La espinosa sucesi¨®n de Jomeini
La tarea es se?aladamente espinosa. Y compleja. La orfebrer¨ªa pol¨ªtica exigida para buscar al hombre pol¨ªticamente id¨®neo se queda corta al lado de la que se necesitar¨¢ para encajar en la pr¨¢ctica pol¨ªtica y religiosa de Ir¨¢n, tras la muerte del Ayatollah Ol Ozma (Gran Ayatollah) de Jomein y dentro del pensamiento musulm¨¢n chi¨ªta, el principio del Velayat e Faghi, la tarea de Gu¨ªa, de gestor de los altos asuntos pol¨ªtico-religiosos de la Rep¨²blica mientras regresa desde el Tiempo el im¨¢n ausente, el duod¨¦cimo de los imanes que desapareci¨® para reaparecer al culminar la Historia.Nadie tiene el ascendiente, ni la fuerza, ni la astucia del anciano Jomeini para hacerse con las riendas del proceso venidero. Nadie re¨²ne tampoco las cualidades ni la personalidad que el viejo Im¨¢n posee y que le capacitaban para mantener su autoridad religiosa y pol¨ªtica por sobre las soterradas rivalidades que atraviesan del pecho a la espalda el r¨¦gimen isl¨¢mico de Teher¨¢n.
Ante todo, la personalidad de Jomeini ha acu?ado en estos a?os un carisma irremplazable, hasta tal punto que algunos auguran una etapa de inestabilidad m¨¢xima, incluso de guerra civil, cuando muera.
Temido a la vez por sus enemigos y por sus allegados, su autoridad pudo sortear el vidrioso pantano teol¨®gico donde el principio del Velayat e Faghi fue encajado dentro de la Constituci¨®n republicana, con la feroz oposicion de la cada vez m¨¢s poderosa secta de los hodjatieh, abanderados de la ortodoxia, del rigor isl¨¢mico m¨¢s severo y tambi¨¦n de las sangrientas persecuciones contra la religi¨®n bahai, cuyos mejores hombres han sido aniquilados o han hu¨ªdo del pa¨ªs.
Suprimir el imanato
Ning¨²n hodjatieh, que cuentan en sus filas con cinco ministros, dignatarios de la Corte Suprema de Justicia, m¨¢s de cincuenta parlamentarios y un manojo de arcanos claves en la religi¨®n-pol¨ªtica revolucionaria isl¨¢mica, aceptar¨ªa el principio del liderazgo, del Gu¨ªa.
Lo consideran una verdadera herej¨ªa, revulsiva contra la esencia del Islam de los chi¨ªtas. Por el momento, seg¨²n dicen en Teher¨¢n los entendidos, soportan que Jomeini ejerza tal dignidad, porque no tienen fuerza para imponer lo contrario. Pero a su muerte, coinciden todos, son capaces de provocar hasta conflictos armados para zanjar la cuesti¨®n y suprimir el Velayat e-Faghi cuanto antes.
En Ir¨¢n, toda pugna teol¨®gica tiene su correlato pol¨ªtico inmediato. Los seguidores ?el Im¨¢n, aparentemente fuertes bajo la protecci¨®n de Jomeini, miran con enorme .error a sus rivales hodjat?eh quienes, a medida que corre el tiempo, ganan posiciones, consolidan su poder en el parlamento (Majlis), sesgan la justicia isl¨¢mica en el sentido que desean, ampl¨ªan o reducen el n¨²mero de personas que han de desfilar ante los paredones o las horcas e, incluso, encauzan la pol¨ªtica exterior iran¨ª hacia donde ellos quieren. El ate¨ªsmo de la Uni¨®n Sovi¨¦tica parece ser el merecedor de su m¨¢s celoso anatema.
En el plano interior, los hodjatieh se han opuesto contundentemente a la nacionalizacion del comercio exterior, a¨²n en manos del Bazar, y a la reforma agraria, ya que parten del axioma de que la propiedad de aquello que crea riqueza es, dentro del Islam, un principio sagrado e invulnerable.
Un conflicto adormecido
Como quiera que estas dos cuestiones, alrededor de las cuales se han enfrentado con otras ramas m¨¢s pr¨®ximas al Im¨¢n, tienen una enorme raigambre social por sus repercusiones as¨ª como por su significaci¨®n ideol¨®gica, y visto que ante ambos problemas el im¨¢n Jomeini ha optado por mantener una discreta actitud de distancia, el conflicto permanece adormecido hasta que la muerte del Im¨¢n lo traiga dram¨¢tica y violentamente sobre la arena pol¨ªtico-religiosa iran¨ª.
En el plano estrictamente personal, el nombre que m¨¢s suena para suceder a Jomeini es el del ayatollah Al¨ª Montazeri, de 56 a?os, un hombre campechano que habla claro, que hace reir siempre a sus seguidores con chistes campesinos y que, pese a su instrucc¨ª¨®n religiosa, no es considerado como la principal autoridad del Islam chi¨ªta.
Este puesto lo compartir¨ªan los dos grandes ayatollahs Najafi y Golpayegani, bastante distanciados, por cierto, de la pol¨ªtica del r¨¦gimen de Jomeini durante el ¨²ltimo a?o. Otro gran ayatolla m¨¢s, Chariat Madari, qued¨® fuera de juego tras el descubrimiento de una conjura para derrocar a Jemeini, hallazgo que acarre¨® la ejecuci¨®n de Sadeg Gotbzadeh, el pasado octubre.
Montazeri no tiene la autoridad del im¨¢n. Ni Najafi ni Golpayegani aceptar¨ªan convertirse en Gu¨ªa, pues tampoco parece claro que admitan a pies juntillas este principio del Velayat e Faghi, tan fuertemente encarnado por Ruhollah Jorneini.
Por encima de todo, est¨¢n rodeados de una cohorte de h¨¢biles ayatollahs y hoyatoleslam, Mussav¨ª Ardebili, presidente de la Corte de Justicia, Sayed Al¨ª Jamenei, presidente de la Rep¨²blica, Hasem¨ª Rasanjani, presidente del parlamento isl¨¢mico (Majlis). incluso el aparentemente histri¨®nico Sayed Jaljali, jefe de los tribunales de represi¨®n de la droga bajo el mandato del derrocado presidente Banisadr, pol¨ªticamente mucho m¨¢s diestros que aquellos.
Al¨ª Montazeri podr¨ªa compartir con los otros dos dignatarios isl¨¢micos el papel de Gu¨ªa, con lo cual el liderazgo quedar¨ªa diluido en un Consejo de Sabios y la batalla, a medio plazo, ser¨ªa vencida por la oscura y potente secta de los hodjatieh.
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