El Pa¨ªs Vasco, entre el pesimismo y la esperanza
MIENTRAS LOS vecinos de Ir¨²n expresaban ayer en las calles su condena por el asesinato de dos guardias civiles perpetrado por ETA Militar el pasado d¨ªa 29, las Gestoras Pro-Amnist¨ªa y otros grupos del nacionalismo radical convocaban en Bilbao una manifestaci¨®n en favor de los presos por actividades terroristas. El dram¨¢tico contraste entre los vascos comprometidos con las instituciones democr¨¢ticas y las v¨ªas pac¨ªficas, que obtuvieron en las urnas el 28 de octubre una aplastante mayor¨ªa, y la minor¨ªa fan¨¢tica que justifica los atentados terroristas, pide amnist¨ªa para los asesinos (dispuestos a retomar las armas nada m¨¢s salir de prisi¨®n) e invita al crimen con el espeluznante grito de ?ETA, m¨¢talos!, muestra tanto el enconamiento de heridas a¨²n no suficientemente cicatrizadas como la profundidad con que se han materializado, en el cuerpo social del Pa¨ªs Vasco, los llamamientos irracionales a la violencia.Los 210.000 guipuzcoanos, vizca¨ªnos, alaveses y navarros que votaron a Herri Batasuna el 28 de octubre pasado, aunque s¨®lo representan el 14% de los sufragios emitidos y no siempre sean conscientes de las implicaciones sangrientas de su respaldo electoral, constituyen, de esta forma, el escudo tras el que se protegen las bandas armadas para autoperpetuarse. La importancia de ese dato, tan hiriente como indiscutible, y el recuerdo del decisivo papel que las indiscriminadas represiones del pasado han desempe?ado en las desgracias del presente hacen inimaginable que el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez pudiera caer en la trampa de aceptar las sinuosas sugerencias de la derecha autoritaria y las descaradas provocaciones del nacionalismo radical para que los socialistas pongan sus diez millones de votos populares al servicio de una normalizaci¨®n a la argentina del Pa¨ªs Vasco, que unir¨ªa a sus caracter¨ªsticas de crimen contra los derechos humanos la condici¨®n de error pol¨ªtico destinado a agravar irreversiblemente el conflicto. Prestando o¨ªdos sordos a esos interesados consejos y a esas burdas provocaciones, el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez, que cuenta en el Pa¨ªs Vasco con colaboradores tan excelentes como Jos¨¦ Mar¨ªa Benegas y Ram¨®n J¨¢uregui, tendr¨¢ que continuar, en estrecha colaboraci¨®n con el Parlamento y el Gobierno de Vitoria, por el dif¨ªcil camino de aunar las medidas policiales con la batalla pol¨ªtica e ideol¨®gica para socavar las bases sociales de apoyo de los terroristas.
Es evidente que el dolor de los familiares y amigos de los presos de las diversas ramas de ETA est¨¢ siendo fr¨ªamente instrumentado por quienes, simult¨¢neamente, acumulan los obst¨¢culos para hacer imposibles las medidas de gracia a medio plazo y calumnian a los dirigentes de Euskadiko Ezkerra y de la autodisuelta ETA VII Asamblea por sus gestiones en favor de la excarcelaci¨®n de procesados o condenados sin delitos de sangre sobre su conciencia que han renunciado a la violencia. En estas condiciones, la exigencia de amnist¨ªa para quienes est¨¢n dispuestos a seguir matando una vez puestos en libertad equivale a una burla casi obscena y atenta contra el sentido com¨²n y los derechos humanos. Pero esa cruel utilizaci¨®n de los sentimientos de solidaridad con los presos para proteger a los asesinos que andan sueltos por las calles del Pa¨ªs Vasco franc¨¦s se volver¨¢ alg¨²n d¨ªa contra quienes, al tiempo que organizan gestoras para una amnist¨ªa hoy imposible, condenan a la poblaci¨®n penal etarra a una situaci¨®n que s¨®lo un dilatado per¨ªodo de paz y el abandono de las armas por las bandas terroristas podr¨ªa primero aliviar y luego solucionar definitivamente.
La liberaci¨®n de Saturnino Orbegozo, de otro lado, ha puesto de manifiesto la complementariedad entre las medidas policiales y las medidas pol¨ªticas para combatir la violencia terrorista. El brillante servicio realizado por la Guardia Civil en Donamar¨ªa fue posible gracias a la colaboraci¨®n ciudadana en una zona de Navarra profundamente vinculada, ling¨¹¨ªstica y culturalmente, con. la comunidad aut¨®noma vasca. Son cada vez m¨¢s numerosos los ciudadanos de las cuatro provincias que est¨¢n hartos de desayunarse con bombas, secuestros y muertes, que han curado las heridas de las represiones indiscriminadas de hace una d¨¦cada y que conf¨ªan en las instituciones del nuevo sistema democr¨¢tico; y ese proceso, todav¨ªa lento, ir¨¢ ganando en rapidez y extensi¨®n a medida de que el pueblo vasco acabe de quitarse de encima el miedo a ETA y que el Gobierno socialista desarrolle su programa de garant¨ªa de los derechos humanos. La protesta ciudadana de Renter¨ªa contra el ametrallamiento por ETA Militar de tres trabajadores, las sucesivas manifestaciones en Zum¨¢rraga y Urretxo en favor de la liberaci¨®n de Saturnino Orbegozo, la espl¨¦ndida respuesta de los trabajadores de la Factor¨ªa Orbegozo al est¨²pido comunicado denigratorio de ETA VIII Asamblea contra las centrales sindicales y la valiente salida a la calle de los vecinos de Ir¨²n para rendir homenaje a los dos guardias civiles asesinados por ETA Militar son la mejor prueba de que el debilitamiento del temor hacia los terroristas camina en paralelo con la vigorizaci¨®n de los sentimientos de desprecio hacia esos profesionales del crimen, para quienes la ideolog¨ªa pol¨ªtica sigue desempe?ando, sin embargo, la funci¨®n de una coartada, aceptada como tal por un sector minoritario pero significativo de la poblaci¨®n vasca.
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