Banca Catalana: pasemos a la acci¨®n
CON LAS reuniones de los accionistas del Banco Industrial de Catalu?a (BIC) y del Banco Industrial del Mediterr¨¢neo (BIM), celebradas a comienzos de diciembre, concluyeron las juntas extraordinarias de las tres entidades del grupo de Banca Catalana, confirm¨¢ndose la existencia de unas p¨¦rdidas descomunales. Se conoce el total de los activos ficticios -es decir, de los activos te¨®ricos que, por no responder a ning¨²n soporte patrimonial, son meros apuntes contables- y de los activos fallidos de las tres entidades: 129.112 millones de pesetas. Paralelamente, con el eslogan pasemos a la acci¨®n, se est¨¢ desarrollando una campa?a que busca una recuperaci¨®n de la confianza popular en la Banca Catalana, imprescindible para que la entidad siga abierta al p¨²blico, pues resulta dif¨ªcil de creer que el Fondo de Garant¨ªa de Dep¨®sitos, dependiente del Banco de Espa?a, vaya a sostenerla de forma indefinida.En las tres juntas extraordinarias los accionistas mostraron un comportamiento at¨ªpico respecto a lo que cabe esperar de quienes est¨¢n detr¨¢s de cualquier entidad financiera. Los problemas de Banca Catalana aparecen desde este punto de vista, como el desastre m¨¢s idealizado de toda la historia de la banca mundial. Sin embargo, la realidad desminti¨® de forma estrepitosa ese proclamado idealismo en el momento m¨¢s decisivo del drama, esto es, cuando los impositores de Catalana, enfrentados con el riesgo de perder sus ahorros, exhibieron el mismo talante que los clientes de cualquier otro banco y retiraron masivamente sus dineros. El idealismo, pues, ha sido una virtud circunscrita estrictamente a los accionistas, especialmente despu¨¦s de que ¨¦stos recibieran ambiguos mensajes que les hicieron concebir la esperanza de que el Gobierno y el Banco de Espa?a atender¨ªan las responsabilidades econ¨®micas de la entidad.
A la vista de lo sucedido con el Banco de los Pirineos o con el grupo de Domingo Sol¨ªs, hay que reconocer que el Banco de Espa?a y las autoridades se est¨¢ portando con evidente generosidad en el caso de Catalana. Por primera vez en la historia bancaria espa?ola se concede una nueva oportunidad, otra operaci¨®n acorde¨®n, a un banco que, como el Banco Industrial del Mediterr¨¢neo, tuvo ya que recurrir, hace dos a?os y medio, a este tr¨¢mite extraordinario. Y por primera vez, que sepamos, sobre unas p¨¦rdidas bancarias no inferiores a los 130.000 millones de pesetas se han adoptado soluciones que gravitan sobre todos los contribuyentes sin que se hayan exigido responsabilidades personales a los protagonistas de una mala gesti¨®n.
Por lo que respecta a la exigencia de responsabilidades, los accionistas del Banco Industrial de Catalu?a y del Banco Industrial del Mediterr¨¢neo ni siquiera las solicitaron en las juntas extraordinarias; y quienes las pidieron en la junta de Banca Catalana quedaron en minor¨ªa e incluso fueron abucheados. La conclusi¨®n es que el accionariado, tras dar por irreversiblemente perdido lo que ya est¨¢ perdido, quiere echar tierra encima del pasado y encarar c¨®modamente el futuro en la seguridad de que el Fondo de Garant¨ªa de Dep¨®sitos y el Banco de Espa?a correr¨¢n, una vez m¨¢s, con todos los gastos. Ahora bien, el propio Banco de Espa?a no puede rehuir sus obligaciones hacia la sociedad espa?ola y tendr¨¢ que desvelar antes o despu¨¦s -esperamos que sea antes- el secreto sobre las actuaciones que condujeron a los resultados por todos conocidos de los tres bancos mencionados.
Ni que decir tiene que la exigencia de responsabilidades no se contrapone, sino todo lo contrario, a una pol¨ªtica de ayuda a los bancos en dificultades. El hundimiento de Catalana ser¨ªa un golpe grav¨ªsimo para Catalu?a, tanto por su significado en el sector financiero como por sus repercusiones directas sobre las numerosas empresas que integran el grupo. Pero es preciso acabar con la ficci¨®n, corriente en Catalu?a, de identificar a estos bancos que funcionan mal en la pedestre realidad con una supuesta esencia ideal de Catalu?a. Catalu?a no es, afortunadamente, propiedad de esos tres bancos ni del grupo familiar y pol¨ªtico que se encuentra detr¨¢s de ellos. Los sentimientos y las reivindicaciones nacionalistas o autonomistas no s¨®lo tienen su lugar en el sistema democr¨¢tico, sino que la totalidad del edificio constitucional se asienta sobre su garant¨ªa. Ser¨ªa una burla que esas emociones sinceras y esos leg¨ªtimos derechos sirvieran simplemente de tapadera para un negocio, confirmando la peligrosa tendencia de los grupos que ejercen el poder econ¨®mico o pol¨ªtico a manipular, en beneficio propio, los s¨ªmbolos comunitarios de Catalu?a, del Pa¨ªs Vasco, de Andaluc¨ªa o de Espa?a entera.
La campa?a popular de recuperaci¨®n de dep¨®sitos est¨¢ recordando estos d¨ªas a la opini¨®n p¨²blica las deudas morales que tiene contra¨ªdas Catalu?a con este grupo bancario. El se?or Espar Tic¨®, que encabeza el movimiento, se?alaba d¨ªas atr¨¢s que Banca Catalana hab¨ªa ayudado a sufragar iniciativas tan encomiables como la Gran Enciclop¨¨dia Catalana o el Congr¨¦s de Cultura Catalana y a tapar los agujeros presupuestarios del diario Avui. Una relaci¨®n exhaustiva de este tipo de gastos, la forma como se realizaron y la informaci¨®n que en su momento se facilit¨® a los accionistas servir¨ªan para explicar el destino de una parte de los 130.000 millones de pesetas, pero de ninguna manera justifica lo que ha pasado, ni con eso ni con el resto. No se trata de sembrar duda alguna sobre la honestidad de quienes han sido los gestores de los bancos. Ahora bien, dado que esas elogiables iniciativas en favor del catalanismo van a ser sufragadas a la postre por todos los contribuyentes espa?oles, nadie deber¨ªa exhibir medallas por filantrop¨ªas que han corrido a cargo de todos.
En definitiva, hay que deshacer de una vez por todas la idea de que la supervivencia de Catalu?a pasa por los resultados contables de tres bancos que, durante a?os, al mismo tiempo que hac¨ªan patria, proporcionaban cuantiosas ganancias a un sector muy reducido de ciudadanos privados, y que ahora hay que acudir a salvar casi llamando a los bomberos. Y sobre todo hay que preguntarse p¨²blicamente por qu¨¦ se est¨¢ operando con la medrosidad y la pacater¨ªa evidentes a la hora de exigir cuentas a los responsables, emboscados en la manipulaci¨®n de sentimientos que son de todos, como los caudales que ahora concurren a resolverles su problema.
En esta l¨ªnea, la de ofrecer informaci¨®n fiable y exigir las responsabilidades pertinentes, en esta l¨ªnea, s¨ª, pasemos a la acci¨®n.
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