suceder que la obra que sustituye a Las bicicletas... en el Espa?ol, Flor de oto?o, de Rodr¨ªguez M¨¦ndez (montada en Valencia, por el teatro de la Diputaci¨®n), corriera una suerte parecida: que tuviese m¨¢s demanda de p¨²blico de lo que permite el tiempo de contrataci¨®n. Es bastante probable. En este caso, la pel¨ªcula ha precedido a la representaci¨®n teatral, y la obra lleva bastantes a?os sin encontrar escenario, la cual, a juzgar por el texto le¨ªdo (y sin prejuzgar lo que pueda ser su montaje, direcci¨®n, interpretaci¨®n ... ), ofrec¨ªa un inter¨¦s considerable. El tema, la ¨¦poca, el ¨¢mbito, la teatralidad y el di¨¢logo que ha dado su autor hacen pensar en que pueda gustar mucho. Y en que pueda irse casi in¨¦dita, para dejar paso a otros espect¨¢culos necesariamente programados -ni el Espa?ol ni el Centro Dram¨¢tico pueden permitirse ya m¨¢s lujos de los que se permiten en la improvisaci¨®n de sus temporadas- para asegurar una continuidad. Pero puede que haya un error antiguo de planteamiento de esta forma de programar. Los teatros oficiales parecen hechos para satisfacer a su p¨²blico, casi como en las temporadas de ¨®pera o de conciertos, que han quedado reducidas a unos abonados, a unas minor¨ªas fijas, pero que no est¨¢n hechas para un p¨²blico general. La movilidad de estos teatros tendr¨ªa que estar hecha con unas condiciones parecidas a las de los teatros comerciales, es decir, con la capacidad de prolongar las obras o los espect¨¢culos requeridos por el p¨²blico y quitar los rechazados. Lo cual tendr¨ªa que aumentar el factor de improvisaci¨®n... Desde un punto de vista econ¨®mico, el cambio de sistema parece necesario porque a¨²n se debe emplear m¨¢s delicadeza en la administraci¨®n de caudales p¨²blicos que en los de una empresa privada, donde el empresario hace lo que quiere con su propio capital. Desde un punto de vista cultural y art¨ªstico porque parece necesario volver al sistema de que sea el p¨²blico el que elija su propio teatro.A nadie se le pueden ocultar las inmensas dificultades que tienen para ello los programadores de los teatros oficiales, aparte del acierto o desacierto de su selecci¨®n. Por eso hay que insistir en que no se trata de arrojar culpabilidades sobre nadie, sino sobre la lenta superposici¨®n de un sistema que ha ido poco a poco aboliendo la voluntad popular para manejarse por otros caminos. Y que el mismo factor de crisis engendra crisis. La inseguridad en que el presupuesto de una obra pueda cubrirse directamente por la taquilla; la desaparici¨®n de las compa?¨ªas estables; la necesidad que tienen los actores de cubrirse del riesgo de unos contratos muy breves aceptando otros para otras obras, para el cine o para la televisi¨®n, son todos productos de una crisis de confianza, pero a su vez aumentan el valor de esa crisis, en cualquiera de sus dos extremos: la obligaci¨®n de prolongar obras sin p¨²blico y la de quitar obras con p¨²blico.
La temporada del Espa?ol, como la del Mar¨ªa Guerrero, tiene ya esos problemas, que se concentran en esto: muchos alicientes para los habituales, para la clase selecta y dirigente -dentro de la cultura-, que decide, nombra, elige y critica" y una gran incertidumbre para lo que podr¨ªa ser la masa de los espectadores, a la que se ha privado poco a poco del derecho de elegir. En las condiciones actuales en que se desenvuelve el arte y la econom¨ªa teatral, todo esto parece insalvable. Pero hay una cosa clara: si no se encuentran soluciones que devuelvan el teatro al p¨²blico, su lenta desaparici¨®n terminar¨¢ por producirse. Quedar¨¢ reducido a lo que la ¨®pera, el ballet, la zarzuela son ya: casi un museo para minor¨ªas iniciadas.
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