El Papa invita a los l¨ªderes pol¨ªticos a defender la libertad, "don precioso de la persona"
"Estais comprometidos, dec¨ªa Juan Pablo II a los l¨ªderes pol¨ªticos que se hab¨ªan dado cita en el palacio Real para saludar al hu¨¦sped del Vaticano, "en una nueva estructuraci¨®n de vuestra configuraci¨®n pol¨ªtica, que respete debidamente la unidad y peculiaridades de los diversos pueblos que integran la naci¨®n. Sin pretender dar juicios concretos sobre aspectos que no son de mi incumbencia, pido a Dios que os d¨¦ acierto en las soluciones a adoptar, para que se preserve la arm¨®nica convivencia, la solidaridad, el mutuo respeto y bien de todos".
A las 10,45 horas tomaba tierra en la parte trasera del Palacio Real el helic¨®ptero que tra¨ªa al Papa del Palacio de la Zarzuela donde se hab¨ªa dirigido una hora antes, tras la misa en el cementerio de la. Almudena, para saludar en visita privada a la familia real. All¨ª fue recibido por el Rey Juan Carlos quien le condujo personalmente en un coche de la Casa del Rey hasta la entrada de la Zarzuela. En la puerta principal fue saludado por la reino Sof¨ªa, a quien felicit¨® el Papa, con motivo de su 44 cumplea?os, En uno de los salones, salud¨® a los padres del Rey y a unos cuarenta empleados del servicio de la residencia.De la Zarzuela se trasladaron en distintos helic¨®pteros al Palacio de la calle Bail¨¦n, donde le esperaban la clase pol¨ªtica espa?ola y altas personalidades militares y un gran p¨²blico que ocupaba la mitad de la Plaza de la Armer¨ªa del Palacio Real.
El rey Juan Carlos comenz¨® saludando a las autoridades eclesi¨¢sticas y s¨¦quito vaticano, presentes en el Palacio. Luego el Papa procedi¨® a saludar a las distintas personalidades civiles, a las que un estudiado protocolo hab¨ªa ido colocando en los distintos salones del Palacio. En la primera habitaci¨®n salud¨® el Papa a los miembros de la familia real, a quienes imparti¨® su bendici¨®n. En la segunda le esperaban el presidente del Gobierno en funciones, Leopoldo Calvo Sotelo y el presidente electo, Felipe Gonz¨¢lez, acompa?ados ambos de sus respectivas esposas. Sin detenerse a dialogar con ellos, prosigui¨® el Papa con sus saludos, en la tercera sala, al Presidente de las Cortes, Landelino Lavilla; del Senado, Cecilio Valverde; del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial, as¨ª como al Gobierno en pleno, todos ellos acompa?ados de sus esposas. Tan s¨®lo la ministra de cultura, Soledad Becerril, apareci¨® sin consorte.
El lendakari' Garaikoetxea excusa su ausencia
En la siguiente sala, Juan Pablo II di¨® la mano a los presidentes de los entes auton¨®micos de Catalu?a, Galicia, Andaluc¨ªa, Asturias, Cantabria, Rioja, Murcia, Valencia, Arag¨®n, Castilla la Mancha, Castilla-Le¨®n, Canarias, Navarra y Baleares. De entre los presidentes tan s¨®lo Carlos Garaikoetxea falt¨® a la cita. El gabinete de prensa del Gobierno Vasco excus¨¦ la ausencia del Lendakari quien "no iba a poder acudir a la misma".. El Presidente, del Gobierno Vasco pas¨® la ma?ana despachando asuntos oficiales y por la tarde celebr¨® la reuni¨®n habitual del Consejo del Gobierno Vasco.
A continuaci¨®n, el Papa salud¨® al presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor, Teniente General Lacalle Leloup y a los miembros de la JUJEM. El Papa daba la mano a las personas mayores y se inclinaba, cuando ten¨ªa que saludar a los ni?os, hasta darles un beso en la frente, gesto que repiti¨® con frecuencia.
Tras saludar a estas personalidades, el Papa, introducido por el Rey, quien de paso hizo de cicerone, explicando algunas pinturas, lleg¨® al Sal¨®n del Trono, donde ya le esperaban todas las personalidades saludadas y los presidentes de los grupos parlamentarios. Los reyes se colocaron a la derecha del Papa y a continuaci¨®n las autoridades eclesi¨¢sticas, entre ellas Felipe Gonz¨¢lez, flanqueado del cardenal Taranc¨®n, con quien hab¨ªa departido anteriormente. A la derecha del Papa, el Gobierno en funciones. El Rey Juan Carlos, por deferencia, baj¨® un escal¨®n, cuando el Papa comenz¨® su discurso. Fue entonces cuando Juan Pablo II tir¨® levemente de la manga del Rey, quien reaccion¨® acerc¨¢ndose hacia el Papa. Cuando comprendi¨® las intenciones de ¨¦ste, volvi¨® a situarse en ¨¦l escal¨®n inferior.
