Lengua y Estado
En la toma de posesi¨®n del presidente del Consejo de Estado, uno de los consejeros natos, Pedro La¨ªn, dijo que frente a la utilizaci¨®n ret¨®rica de la frase "la lengua como compa?era del imperio", debe entenderse que "la lengua es compa?era del Estado y los servidores de la lengua tienen que ponerla al servicio del Estado".Uno piensa que la lengua debe ser, siempre -a partir de la fecunda sugerencia de La¨ªn- compa?era cr¨ªtica del Estado: Saint Simon, Quevedo, Aza?a. En La medicina hipocr¨¢tica, del citado La¨ªn (enemigo ¨ªntimo), se lee que la biblioteca de Alejandr¨ªa dedic¨® sus afanes a reunir escritos cient¨ªficos de Hip¨®crates, y que los sabios posteriores llegar¨ªan a la conclusi¨®n de que todo era de Hip¨®crates o, m¨¢s bien, Hip¨®crates no hab¨ªa escrito absolutamente nada. Como S¨®crates, como Homero, como Cristo. La filosof¨ªa, la literatura, la religi¨®n y la medicina tienen or¨ªgenes tan improbables y entredudosos que a lo mejor ni siquiera tienen origen, son grandes sabidur¨ªas menesterosas, como hubieran dicho los existencialistas de mi parvulario adolescente / filos¨®fico: Sartre, Camus, Merleau-Ponty y toda aquella basca. Esto no le quita, sino que le establece grandeza humana -human¨ªstica- a las creaciones del hombre.
As¨ª lo veo yo, reacio a toda trascendencia (como me elogia / reprocha La¨ªn en palabras recientes y priv¨¦s). Pero vengamos a lo de ahora, como dijo alg¨²n cl¨¢sico. Los m¨¢s modestos servidores de la lengua, que somos los periodistas, servir¨ªamos al Estado ense?ando a hablar a los pol¨ªticos, corrigi¨¦ndoles por escrito su liderar, sofisticar y explosionar.
A mi propio gremio me dirig¨ªa, y no a ning¨²n otro, cuando en reciente columna denunciaba estos mu?idos como de uso usadero. A m¨ª, un suponer, no me molesta que haya revistas de pornb puro, en esta democracia psocialista, e incluso escribo en ellas, sino que me molesta lo mal escritas que est¨¢n y c¨®mo buscan la eficacia ereccional (palabra que le debo a mi impagable Luis Berlanga) mediante el vulgarismo directo, cuando el erotismo ha sido siempre ceremonia y ritual, de la rueda del pavo real a mi libro Los amores diurnos.
Hay que servir al Estado mediante la escritura, pero mediante la escritura en libertad. Camilo Jos¨¦ Cela se ha quejado ayer en Oviedo del reduccionismo que supone confinarle en La familia de Pascual Duarte, como si no hubiera escrito otra cosa. Raquel Meller se encampanaba cuando le ped¨ªan siempre El relicario.
Entre la pereza y el resentimiento nacionales est¨¢n estas fijaciones que le confinan a uno en s¨ª mismo, en una sola obra acertada casi por casualidad, como el burro la flauta. La lengua debe reaccionar contra eso y ser cr¨ªtica de quien la utiliza y la crea para, luego, hacerse critica del propio Estado, porque el Estado, como el individuo, no tiene otro discurso interior, subconsciente o "discurso del Otro" (Lacan) que su propia lengua. Tierno Galv¨¢n me invita a escribir sobre "La ciudad y la paz", para un libro.
La ciudad se pacifica por la palabra, bandos de Tierno, pero tambi¨¦n se denuncia por la palabra. La palabra m¨¢s viva y viviente suele ser la palabra denunciadora (no por eso detectivesca), y ah¨ª est¨¢ la palabra de Alberti, homenajeado estos d¨ªas. "Con una rosa en el pu?o / en vez de rapaz azor / empez¨® el cambio mayor / y el de m¨¢s rotundo cu?o", me escribe el gran Manuel Pilares en versos laiconavide?os.
Mi admirado Pedro Rocamora habla estos d¨ªas en la Academia de Farmacia. Nunca olvido que Rocamora -m¨¦ritos aparte- nos trajo un d¨ªa a Ram¨®n, en la postguerra, y Ram¨®n, del lat¨ªn a hoy, es la m¨¢xima expresi¨®n del castellano en libertad. La palabra, con / contra el Estado, vive de lo que mata, es cr¨ªtica. Etica.
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