Uruguay dice 'no'
FALSEADAS, EQUIVOCAS, limitadas, las elecciones celebradas en Uruguay el domingo han representado, sin embargo, lo que ahora se llama "una victoria moral" -como en Brasil- para quienes se oponen a la continuaci¨®n de un r¨¦gimen militar impuesto por dos golpes de Estado consecutivos -1973 y 1976- que representa en el poder el general Gregorio Alvarez desde hace un a?o. Ya la oposici¨®n general -es decir, la oposici¨®n negativa a la continuidad del poder obligado- rechaz¨® en noviembre de 1980, por refer¨¦ndum, el proyecto de ley de Constituci¨®n redactada impune y solitariamente para legalizar el poder existente: graciosamente, ese poder interpret¨® el resultado negativo como una expresi¨®n de que el pueblo no quer¨ªa Constituci¨®n, sino continuidad... Veremos c¨®mo interpreta los resultados del domingo (todav¨ªa no completos ni proclamados oficialmente).En estas elecciones hab¨ªa dos caracter¨ªsticas esenciales: en primer lugar, no se votaban delegados ni diputados, sino una especie de compromisarios para que formasen unas convenciones en las que se definir¨ªan los partidos pol¨ªticos. Estos, a su vez, quedar¨ªan autorizados para redactar con los militares una nueva Constituci¨®n -que as¨ª ya no ser¨¢ la expresi¨®n de su voluntad ¨²nica de dominio-, que a su vez ser¨¢, cuando llegue el lejano momento, sometida a refer¨¦ndum. En segundo lugar, las autoridades no hab¨ªan autorizado las candidaturas de los partidos que no fueran los tres que consideraban m¨¢s dom¨¦sticos: los blancos y colorados, que se reparten tradicionalmente el pa¨ªs, y la Uni¨®n C¨ªvica, de los cat¨®licos. La oposici¨®n m¨¢s abierta, los partidos que construyeron el Frente Amplio -que ven¨ªa a ser un reflejo de la unidad que hab¨ªa logrado entonces en Chile- est¨¢n prohibidos. Y sus dirigentes, en el exilio, cuando no en la c¨¢rcel. Todas estas irregularidades llevaron a los prohibidos y perseguidos a pedir a la poblaci¨®n que votase en blanco. La poblaci¨®n parece haber votado en una proporci¨®n importante, y el resultado -o la tendencia que hasta ahora se conoce- favorece considerablemente a quienes de entre todos cuantos se presentaban lo que se considera la oposici¨®n permitida. Una oposici¨®n d¨¦bil y mediatizada, probablemente -o seguramente-, pero con una representaci¨®n ante los ojos de los uruguayos: la de la posibilidad de decir no a los dictadores. Significar¨ªa esto que los partidos que van a reformarse o reconstruirse mediante las convenciones con los compromisarios elegidos ahora deber¨ªan representar en su di¨¢logo con los militares una especie de repulsa al r¨¦gimen actual y una tendencia clara a la democratizaci¨®n. Sumados esos votos a los emitidos en blanco, son una negativa rotunda a los militares.
La institucionalizaci¨®n que se ha dado desde el mando a estas elecciones no va a permitir, como se ve, que el cambio en Uruguay llegue m¨¢s lejos de lo que ellos mismos permitan; y permiten muy poco, a no ser -como en otros pa¨ªses latinoamericanos- ciertas posturas que permitan cargar la responsabilidad de los destrozos econ¨®micos. A menos que los electos lleven adelante -y podr¨ªa ser una de sus oportunidades pol¨ªticas- una fuerza de discusi¨®n y de presi¨®n que los militares tuvieran que atender. Pero hay que entender bien que son partidos que tampoco desean que levanten cabeza las formaciones del antiguo Frente Amplio.
No es, por tanto, la capacidad de cambio lo que brilla en estas elecciones sino, sobre todo, la reafirmaci¨®n de la tendencia de una mayor¨ªa que hasta ahora parece considerable a interrumpir el poder militar; lo cual indica, en este caso, el final de una opresi¨®n muy ruda, de una supresi¨®n de todas las libertades y de un desastre econ¨®mico. Una vez m¨¢s, el pueblo de Uruguay ha dicho no. Puede que, una vez m¨¢s, sea deso¨ªdo o sea tergiversado el sentido de su votaci¨®n. Pero no va a poder seguir siendo siempre as¨ª.
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