Un centro cristiano
EL CONGRESO Extraordinario de UCD ten¨ªa, te¨®ricamente, la triple obligaci¨®n hist¨®rica de realizar una valoraci¨®n cr¨ªtica de su proceso de descomposici¨®n interna, analizar las razones de su fracaso electoral y poner las bases para la futura reconstrucci¨®n del centro. Sin embargo, los compromisarios que asistieron a la funeraria reuni¨®n del pasado fin de semana han defraudado las esperanzas de quienes conced¨ªan todav¨ªa a UCD un cierto margen para estar a la altura de sus responsabilidades. Los personalismos caciquiles, los planteamientos a ras de tierra y una pedestre falta de aliento han deparado un espect¨¢culo m¨¢s deprimente a¨²n que las peleas que destruyeron, cuando estaba en el poder, al partido que fue del Gobierno. Las repercusiones de este aquelarre operar¨¢n de manera negativa sobre el funcionamiento de nuestro sistema pol¨ªtico, a menos que las iniciativas procedentes de otros sectores para reconstruir el centro tengan ¨¦xito. La rearticulaci¨®n de una opci¨®n capaz de cubrir el espacio ide¨®logico, social y electoral situado entre el PSOE y la derecha acaudillada por Manuel Fraga no es un artificioso proyecto de ingenier¨ªa pol¨ªtica, sino una necesidad funcional para el equilibrio de nuestro r¨¦gimen parlamentario. Nadie debe olvidar que los sufragios sumados de UCD y CDS rebasaronel 28 de octubre los dos millones de votos, pese a los suicidas planteamientos de sus campa?as electorales, y que CiU y PNV representan, en Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco, a m¨¢s de un mill¨®n de ciudadanos situados en el centro pol¨ªtico.La escasa atenci¨®n prestada por la opini¨®n p¨²blica al Congreso Extraordinario de UCD fue, en buena parte, el reflejo del desinter¨¦s con que los propios militantes y dirigentes del desfondado centrismo acudieron a la reuni¨®n o se mantuvieron al margen de la misma. Pero los delegados que desempe?aron un papel activo en el espect¨¢culo escenificado el pasado fin de semana convirtieron el drama de un partido pol¨ªtico precisado de una catarsis en una tragicomedia desbordante de agresiones personales, situaciones equ¨ªvocas y chistes colegiales. Si a los ganadores de unas elecciones hay que exigirles altura de miras a la hora de la victoria, a los perdedores hay que pedirles cierta grandeza para asumir la derrota. Los dirigentes de UCD no supieron hurtarse, cuando estaban en el Gobierno, a las luchas por el poder, pero incomprensiblemente tampoco han sabido evitar las peleas por administrar su miseria. Un partido que pierde m¨¢s de cuatro millones de votantes y 155 diputados en tres a?os y medio de gobierno tiene la exigencia moral y el deber pol¨ªtico de hacer un riguroso examen de las causas -end¨®genas y ex¨®genas- que le han conducido a una de las m¨¢s estruendosas cat¨¢strofes producidas en la historia de los sistemas democr¨¢ticos. Pero los barones que se dignaron asistir al Congreso Extraordinario de UCD, del que estuvo ausente el primer d¨ªa nada menos que el anterior presidente del Gobierno, optaron por derivar la indagaci¨®n cr¨ªtica de sus errores hacia una pugna de capillas, carente de aliento moral, pol¨ªtico e intelectual.
El resultado de esa pelea de pasillos ha sido el nuevo bautismo de UCD como partido democristiano, que pone todas su,s esperanzas de regeneraci¨®n en la cobertura exterior que pueda prestarle la Internacional Democristiana. La soluci¨®n escogida podr¨ªa ser viable si no fuera por la circunstancia de que la historia de la transici¨®n trat¨® con enorme dureza las tentativas de un centro hegem¨®nico a la italiana, como pueden testimoniar Joaqu¨ªn RuizGim¨¦nez y la familia Gil-Robles, El fracaso de una opci¨®n aut¨®nomamente democristiana ha redundado en la diseminaci¨®n de sus concepciones por todo el espectro pol¨ªtico. Mientras el PSOE ha incorporado a sus filas a sectores de la izquierda democr¨ªstiana -cuyo emparentamiento retrospectivo con Juli¨¢n Besteiro no deja de ser una insostenible fantas¨ªa ideol¨®gica- y ha elegido a Gregorio Peces-Barba como presidente del Congreso y elegir¨¢ a Joaqu¨ªn Ruiz-Gim¨¦nez como Defensor del Pueblo, el Partido Dem¨®crata Popular de Oscar Alzaga ha colgado a la derecha democristiana en la percha de sus acuerdos electorales y parlamentarios con Alianza Popular. Si la nueva UCD concurre a las elecciones municipales en coalici¨®n con Alianza Popular y el PDP, bajo el liderazgo conjunto de Manuel Fraga, ser¨ªa preciso derrochar enormes cantidades de ingenio para convencer a alguien de que Oscar Alzaga y Landelino Lavilla representan opciones pol¨ªticas realmente distintas. La definici¨®n democristiana de UCD va a ampliar, en cualquier caso, las n¨®minas del desempleo pol¨ªtico. Los liberales residuales buscar¨¢n seguramente refugio en el PDL de Antonio Garrigues, a quien la astucia de la raz¨®n expuls¨® bondadosamente de las candidaturas conjuntas con UCD el 28 de octubre. Los autodenominados socialdem¨®cratas tendr¨¢n que emprender el camino de regreso a la vida privada, salvo que Adolfo Su¨¢rez est¨¦ dispuesto a amnistiar a quienes le abandonaron despu¨¦s de su defenestraci¨®n como presidente del Gobierno. A Landelino Lavilla le queda empero el hueso duro de roer de unos cuantos diputados de UCD -mayoritarios dentro del Grupo Parlamentar¨ªo Centrista- ajenos a la ideolog¨ªa democristiana en particular y a las ideolog¨ªas pol¨ªticas en general. En t¨¦rminos empresariales, UCD es, en estos momentos, un partido en quiebra, acosado por los deudores y con escasas perspectivas de sanear un pasivo econ¨®micamente ruinoso. No es probable, por consiguiente, que los azules tengan el menor inter¨¦s por continuar militando en las bases o en los puestos directivos de un partido cuyo nombre est¨¢ asociado con el fracaso electoral y las querellas internas, y cuya tesorer¨ªa no puede hacer frente a las letras de los proveedores y los cr¨¦ditos vencidos de los bancos. Pero tampoco es seguro que algunos diputados derrotados en el Congreso Extraordinario de UCD -como Rodolfo Mart¨ªn Villa, Jes¨²s Sancho Rof, Gabriel Cisneros o P¨ªo Cabanillas- renuncien a utilizar sus esca?os como pelda?os para conservar en la mano alguna baza, por peque?a que sea, que les permita continuar el juego.
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