Cambio y madurez social
Antes de celebrar las elecciones se dispone por los ciudadanos de un d¨ªa de reflexi¨®n, innovaci¨®n buena y conveniente para que el que ha de votar piense con calma lo que debe hacer. Bueno es tambi¨¦n y conveniente que despu¨¦s de las elecciones nos tomemos un tiempo, mejor largo que corto, para reflexionar sobre el significado y consecuencia de las elecciones. Me parece, siguiendo este camino, que el punto de arranque para hacerse una idea clara del porqu¨¦ del resultado est¨¢ en la ponderaci¨®n cuidadosa de la cifra de votantes del partido socialista.Casi diez millones, que suman, con escasa distancia, la mitad pr¨¢cticamente del electorado y, en cualquier caso, much¨ªsimos m¨¢s votos que cualquiera otra de las opciones pol¨ªticas que se han presentado. Quiere decir esto que en Espa?a han votado al partido socialista much¨ªsimos m¨¢s j¨®venes y much¨ªsimas m¨¢s mujeres que le hab¨ªan votado nunca.
En efecto, de acuerdo con las estad¨ªsticas de que disponemos, parece que la gran votaci¨®n en favor del socialismo procede de que los j¨®venes han vencido a la indiferencia, al famoso y superficial desencanto, y que muchas mujeres han saltado la barrera de prejuicios que tradicionalmente les obligaba a dar un voto incondicional y sin cr¨ªtica a las derechas.
Como he dicho con frecuencia, el desencanto en la juventud actual es la consecuencia de no disponer de ning¨²n entusiasmo convincente al que sumarse. Tanto es as¨ª que el entusiasmo se desea y se busca, y con frecuencia se sustituye por la simple e insuficiente excitaci¨®n de los sentidos. Pero no es esto s¨®lo; a mi juicio, estamos en el umbral de un nuevo romanticismo; nuevo no porque aparezca otra vez, sino por el significado antib¨¦lico y solidario que impregna los entusiasmos de las incipientes utop¨ªas. Signo de esta tendencia es el giro de los j¨®venes espa?oles desde la abstenci¨®n o la indiferencia hasta la adhesi¨®n a un programa que ofrece, particularmente, valores morales y cambios en el comportamiento.
Mujeres de todas las edades
Por lo que ata?e al voto femenino, el an¨¢lisis de lo que significa a¨²n es m¨¢s indiciador y sorprendente. La mujer no puede ignorar -tenga dieciocho, treinta o sesenta a?os- qu¨¦ propone el partido socialista y qu¨¦ ha propuesto y votado en las anteriores legislaturas. Aunque son proposiciones y actitudes moderadas, siempre apuntan a la renovaci¨®n y liberaci¨®n de los antiguos prejuicios que han sometido con tanta frecuencia la voluntad de la mujer, en lo que toca a los asuntos p¨²blicos, a la obediencia ciega respecto de convenciones que con frecuencia estaban en contradicci¨®n con el nivel actual del buen sentido.
No hay que.esforzarse mucho para inducir de los dos hechos fundamentales que hemos subrayado que la sociedad espa?ola, al menos la parte m¨¢s progresista y, por consiguiente, m¨¢s din¨¢mica de ella, ha sufrido un cambio profundo. La respuesta pol¨ªtica a este cambio ten¨ªa que ser, necesariamente, la triunfadora.
El gran peso que la derecha tiene sobre sus hombros en todas las partes en que existe es que no puede dejar de ser arcaica, pues, en cuanto deja de serlo, deja de ser derecha. S¨®lo en circunstancias muy graves, rota toda esperanza, la gente se refugia en el pasado, como si el pasado fuese por s¨ª -mismo seguridad.
Pero ¨¦stos son casos extraordinarios. El proceso normal es que la historia discurra de entusiasmo en entusiasmo, apoy¨¢ndose en cambios que postergan lo inactual. El haber percibido que el cambio social en Espa?a hab¨ªa llegado a la madurez y proponer un cambio pol¨ªtico correlativo ha sido el gran acierto del partido socialista.
Conciencia del l¨ªmite
Aunque parece evidente que la derecha no puede adecuarse por modo absoluto a las exigencias del presente, pues dejar¨ªa de ser derecha, no es menos cierto que, si se trata de una derecha segura de s¨ª y responsable, debe reducir la distancia con el cambio y no aumentarla, seg¨²n los dirigentes conservadores de talento han hecho siempre.Por otra parte, el partido socialista est¨¢ practicando la pol¨ªtica de la moderaci¨®n o, lo que es lo mismo, tiene conciencia del l¨ªmite, porque eso, y no otra cosa, es moderaci¨®n. Si a?adimos que en pol¨ªtica el l¨ªmite no se mide por los extremos, sino por lo posible, concluiremos que la madurez social que respalda el cambio producir¨¢ la proximidad pol¨ªtica necesaria entre izquierdas y derechas para que la distancia no impida el entendimiento.
Hay tambi¨¦n otra consecuencia de las elecciones que, a mi juicio, se explica por raz¨®n de la madurez social para el cambio a que antes he aludido. Me refiero a la pr¨¢ctica desaparici¨®n de los partidos de centro en el ¨¢mbito parlamentario. Quiz¨¢ la causa m¨¢s honda no est¨¦, en el fraccionamiento de UCD, sino en la valoraci¨®n de los partidos de centro como proponentes de un cambio tibio, precedido de una historia pol¨ªtica tibia frente a las exigencias sociales. La mayor¨ªa de los espa?oles quiere un cambio que responda a las exigencias reales de la sociedad que lo pide, y eso, en cierto modo, hace del centro un estorbo. El bipartidismo de hecho a que hemos llegado responde a las condiciones que nos definen como una sociedad madura para un cambio profundo, lo que exige un instrumento pol¨ªtico cuya estructura y cuya historia no supongan l¨ªmites para la pr¨¢ct¨ªca del cambio. En estas ¨¦pocas, en que la sociedad pide s¨ª o no, el papel de centro lo subsume el propio partido que propone el cambio.
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