Elogio de un corredor de fondo
Con ocasi¨®n de su elecci¨®n, por amplia mayor¨ªa, como director presidente de la Real Academia de la Lengua, Pedro La¨ªn Entralgo ha vuelto a ser noticia. Pero la dedicac¨ª¨®n constante y rica en resultados tangibles de La¨ªn a lo largo ya de muchos decenios a sus grandes ¨¢reas de trabajo -la historia del saber m¨¦dico y de la ciencia, la antropolog¨ªa general, Espa?a y sus problemas seculares y la cr¨ªtica intelectual y literaria- ha ido confiriendo una actualidad de fondo a su figura que desborda, con mucho, el ¨¢mbito de la mera noticia.Porque se trata, simplemente, de la actualidad del programa ¨²ltimo que ha oficiado de eje de esa dedicaci¨®n desde su ya lejana presencia en el grupo falangista liberal de la revista Escorial hasta su reciente reconocimiento p¨²blico, en las p¨¢ginas de este mismo peri¨®dico, de que el PSOE es el ¨²nico partido pol¨ªtico que puede ofrecer hoy a la Monarqu¨ªa y a Espa?a la incorporaci¨®n positiva al proceso pol¨ªtico global del movimiento obrero, el estamento intelectual y los autonomismos, traduciendo as¨ª a realidad definitiva el viejo desider¨¢tum de la reconciliaci¨®n de los espa?oles en una empresa hist¨®rica com¨²n.
Programa regeneracionista
Me refiero, claro es, al programa regeneracionista de conseguir, acabando con nuestro viejo problema pol¨ªtico-ideol¨®gico de fondo, que dentro de nuestro pa¨ªs puedan convivir dial¨¦cticamente, pero no b¨¦licamente, personas de creencias e ideas diferentes. Pero tambi¨¦n de conseguir que "las diferencias entre los ricos y los pobres no sean las que tradicionalmente han sido en Espa?a"; que los nacionalismos perif¨¦ricos puedan desarrollarse desde el respeto com¨²n a una Espa?a hist¨®rica y culturalmente plural, y que esa superior racionalizaci¨®n mental del pueblo espa?ol, sobre cuya conveniencia tantas veces se ha llamado la atenci¨®n en nuestra historia reciente -por parte tanto de Angel Herrera como de Ortega y Gasset, pongamos por caso-, pase a ser, al fin, realidad diariamente operante por la v¨ªa de la generalizaci¨®n de la educaci¨®n. Una educaci¨®n consistente, desde luego, "no s¨®lo en alfabetizar para leer los productos de consumo que despu¨¦s se ofrecen al pueblo, cuanto en alfabetizarle para que lea algo que forme racionalmente su inteligencia", y llamada a acabar as¨ª con otro d¨¦ficit largo y grave -acaso el m¨¢s largo y grave- de la vida espa?ola.
Regeneraci¨®n nacional
Pero el lector de la obra de La¨ªn, tan representativa de todo un modo de hacer culturalista y a la vez afanoso de vida, sabe muy bien que la ra¨ªz de este programa concreto de regeneraci¨®n nacional, en el que aqu¨¦lla se inserta como contribuci¨®n intelectual y ¨¦tica, est¨¢ en una antropolog¨ªa filos¨®fica muy determinada. Mucho m¨¢s, en cualquier caso -o de modo mucho m¨¢s radical-, en una antropolog¨ªa filos¨®fica que en una filosof¨ªa de la historia. Una antropolog¨ªa que define integradoramente al hombre como "un ser simult¨¢nea y constitutivamente abierto, en el curso de sus presentes sucesivos, al pasado (historia), al futuro (esperanza), al cosmos (ciencia natural), a 'los otros (convivencia) y al fundamento ¨²ltimo de su realidad (religi¨®n)", y que al hacerlo evidencia tanto su filiaci¨®n filos¨®fica como su intenci¨®n soteriol¨®gica, con una luz particularmente ¨²til, entreotras cosas, para leer al propio La¨ªn.
