Discurso pronunciado en el Palacio Real
Juan Pablo II dirigi¨® unas palabras a los Reyes de Espa?a y a las autoridades presentes en la recepci¨®n oficial en el Palacio Real de Madrid. El discurso ¨ªntegro del Papa es el siguiente:"Majestades, se?ores:
Es para m¨ª motivo de satisfacci¨®n tener este encuentro con Vuestras Majestades, con las autoridades del Gobierno y los representantes del Parlamento. As¨ª como con los dem¨¢s distinguidos miembros de los sectores m¨¢s calificados de la sociedad espa?ola.
Agradezco ante todo la exquisita acogida, en perfecta consonancia con el profundo sentido de hospitalidad del pueblo espa?ol, y las deferentes palabras de Su Majestad, que tan autorizadamente interpreta el sentir de los espa?oles. Y aunque mi viaje a Espa?a tiene un car¨¢cter eminentemente religioso, con esta visita de cortes¨ªa deseo expresar mi saludo y mi respeto a los leg¨ªtimos representantes del pueblo espa?ol, que los ha elegido como mandatarios suyos, para regir los destinos de la naci¨®n. Un respeto que quise dejar fuera de toda sombra de duda -si en alguno hubiera podido insinuarse- ya antes de mi venida y que hoy reitero en el presente contexto p¨²blico.
En la misma l¨ªnea de mis precedentes viajes apost¨®licos, llego a Espa?a como mensajero de la fe, para cumplir el mandato de Cristo de ense?ar su doctrina a todas las gentes.
Un mensaje que es nuevo para cada persona o generaci¨®n y es siempre buena nueva, porque habla de fe, de amor entre los hombres, de respeto a su dignidad y valores fundamentales, de paz, de concordia, de libertad y de convivencia. Causas todas ellas que ayudan a la promoci¨®n del hombre y que tanto lugar ocupan en mis propias tareas.
Buena nueva tambi¨¦n para los pueblos, especialmente cuando est¨¢n empe?ados en construir sobre bases renovadas su presente y su futuro. Porque la Iglesia, respetando gustosamente los ¨¢mbitos que no le son propios, se?ala un rumbo moral, que no es divergente o contrario, sino que coincide con las exigencias de la dignidad de la persona humana y los derechos y libertades inherentes. Y que constituyen la plataforma de una sana sociedad.
Es l¨®gico a la vez que, fiel a su deber, y aun respetando la autonom¨ªa del orden temporal (confrontar Gaudium et spes, 36), la Iglesia pide la misma consideraci¨®n hacia su misi¨®n, cuando se trata de la esfera de cosas que miran a Dios y que rigen la conciencia de sus hijos. En las diversas manifestaciones de su vida personal y social, privada y p¨²blica.
Soy consciente de que vengo a una naci¨®n de gran tradici¨®n cat¨®lica, muchos de cuyos hijos contribuyeron intensamente a la humanizaci¨®n y evangelizaci¨®n de otros pueblos. Son p¨¢ginas hist¨®ricas que hablan muy alto de vuestro pasado.
Ahora est¨¢is comprometidos en una nueva estructuraci¨®n de vuestra configuraci¨®n p¨²blica, que respete debidamente la unidad y peculiaridades de los diversos pueblos que integran la naci¨®n.
Sin pretender dar juicios concretos sobre aspectos que no son de mi incumbencia, pido a Dios que os d¨¦ acierto en las soluciones a adoptar, para que se preserve la arm¨®nica convivencia, la solidaridad, el mutuo respeto y bien de todos.
Ese equilibrio de Espa?a repercutir¨¢ de manera positiva en el ¨¢rea geogr¨¢fica de la que form¨¢is parte y en la que leg¨ªtimamente dese¨¢is integraros de modo m¨¢s pleno. Una Espa?a pr¨®spera y en paz, empe?ada en promover relaciones fraternas entre sus gentes y que no olvide sus esencias humanas espirituales y morales, podr¨¢ dar una valiosa contribuci¨®n a un futuro de justicia y paz en Europa y en el concierto de las naciones: sobre todo de aquellas con las que os unen especiales v¨ªnculos hist¨®ricos.
Para lograr esos objetivos s¨¦ que os est¨¢is esforzando por crear una convivencia civil en la libertad, participaci¨®n y respeto de los derechos humanos. Dentro de la pluralidad de opciones leg¨ªtimas, y de? debido respeto entre ellas, que siente la sociedad espa?ola.
Os deseo que se salvaguarde siempre la libertad solidaria y responsable ese don precioso de la persona humana y fruto de su dignidad. Y que vuestro sistema de libertad se base en todo momento en la observancia de los valores morales de la misma persona. As¨ª podr¨¢ ella realizarse de veras, individual y colectivamente.
Tslo puedo concluir estas palabras sin renovar mi agradecimiento a su majestad el Rey y al Gobiemo, por la invitaci¨®n a venir a este nobil¨ªsimo pa¨ªs, y por todas las facilidades que est¨¢n prestando al mejor desarrollo del mismo.
Quiero asegurarles mi profundo aprecio por todo ello.
Que Dios bendiga a la familia real, a las autoridades todas y al querido pueblo espa?ol, para que disfrute siempre de un clima de paz, prosperidad, justicia y concordia".
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