Los 'hombres del presidente' quieren vencer la sensaci¨®n de aislamiento de la Moncloa
Adolfo Su¨¢rez hizo construir una pista de tenis; Calvo Sotelo llev¨® un piano. Felipe Gonz¨¢lez ha incorporado un toque popular a La Moncloa: una mesa de billar, el regalo navide?o que lleg¨® hace una semana, enviado por su cu?ado Francisco Palomino. Y el presidente Gonz¨¢lez, que apenas se ha iniciado en el tenis y que no ha podido jugar siquiera una vez a la petanca en los jardines monclovitas espera encontrar tiempo, en su aislamiento, reci¨¦n conquistado para hacer unas carambolas.Lo cierto es que, por el momento, todo es trabajo en la residencia presidencial. Y, quienes conocen bien a Felipe Gonz¨¢lez, afirman que el presidente ha comenzado ya a experimentar esa cierta sensaci¨®n de aislamiento de la que nadie se libra en La Moncloa. Vencerlo, al menos a nivel informativo, parece la batalla principal emprendida en la ¨²ltima semana por los hombres del presidente.
Son muchas horas de encierro en el despacho; le est¨¢n acondicionando uno nuevo, en el edificio de semillas selectas. De momento, el presidente trabaja en el gabinete que fuera primero de Jaime Lamo de Espinosa y, despu¨¦s, del fontanero Luis S¨¢nchez Merlo. El gran despacho oficial del palacio, utilizado por sus predecesores, y del que Calvo Sotelo se quej¨® diciendo que Adolfo Su¨¢rez "lo hab¨ªa dejado impregnado de olor a Ducados" se emplea ahora solo para las audiencias oficiales.
Est¨¢, tambi¨¦n, la rutina de cada d¨ªa: levantarse a las ocho de la ma?ar¨ªa, leer la prensa mientras desayuna, despachar, una hora despu¨¦s, con su secretario, Julio Feo... Despu¨¦s, recibir visitas, hablar con sus ministros, almorzar en solitario -siempre algo muy ligero-. As¨ª, hasta pasadas las nueve de la noche, cuando se retira de nuevo al palacio, para mantener una ¨²ltima reuni¨®n con sus colaboradores m¨¢s directos, Julio Feo y Eduardo Sotillos.
La familia Gonz¨¢lez, que pas¨¦ sus primeras navidades fuera de su ambiente habitual, comienza a sentir el peso de los estucos y los falsos m¨¢rmoles del palacio, seg¨²n dicen algunos de los que les rodean. Tal vez por ello, evitan romper definitivamente con el pasado: Carmen Romero mantiene, contra viento y marea, sus clases en el Instituto -aunque todo indica que pronto deber¨¢ pedir una excedencia, por incompatibilidad de horarios-. Y el presidente ha decidido que el piso de Pez Volador, en el Barrio de La Estrella, contin¨²e alquilado a su nombre: all¨ª siguen sus muebles y sus recuerdos Casi nada ha sido trasladado a La M¨®ncioa, si se except¨²an algunos libros y algunos objetos personales. Todo sigue igual que en tiempos de Calvo Sotelo. Excepto, naturalmente, la mesa de billar.
Las fiestas de Navidad han tra¨ªdo pocas novedades a la existencia, que ya se ha hecho rutinaria, de Felipe Gonz¨¢lez. Aunque su mujer y sus dos hijos mayores se encuentren de vacaciones escolares, el presidente piensa seguir trabajando en estas fechas. Si acaso, encontrar¨¢ algo m¨¢s de tiempo para hacer jogging, con David y Pablo, por los terrenos monclovitas -ya se ha dejado fotografiar, corriendo en chandal deportivo con uno de sus hijos, con destino a la portada de una revista especializada-. Es posible que hasta pueda volver al billar, una de sus aficiones juveniles, en la que, sin embargo, nunca destac¨® como maestro.
Ofensiva de imagen
Salvo espor¨¢dicas excepciones, el presidente Gonz¨¢lez apenas ha salido, hasta ahora, de su aislamiento monclovita: Sus ayudantes m¨¢s cercanos, Julio Feo y Eduardo Sotillos, trataron de crear para ¨¦l un clima de trabajo: pocas fatografias, pocos contactos con la prensa, solamente las audiencias imprescindibles.Pero pronto descubrieron que tampoco conviene que la im¨¢gen del presidente desaparezca por completo de las p¨¢ginas de los peri¨®dicos. Por ello, en los ¨²ltimos d¨ªas parece haberse desencadenado una ofensiva de im¨¢gen: el matrimonio Gonz¨¢lez ha concedido una entrevista -como hicieron sus predecesores, tambi¨¦n al poco tiempo de tomar posesi¨®n del cargo- al popular semanario Hola; la voz de Carmen Romero se ha escuchado varias veces por la radio y, esta misma semana, Felipe Gonz¨¢lez recibir¨¢ en La Moncloa a un grupo de periodistas, que le acompa?aron durante la campa?a electoral. El almuerzo, con c¨¢maras de televisi¨®n, mantenido ayer con el premio Nobel Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, debe enmarcarse en esa misma dimensi¨®n. Entretanto, casi 200 medios, informativos de todo el mundo contin¨²an esperando una entrevista con el m¨¢s joven presidente del Gobierno de Europa; y las peticiones de audiencia se acumulan en la mesa del superse cretario, Julio Feo.
En La Moncloa, en estas fechas, contin¨²an las casi doce horas diarias de trabajo, s¨¢bados incluidos. Cierto que el ideal ser¨ªa descansar todo el fin de semana y desconectar, como hac¨ªa Helmut Schmidt, el ex presidente socialdem¨®crata alem¨¢n, modelo, en tantas cosas, para los dirigentes del Partido Socialista Obrero Espa?ol. Por el momento, resulta imposible. Los implacables deberes del presidente Gonzalez parecen impedirle casi todo: el tine, los amigos, asistir a las reuniones de la ejecutiva del PSOE, la Navidad con su padre y sus hermanos. Y siempre, al fondo, la misma esperanza: este ritmo durar¨¢ s¨®lo unas semanas, unos meses todo lo m¨¢s. Despu¨¦s habr¨¢ m¨¢s tiempo libre.
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