Pol¨ªtica iconogr¨¢fica
Un premostratense germano, Johannes Zahri, public¨® a fines del siglo XVII la obra titulada Specula physico-mathematica-historica (Nuremberg, 1690). Ya en el siglo XIX era rara y no muy estimada a la vez, cosa que suele ocurrir con los llamados libros raros y curiosos, dentro de los cuales podr¨ªa establecerse la secci¨®n de los que son raros y est¨²pidos a la par. El de este fraile no es particularmente est¨²pido, al parecer, y fue objeto de reflexi¨®n para el padre Feijoo, que hizo un resumen de lo que dec¨ªa acerca del car¨¢cter y aspecto de pueblos y naciones, discrepando en punto a la caracterizaci¨®n de los espa?oles. Zahn afirmaba bajo la palabra del benedictino (yo no tengo a mano su texto) que hab¨ªa confeccionado su tabla con arreglo al "sentir com¨²n de las naciones". El "sentir com¨²n" era el de que los espa?oles en lo corporal somos horrendos, en el ¨¢nimo como elefantes, en el vestido modestos, en costumbres graves, en la mesa fastidiosos, en la hermosura demonios, en la conversaci¨®n hablamos (mientras que los alemanes a¨²llan, los italianos deliran, los franceses cantan y los ingleses lloran).En ciencia somos especiales para la teolog¨ªa, falaces en fidelidad, cautos en el consejo, constantes en la religi¨®n, magn¨ªficos en las armas, tiranos los maridos en el matrimonio; esclavas, en consecuencia, las mujeres; los criados son meros sujetos y, en fin, padecemos de toda clase de enfermedades, mientras que la gota es propia del alem¨¢n robusto, la peste del d¨¦bil italiano, los males ven¨¦reos de los franceses y el lupo de los ingleses. El espa?ol -por ¨²ltimo- se muestra generoso al morir. Le¨ªa yo esto hace unos d¨ªas y la protesta del padre Feijoo; el cual afirmaba, rotundamente, que no somos horrendos de cuerpos, ni demonios en la hermosura, ni falaces; por el contrario, en los cuerpos y hermosura airosos, y firmes en la fidelidad. Poco antes hab¨ªa recorrido las calles de Madrid y de San Sebasti¨¢n, llenas de retratos de pol¨ªticos en trance de propaganda electoral y pensaba que, con la tabla del padre Zahn en la mano, no hubiera podido hacerse ¨¦sta... y que, en cambio todos eran feijoonianos, porque se presentaban hermosos, airosos, firmes, etc¨¦tera. La cavilaci¨®n sigui¨® adelante: estos pol¨ªticos se ve que, en el fondo, son todos cat¨®licos, como buenos espa?oles... y te¨®logos, dentro siempre de la tabla citada. Porque demuestran tener gran fe en las im¨¢genes.
Un principio de falta de fe popular observaba, sin embargo, en casos, cuando a la flamante efigie de alg¨²n l¨ªder se le hab¨ªa mutilado un ojo, se le hab¨ªan a?adido bigotes o alg¨²n aditamento ofensivo, como puede serlo un par de cuernos. Pero, en conjunto, hay que confesar que hemos estado muy contentos todos, ante tanta sonrisa bondadosa, sana dentadura, pelo blen peinado, gafa electoral y corbata elegante.
Despu¨¦s, el resultado de las elecciones hace pensar de nuevo. ?Hasta qu¨¦ punto este lujo iconogr¨¢fico ha dado resultados positivos? ?Qu¨¦ reflejaban las caras en relaci¨®n con los programas y los resultados electorales? En fin: ?se debe seguir haciendo pol¨ªtica iconogr¨¢fica en el grado que se ha hecho? Muchos no dudar¨¢n de que la imagen del pol¨ªtico es algo eficaz. Algunos pensamos que no. Muchos creer¨¢n, tambi¨¦n, que siendo la cara el espejo del alma, la cara del pol¨ªtico vale tanto como un programa. Algunos creemos que no. Y as¨ª nuestra discrepancia va haci¨¦ndose m¨¢s y m¨¢s honda cuanto m¨¢s pensamos sobre este tema. Nadie duda de que un retrato puede ser un s¨ªmbolo y que un aimagen ideal es expresi¨®n de la fe religiosa de modo com¨²n. Los retratos de Marx o Lenin evocan, sin duda, una ideolog¨ªa que a unos entusiasma y a otros da pavor. Pero detr¨¢s de la frondosa pelambre del uno o de los ojos oblicuos del otro est¨¢n El capital y otras muchas obras. La imagen ideal de san Francisco de As¨ªs nos habla de otras. Pero el que escribe no ve que tras las correctas im¨¢genes multiplicadas durante la pasada propaganda electoral pudiera uno decir: ?C¨®mo se ve que don Fulano es un robusto defensor del materialismo hist¨®rico! ?C¨®mo se ve que el seductor rostro de don Mengano, hasta su alfiler de corbata, refleja sus convicciones religiosas! Porque hay l¨ªderes revolucionarios que dan una oronda imagen sacerdotal y l¨ªderes de otros grupos que podr¨ªan anunciar de modo envidiable productos ¨®pticos o dent¨ªfricos y otros que con su vaga sonrisa pueden prometer todo y nada: el progreso, la felicidad, etc¨¦tera. En ¨²ltima instancia, si todas las caras son equivalentes, la pol¨ªtica iconogr¨¢fica resulta una pol¨ªtica problem¨¢tica: m¨¢s insegura en sus resultados que la basada en el uso de la palabra y en el viejo arte de persuadir.
En esto tambi¨¦n hemos sentido los efectos de una superabundancia de horas de propaganda hablada: m¨¢s por televisi¨®n que en m¨ªtines o asambleas memorables. Lo que se o¨ªa, en general, ten¨ªa la misma calidad que las sonrisas prometedoras, los cabellos bien peinados y las corbatas bien puestas. Muchos anuncios de bondad inconcreta.
?Y el resultado? El resultado arrollador de una voluntad popular, claramente expresada, que no ha tenido demasiado en cuenta la imagen y s¨®lo un poco m¨¢s la propaganda. Un resultado basado en la experiencia de los siete a?os ¨²ltimos, que, con relaci¨®n al porvenir electoral, puede resumirse en esto: menos im¨¢genes, menos palabras... M¨¢s programas concretos.
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