Para entender ese "integracionismo", dig¨¢moslo citando abusivamente a Ferrater, operante ya en la juvenil propuesta de "restablecer", frente a una Espa?a "hendida, insegura, tr¨¢gica", y aunque s¨®lo fuera en las p¨¢ginas de una revista, "una corriunidad intelectual". Para entender, en fin, el sentido de esa "cultura espa?ola originaria, universal de alcances y cat¨®lica de sentido", a la que sus escritos han contribuido a enriquecer por su propia sustantividad, desde luego, pero tambi¨¦n por su condici¨®n de permanente di¨¢logo, tanto con Meri¨¦ndez y Pelayo como con Ortega, tanto con Aza?a como con Zubiri.
Las ra¨ªces de esta antropolog¨ªa son obvias: de orden religioso (la religi¨®n cat¨®lica) y de orden filos¨®fico (la filosof¨ªa heideggeriana de la existencia y la filosof¨ªa de la raz¨®n vital de Ortega). Nada tiene, pues, de extra?o que La¨ªn se reclame disc¨ªpulo de Zubiri. Pero lo que aqu¨ª nos importa es el sentido de continuidad cultural que entra?a esta posici¨®n filos¨®fica concreta. Porque este tipo de orientaci¨®n filos¨®fica -tan deudor de las tradiciones centroeuropeas de cu?o hermen¨¦utico de la primera mitad de nuestro siglo- es tambi¨¦n el de la filosof¨ªa espa?ola del gran per¨ªodo anterior a la guerra civil, el de Gaos y Morente, el de Besteiro y, velis nolis, el de Ortega. En este sentido espec¨ªfico puede bien afirmarse que La¨ªn ha coadyuvado significativamente -como Zubiri y Aranguren, como Tovar o Mar¨ªas- a neutralizar tentativamente los efectos desertizadores, en el orden filos¨®fico y cultural, del trauma de la guerra civil y, sobre todo, de la nada breve posguerra.
Pero la fidelidad a la verdad obliga a se?alar tambi¨¦n que a esta inserci¨®n tan decidida deben los escritos de La¨ªn -y, en general, los de casi todos sus compa?eros de generaci¨®n- algunos de sus huecos m¨¢s llamativos. Sorprende, por ejemplo, la ausencia total de referencias a la filosof¨ªa anal¨ªtica, a la metaciencia angloamericana contempor¨¢nea o a los diferentes marxismos. ?C¨®mo no encontrar cuanto menos at¨ªpico, dig¨¢moslo as¨ª, que en un libro de las caracter¨ªsticas e intenciones de Teor¨ªa y realidad del otro, y al lado de referencias constantes a Dilthey y Husserl, a Scheler y Buber, a Ortega y Heidegger, falte toda alusi¨®n a Wittgenstein o a Ryle? Y no ser¨¢ porque el problema de las ,,otras mentes" -vertiente nada desde?able de la gran cuesti¨®n del "otro"- haya sido descuidado en el ¨¢mbito global de la filosof¨ªa anal¨ªtica...
Pero con ello entra?amos en otro tema: el de las hipotecas culturalistas y estetizantes de la filosof¨ªa espa?ola contempor¨¢nea. Alg¨²n d¨ªa habr¨¢ que estudiarlas m¨¢s detenidamente, desde luego. Pero no es eso lo que importa ahora. Porque con esa fidelidad -nada f¨¢cil, por otra parte, en el medievalizante ambiente cultural de la Espa?a de Franco- La¨ªn ha hecho posible, como algunos otros, pero tanto como el que m¨¢s, la recuperaci¨®n, desde la continuidad, de un empe?o intelectual y ¨¦tico al que se deben los mejores logros en materia cultural de nuestro siglo. M¨¦rito nada desde?able, desde luego. Y, por lo dem¨¢s, La¨ªn sabe muy bien, en este momento suyo de madurez espl¨¦ndida, que fidelidad es supervivencia.
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