En su discurso, Juan Pablo II record¨® el car¨¢cter eminentemente religioso de su visita, aunque deseaba aprovechar esta ocasi¨®n para "expresar mi saludo y mi respeto a los leg¨ªtimos representantes del pueblo espa?ol, que los ha elegido como mandatarios suyos, para regir los destinos de la naci¨®n". La Buena Nueva de la que es portador, como mensajero evang¨¦lico, es tambi¨¦n una buena noticia "para los pueblos, especialmente cuando est¨¢n empe?ados en construir sobre bases renovadas su presente y su futuro".
Defensa del "don precioso de la libertad"
En efecto, el imperativo moral cristiano, se?al¨® Juan Pablo II, "coincide con las exigencias de la dignidad de la persona humana y los derechos y libertades a ella inherentes y que constituyen la plataforma de una sana sociedad". En contrapartida, se tiene que entender que la Iglesia "pida la misma consideraci¨®n hacia su misi¨®n" en temas tocantes a la conciencia de sus hijos y a las manifestaciones de !u propia vida. Como en el discurso de Barajas, Juan Pablo II evoc¨® la tradici¨®n cat¨®lica de un pa¨ªs como Espa?a, ahora comprometido en una nueva configuraci¨®n pol¨ªtica y a la que desea todos los aciertos para lograr "las arm¨®nica convivencia, la solidaridad, el mutuo respeto y bien de todos". La realizaci¨®n de esos deseos contribuir¨¢, opinaba el Papa, a la integraci¨®n deseada de Espa?a en Europa y en el concierto de las naciones.
"Para lograr esos objetivos", dec¨ªa el Papa, "s¨¦ que os est¨¢is esforzando por crear una convivencia civil en la libertad, participaci¨®n y respeto de los derechos humanos , dentro de la pluralidad de opciones leg¨ªtimas y del debido respeto entre ellas, que siente la sociedad espa?ola". Y Juan Pablo II conclu¨ªa invitando a la defensa de la libertad, "ese don precioso de la persona humana".
A los aplausos de los presentes, tras el discurso, se sumaba una cerrada ovaci¨®n proveniente de los que hab¨ªan seguido al Papa y que se encontraban en la Plaza de la Armer¨ªa. El Rey invit¨® al Papa a salir a saludarles. Este, a su vez, pidi¨® al Rey que le acompa?ara, quien as¨ª hizo, junto a dem¨¢s miembros de su familia, el cardenal Taranc¨®n y el Nuncio. Los dos porfiaban en mutuas invitaciones para dirigir unas palabras a la muchedumbre. Fue, finalmente, Juan Pablo II quien se acerc¨® al micr¨®fono para decir: "muchas gracias a todos; el Papa quiere a todos los espa?oles, especialmente a los madrile?os".
Preguntado Felipe Gonz¨¢lez sobre la opini¨®n que le merec¨ªan las palabras de Juan Pablo II, respondi¨®: "Ha sido un discurso muy adecuado a nuestra realidad y muy de agradecer por su parte. Creo que comprende bien nuestra situaci¨®n y pienso que se debe estar satisfecho del desarrollo del viaje papal". Soiicitado igualmente sobre su deseo de haber podido entrevistarse con el Papa, el lider socialista contest¨® que "me hubiera gustado poder recibir al Papa y decirle: bienvenido, Santidad, a una Espa?a en libertad".
Leopoldo Calvo, por su parte, coment¨®: "Ha sido un discurso muy sereno, ponderado, certero y directo, como suelen ser siempre las palabras del Papa; en cuanto al viaje", a?adi¨®,"creo que se est¨¢ cumpliendo el deseo del Papa de que tenga un car¨¢cter eminentemente pastoral".
El nuevo l¨ªder de la oposici¨®n, Fraga Iribarne, fuertemente aclamado por una parte del p¨²blico, dijo: "El discurso de Juan Pablo II me ha parecido prudente y oportuno. Yo creo que este viaje beneficia no s¨®lo a Espa?a y a los cat¨®licos espa?oles, que saldr¨¢n reforzados en su fe, sino tambi¨¦n a la Iglesia universal". Para Santiado Carrillo "ha sido un discurso impregnado de simpat¨ªa por Espa?a, de ¨¢nimo a los espa?oles y con un contenido evang¨¦lico, natural en el Papa".
El cardenal de Madrid, Vicente Enrique y Taranc¨®n, opinaba: "El Papa ha pronunciado un discurso conveniente. El recibimiento que est¨¢n tributando los espa?oles al Papa es muy bueno". Al mismo tiempo, se retificaba en la idea de que es l¨®gico que se hubiera celebrado en Madrid ese encuentro del Papa con las autoridades pol¨ªticas.
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