El ascensor
Creo que es el ¨²nico sitio donde conviven unos extra?os totales, el ¨²nico lugar en que una sociedad que sigue siendo clasista en la elecci¨®n de bar o taberna, restaurante o tasca, coche o metro, se confunde, se mezcla y, sobre todo, se ve de cerca.Y tan de cerca... Gente que se ignoraba hasta entonces queda situada a unos cent¨ªmetros, y hay, qui¨¦rase o no, un tacto constante de codos, por mucho que uno se encoja cuando se abre la puerta y unas cuantas figuras m¨¢s aparecen con la evidente intenci¨®n de ocupar su puesto en el peque?o recinto.
En estas circunstancias, la gente reacciona de forma distinta, seg¨²n su prisa, su obsesi¨®n o su temperamento. Existe el tipo del ejecutivo que entra acompa?ado de un socio con el que sigue discutiendo el problema planteado en la reciente reuni¨®n y que va a ser el tema de la pr¨®xima. Esos tipos, en general, consideran el ascensor como un simple tr¨¢mite f¨ªsico sin la menor incidencia en su vida personal. Entran hablando de sus cosas ("no puedes aceptar menos del quince porque si no est¨¢s perdido") y salen hablando de lo mismo ("ahora bien, lo que hay que decirles entonces es que la hipoteca..."). Generalmente no saludan al entrar ni se despiden al salir. Est¨¢n envueltos en !u mundo comercial y no van a perder su tiempo, it's money, hablando con unos advenedizos de los que no van a sacar nada pr¨¢ctico.
Los otros, los que van solos, se distraen escuch¨¢ndoles mientras miran hacia arriba. En ning¨²n sitio se mira hacia arriba como en el ascensor, y la raz¨®n no se debe a una s¨²bita tensi¨®n m¨ªstica, sino a que es de los pocos sitios adonde se puede mirar si no quiere uno encontrarse con los ojos ajenos. Y una regla no escrita pero com¨²nmente respetada es que el cruce de miradas debe ser r¨¢pido y breve. Tras verse y observarse, hay que cambiar las pupilas de direcci¨®n. Y como hacia abajo dar¨ªa una sensaci¨®n de melancol¨ªa o timidez exagerada, no hay m¨¢s remedio que levantar la mirada hacia lo alto. La ventaja es que en lo alto a menudo est¨¢ la serie iluminada de los pisos que van pasando, y ello permite a esa mirada huidiza una raz¨®n de ser. Tambi¨¦n vale el comentario en voz alta con un vecino que no sea ejecutivo, es decir, que acepte ese trato m¨ªnimo que se establece entre dos vecinos de ascensor. Ah¨ª nace la original observaci¨®n sobre la velocidad o lentitud de esos trastos, y aun puede intercalarse, si el trayecto es largo, alguna experiencia personal, como la vez en que uno se qued¨® detenido durante media hora, "pero pareci¨® un siglo, oiga", en una de esas cabinas.
Situaci¨®n que aceptar¨ªa con esc¨¢ndalo otro tipo normal en esos trayectos, que es el mensajero. Ese acostumbra a ser joven, dice s¨®lo "hola" cuando entra y en seguida empieza a silbar mientras mira impaciente los n¨²meros sucesivos del panel. Generalmente no habla con nadie. Est¨¢ pendiente de lo que tarda el ascensor y calculando si, entre la entrega de un pedido y la recogida de un mensaje, podr¨¢ tener tiempo de tomarse un cubata con la amiga. Para ¨¦l el ascensor es siempre una lata, y en el descenso a veces incluso lo evita bajando a grandes saltos la escalera para llegar, si no antes, menos nervioso.
S¨ª; el ascensor es un microcosmos socialmente interesante, y por ello ha sido utilizado en comedia y tragedia por muchos directores de cine que sacan partido de la variedad en la masa y, todav¨ªa m¨¢s, del encuentro de dos personas solas. Cuando eso ocurre y son del sexo opuesto, es evidente que hay algo de electricidad en el ambiente; la novedad de viajar con desconocidos, a que me refer¨ªa antes, se intensifica y se agrava. Flota impalpable en el ambiente la posibilidad de una aventura, pero esta aventura puede ser de car¨¢cter positivo (amoroso) o de car¨¢cter tr¨¢gico (robo o violaci¨®n). Por eso, a menudo en estos casos, es la muchacha, despu¨¦s,de encender un cigarrillo para darse ¨¢nimos y disimular su turbaci¨®n -ha le¨ªdo tanto, ha visto tantas pel¨ªculas- la que .inicia la conversaci¨®n. No es desfachatez. Es el intento de conocer, a trav¨¦s de la voz, algo m¨¢s del hombre que comparte con ella el espacio m¨ªnimo. Cree que hablando se har¨¢n m¨¢s amigos, m¨¢s noblemente amigos, y resultar¨¢ menos peligroso.
Porque el ascensor puede ser, adem¨¢s de un viaje vertical, un viaje espiritual y aun sensual. Luchando contra el reloj, claro.
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