Los arquitectos
El libro de Tom Wolfe que ahora viene a Espa?a, sobre El arquitecto como mandar¨ªn, a¨²n est¨¢ in¨¦dito, pero lo va a editar Herralde / Anagrama. Wolfe centra su estudio en el Bauhaus feroz, mito de la arquitectura contempor¨¢nea que incluso el gran Xavier Rubert de Vent¨®s, por ejemplo, trata con respeto o distancia en La est¨¦tica y sus herej¨ªas.Wolfe dedica su libro a McDonough, "que sabe d¨®nde se esconden todos los ¨¢ngulos agudos entre esos cuadrados". Nosotros tambi¨¦n sabemos, por lo que se refiere a la moderna arquitectura espa?ola, d¨®nde se esconden los ¨¢ngulos agudos y conflictivos, los problemas no resueltos. Y m¨¢s que los problemas t¨¦cnicos, los problemas sociol¨®gicos, pues que la arquitectura es la m¨¢s sociol¨®gica de las artes. He dicho "arquitectura moderna espa?ola" y se comprende que quiero decir medieval / patriarcal, ya que aqu¨ª empezamos con las casas "altas de hombros", despu¨¦s de la guerra, que eran un mimetismo alem¨¢n / hitleriano, y luego fuimos pasando al manhattanismo hortera y rascaleches, que dec¨ªa Miguel Hern¨¢ndez, a trav¨¦s de una egiptolog¨ªa pobre de ladrillo visto y un Gran San Blas donde el personal tiene que lavarse la cara con el grifo (que rasca un poco) por las ma?anas, porque es lo que se le queda en la mano cuando va a dar el agua. Pero el mandar¨ªn de la arquitectura espa?ola no es el arquitecto, sino el constructor, el especulador, el inmobiliario, el t¨ªo. Franco se trataba m¨¢s con sociedades an¨®nimas que con arquitectos. La Castellana, que era como una Viena dentro de unos prism¨¢ticos, la han convertido en la calle de los mataderos de Chicago.
Luego, cuando el r¨¦gimen, que aquello s¨ª que era un r¨¦gimen, tuvo una iniciativa, Arias-Navarro levant¨® la Torre de Valencia por encima del neocl¨¢sico carolino de la Puerta de Alcal¨¢, "perchero de Madrid", seg¨²n Ram¨®n y ah¨ª estan, frente a lo que fuera un palacio de Medinaceli (vi sacar de los escombros ba?eras de oro), las Torres de Jeri?ac, que era como le llamaban Pem¨¢n y su Academia al co?ac y al jerez. Dice Wolfe: "Oh, hermoso pa¨ªs, el de los horizontes espaciosos, el del ambarino oleaje del trigo, ?existe otro lugar en el mundo donde tanta gente rica y poderosa haya costeado y soportado tanta arquitectura que tanto detesta?". S¨ª: Espa?a. Avenida de las Am¨¦ricas de Nueva York: rimas de vidrio a lo Mies van de Rohe. Viviendas obreras de cincuenta pisos. El Moratalaz del grancapitalismo USA. Walter Gropius aleccion¨® a varias generaciones de arquitectos, hasta que Philio Johnson le peg¨® puerta. Est¨¢n destrozando Nueva York, que, como dijera Fox¨¢, es "el g¨®tico de nuestro tiempo". (Tengo esta definici¨®n muy discutida con Cam¨®n Aznar, que no estaba de acuerdo: cuando NY sea la ciudad ruinosa de Heavy Metal comprenderemos que, en efecto, hab¨ªa sido el g¨®tico de nuestro tiempo.) El Bauhaus de Gropius, entre c¨¢rcel e internado, entre Weimar y Dessau, sigue generando modelos.
Contra el g¨®tico manhatt¨¢nico se levanta un cierto expresionismo, como el de la Torre Einstein, de Erich Mendelsohn. Por otra parte, en USA se vuelven a hacer tejados de "un agua", como homenaje a los twenties. Le Corbusier llen¨® el mundo de garajes. S¨®lo Wright, con el estilo pradera, intuy¨® la arquitectura rural americana. Pero alguien meti¨® media Am¨¦rica en cubos germ¨¢nicos. En Espa?a, el mandar¨ªn no ha sido el arquitecto omnipedante, sino que han sido los inmobiliarios Ban¨²s, Colomina, Huarte y as¨ª.
Wolfe a¨²n puede denunciar a los arquitectos yanquis como pr¨ªncipes de plata del mal gusto. Aqu¨ª, m¨¢s tercermundistas, hemos de decir que la arquitectura la han hecho (salvando cuatro artistas importantes y amigos) los constructores, unos maestros de obras ilustrados por el despotismo. S¨®lo nos queda el Escorial y la chabola.
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