La radio
Con la libertad de expresi¨®n y, ya que el Gobierno se reserva la TVE, como lo han hecho nuestros Gobiernos desde que se inventara el invento, lo que est¨¢ cogiendo mucha marcha es la radio, que hay m¨¢s radios que nunca y pasaron los tiempos del "no hay parto sin dolor ni hortera sin transistor".El nivel period¨ªstico de la radio es bajo, m¨¢s bajo que el de la Prensa en general, pero superior al de la teletonta. Hay excepciones gloriosas en la radio, claro: Alex en Radio Madrid, Luis del Olmo en casi todo, Alejo Garc¨ªa, poco m¨¢s. Y hay obscenidades radiof¨®nicas que tratan de competir in¨²tilmente, desde el panfleto o el pseudolirismo, con Jos¨¦ Mar¨ªa Garc¨ªa, que hace siempre periodismo de investigaci¨®n. Por obscenidades radiof¨®nicas entiendo Encarna la nuit, que es espacio / l¨ªmite de la radio demag¨®gica, en Barcelona, o el espacio / l¨ªmite de la radio pseudol¨ªrica, en Sevilla. Dos emisoras m¨¢s o menos oficiales, la Nacional en Sevilla y Miramar en Barcelona, confunden -Encarna- la justicia con la caridad tardogaldosiana y maloliente, y el lirismo ¨¢crata con las verbalizaciones gratuitas y unisex: "El loco de la colina". Mientras tanto, permanecen en el Gulag off / micr¨®fono profesionales de la radio como Luis G¨®mez, o un periodista puro y duro como Antonio Casado. O se pierde, en el encierro de los veintiuno de Radiocadena, un joven y fino periodista como Rigalt. Y para esto hemos hecho un cambio y ganado / perdido unas elecciones. La radio, en la que todo est¨¢ inventado, porque lo primero y principal era el invento, tiene sobre los otros medios la ventaja y la gracia de la rapidez informativa.
Pero en lugar de exhaustivizar esos medios a tope (como supongo va a hacer Haro-Tecglen en Radio Exterior: es el ¨²nico que sabe de lo exterior y adem¨¢s sabe mucho de radio), en lugar de eso, digo, se pierden horas y horas, la noche entera, en demagogias l¨ªricas o pseudolirismos caritativos y patri¨®tico / integristas. El regeneracionismo psocialista ha dictado sobriedad, y esto no es s¨®lo sobriedad en las pesetas, sino tambi¨¦n sobriedad en las palabras: de los pol¨ªticos, de los periodistas, de los desmadrados radiof¨®nicos y as¨ª. Felipe Gonz¨¢lez ha amonestado ya a sus ministros por chupar demasiada c¨¢mara. Les gusta le tele m¨¢s que un puro a un recluta. Paco Ord¨®?ez va a rebajar los sueldos de los altos cargos del Banco Exterior a menos de la mitad de lo que cobraban sus antecesores francoucedistas.
Cuando en un pa¨ªs se suprime -en buena hora- la censura ¨¦tica, se impone por s¨ª sola la censura est¨¦tica, y una red del Estado no puede malversar su tiempo, su potencia, su audiencia, su dinero y sus medios al servicio del vedetismo histeroide de un locutor inspirado, porque el momento no necesita locutores inspirados -si est¨¢ inspirado, que escriba coplas-, sino, sencillamente, locutores informados.
Del mismo modo que Felipe Gonz¨¢lez se ha buscado expertos en moneda para su pol¨ªtica econ¨®mica, debiera buscarse expertos en palabras para no dilapidar el erario p¨²blico del castellano en roperos radiof¨®nicos de los viejos tiempos ni en seriales l¨ªricos, que incluso por su implantaci¨®n -Sevilla- est¨¢n traicionando con transverberaciones literatoides de madrugada esa realidad andaluza tan atendida y entendida por el psocialismo que vino del Sur. Que yo sepa, hay un hombre de la radio y el periodismo, Eduardo Sotillos, muy cerca del presidente. ?Por qu¨¦ el periodismo macho y ¨¦tico que hizo Sotillos tantos a?os tolera este faralae radiofi¨¢nico?
Alfonso Guerra, hombre de letras, paisano de don Antonio, sabe que el lirismo andaluz, de las jarchas ¨¢rabes a Juan Ram¨®n, es laconismo, y no, como creen los radiotontos, verbalizaci¨®n gratuita, obvia y multisexual. A m¨ª, que no entiendo la fuga de pesetas, me escandaliza hoy la fuga de palabras.
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