La pena de muerte con inyecci¨®n
Coincido plenamente con su editorial del d¨ªa 9 de diciembre, donde se rechaza la pena de muerte, aunque sea con el moderno procedimiento de inyectar un veneno bajo control m¨¦dico. A este prop¨®sito, recuerdo que la Asociaci¨®n M¨¦dica Mundial, en la asamblea celebrada el a?o pasado en Lisboa, acord¨® que "no se puede exigir a ning¨²n m¨¦dico que aplique la pena de muerte, aunque los m¨¦todos utilizados recurran a sustancias m¨¦dicas o que en otras circunstancias sean utilizadas en la pr¨¢ctica de la medicina".Como bien dice su editorial, "por as¨¦ptico que sea el m¨¦todo de matar, el hecho mismo de hacerlo es un acto repugnante". Nada pinta un m¨¦dico en la ejecuci¨®n de una pena de muerte, ni en la amputaci¨®n de una mano a los ladrones, como sucede en algunos pa¨ªses isl¨¢micos; ni en la realizaci¨®n de un aborto provocado, acto tan frecuente en pa¨ªses donde felizmente la pena de muerte est¨¢ abolida.
Ninguna de esas intervenciones es un acto m¨¦dico. El acto m¨¦dico no se define por el recurso a una sustancia, un instrumento o una t¨¦cnica que se utilicen en medicina, ni tan siquiera por la circunstancia de que se realice en un medio hospitalario por unos profesionales de la sanidad. Hay un acto m¨¦dico cuando esa intervenci¨®n se propone salvar una vida o mejorar la salud. Toda intervenci¨®n de un m¨¦dico dirigida a procurar la muerte viola el juramento hipocr¨¢tico, invocado tan oportunamente en su editorial. Y si un m¨¦dico no debe prestarse a terminar con la vida de un hombre, aunque sea culpable de un crimen, con mayor raz¨®n deber¨¢ negarse a interrumpir la vida de un inocente, condenado a muerte porque sus padres no desean que nazca. Hay que deslindar los campos entre m¨¦dico y verdugo, ya se trate de lo que eufem¨ªsticamente podr¨ªamos llamar una ILV (interrupci¨®n legal de la vida) o de una IVE (interrupci¨®n voluntaria del embarazo). /
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