Recelo actual hacia unos Estados Unidos que sus aliados occidentales quisieron garantizarse como potencia europea
La integraci¨®n de Espa?a en la OTAN se ha producido en un momento de crisis marcado por el cambio que ha trastocado el orden de los recelos de los aliados occidentales, bien ejemplificado en Alemania, donde ha llegado a anteponerse el suscitado , por EE UU al que con la firma del Tratado asegurase la condici¨®n de Norteam¨¦rica como potencia europea, sacudiendo las propensiones hist¨®ricas de ese pa¨ªs al aislacionismo y unilateralismo, juzgadas nefastas. Desde entonces han transcurrido varias d¨¦cadas en las que las desconfianzas no ten¨ªan otro destinatario que la URSS, mientras que cualquier s¨ªntoma de despego norteamericano produc¨ªa inmediata inquietud.
Eran los tiempos de la coexistencia, cuando se sospechaba y tem¨ªa que Washington pudiera entenderse con Mosc¨² a costa de sus socios europeos. Ahora, por contraste, parecen arraigar entre algunos miembros del club de Bruselas m¨¢s prevenciones frente a Estados Unidos que hacia la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Ah¨ª est¨¢ para probarlo, por ejemplo, el contencioso euro-americano sobre la transferencia de tecnolog¨ªa a la URS S a prop¨®sito del gasoducto que ha de enlazar con los yacimientos de Siberia. El nacimiento de la OTAN, en 1949, respond¨ªa, desde el punto de vista de los aliados europeos occidentales, a la necesidad, entonces gravemente sentida, de restablecer el equilibrio geopol¨ªtico tras la salida de la segunda guerra mundial, cuyas, consecuencias les dejaron tan disminu¨ªdos pol¨ªticamente que ninguno de ellos permaneci¨® en condiciones capaces de asumir desde entonces un papel mundial cre¨ªble.Consenso sin monolitismo
Constatando con angustia la formidable dimensi¨®n europea de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, frente a los 6.000 kil¨®metros que separan ambas orillas del Atl¨¢ntico, y convencidos de que la retirada de Estados Unidos de la Sociedad de Naciones fu¨¦ uno de los factores conducentes a la pasada conflagraci¨®n, el objetivo perseguido por los padres de la OTAN fu¨¦ hacer de Norteam¨¦rica una potencia europea, seg¨²n explica l¨²cidamente Henry Simmonet, a quien se considera en medios de la Alianza seguro candidato a la sucesi¨®n de Joseph Luns en la secretar¨ªa general de la Organizaci¨®n. Pero en los casi 34 a?os transcurridos desde la firma del Tratado de Washington se ha producido un cambio perceptible. Hay un nuevo dinamismo, una nueva comprensi¨®n, un nuevo consenso acerca de los intereses comunes que incluye ciertas diferencias de apreciaci¨®n inaceptables bajo los anteriores par¨¢metros del monolitismo. Europa no quiere la guerra con la URSS y rechaza la reforma de los mecanismos sobre los que reposa la pol¨ªtica agr¨ªcola com¨²n.
En Bruselas encuentran que la aceleraci¨®n integracionista del anterior Gobierno espa?ol presenta rasgos de la mentalidad del antiguo r¨¦gimen, favorable a procedimientos expeditivos y refractario a la pol¨¦mica abierta en la opini¨®n p¨²blica. Adem¨¢s, adivinan que despu¨¦s del 23-F se quiso imaginar con el recurso a la OTAN "una tarea para las Fuerzas Armadas". Joaqu¨ªn Romero Maura explicaba l¨²cidamente la situaci¨®n de decaimiento, las posibles tentaciones y la extremada susceptibilidad de unos ej¨¦rcitos confrontados a enemigos puramente abstractos y sin el est¨ªmulo de aliados exigentes.
Medios atl¨¢nticos lamentan que el verdadero debate sobre la adhesi¨®n a la Alianza se plantee despu¨¦s y no antes, como hubiera sido l¨®gico, de la firma del Tratado. Otro tanto ha sucedido bajo la ¨¦gida de Calvo Sotelo con el programa del futuro avi¨®n de combate y ataque (FACA) y estallar¨¢ previsiblemente cuando empiecen a calibrarse los efectos de la ley de Dotaciones Presupuestarias para Inversiones y Sostenimiento de las Fuerzas Armadas, aprobada por tr¨¢mite de urgencia sin la detenida discusi¨®n parlamentaria que la asignaci¨®n de 2,3 billones de pesetas hubiera requerido.
Alg¨²n relevante diplom¨¢tico espa?ol considera que en la posici¨®n del PSOE sobre la OTAN puede identificarse un factor de resentimiento por no haber sido tenido en cuenta ponderadamente en el per¨ªodo negociador previo. El mariscal lord Carver, jefe del Estado Mayor de la Defensa brit¨¢nica hasta fines de 1976, declaraba (v¨¦ase EL PAIS del 16 de junio de 1981) que, en su opini¨®n Ia oposici¨®n al ingreso deber¨ªa corresponder a la derecha, por consideraciones de aparente p¨¦rdida de soberan¨ªa". Un veterano atlantista del partido socialista belga se?alaba que el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez se encuentra como el del laborista brit¨¢nico Wilson cuando gan¨® las elecciones de 1973. Harold, tras una campa?a en la que hab¨ªa tomado ante los votantes el compromiso de retirarse de la CEE, al acceder a las responsabilidades del Estado demostr¨® plena solidaridad con sus predecesores conservadores en el 10 de Downing Street, pero la CEE acept¨® todas las conversaciones renegociadoras capaces de salvar la cara a los ganadores de Londres, obviamente interesados en la Comunidad, aunque hubieran pregonado lo contrario.
La doctrina oficial espa?ola hasta ahora vigente part¨ªa de considerar la pertenencia. a la OTAN como un condicionante b¨¢sico para la definici¨®n de la defensa nacional y, m¨¢s concretamente, de la pol¨ªtica militar y del Plan Estrat¨¦gico Conjunto (PEC). Ahora, con los socialistas en el poder, queda al descubierto que la participaci¨®n en la Alianza no proporciona cobertura frente a los escenarios concretos de conflicto propiamente espa?oles en el norte de Africa, que implica p¨¦rdida de autonom¨ªa en las cooperaciones con nuestros vecinos Portugal y Francia, y que su car¨¢cter indefinido en el tiempo implica una p¨¦rdida irremediable del control a¨²n posible en el tratado bilateral con Estados Unidos. En breve, la cuesti¨®n OTAN deber¨¢ ser afrontada. en profundidad, fuera de los escamoteos a que hemos asistido, por ejemplo, con ocasi¨®n de la reciente Pascua Militar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.