El final de un secuestro
EL REGRESO a su casa de Miguel Ignacio Echeverr¨ªa es una excelente noticia que no deber¨ªa ser enturbiada con reticencias o segundas lecturas. Lo decisivo -lo realmente importante- es que la vida del muchacho se encuentra a salvo sin que el Estado se haya visto obligado a conectar de forma m¨¢s o menos indirecta con los secuestradores a trav¨¦s de mediadores -tal y como sucedi¨® en el caso de Javier Rup¨¦rez, con el benepl¨¢cito de los socialistas, hoy en el poder- y a conceder contraprestaciones pol¨ªticas. Se desconoce oficialmente si la familia Echeverr¨ªa pag¨® el rescate, pero no parece, en cualquier caso, que el Ministerio del Interior haya llevado a la pr¨¢ctica su disparatado prop¨®sito de perseguir policial y penalmente a los ciudadanos que trataran de negociar con los secuestradores para salvar la vida del reh¨¦n. ETA VIII Asamblea contin¨²a sin reconocer la autor¨ªa del delito, pero las reiteradas negativas de los octavos podr¨ªan ser explicadas tanto por la resistencia de la organizaci¨®n terrorista a afrontar las responsabilidades pol¨ªticas de su barbarie como por eventuales conflictos recaudatorios derivados de su competitividad criminal con ETA Militar.A este respecto, resulta significativo que un destacado portavoz de Herri Batasuna declarara el pasado viernes, de forma tan asombrosa como desenfadada, que el secuestro de Miguel Ignacio Echeverr¨ªa se propon¨ªa, en realidad, "desprestigiar a ETA" y "llevar a un mont¨®n de j¨®venes contra los secuestros en general". En esa misma l¨ªnea de desverg¨¹enza, la Coordinadora KAS tambi¨¦n denunciaba el secuestro "como el intento premeditado de involucrar a ETA Militar, con el claro intento de desprestigiar la lucha armada". Resultar¨ªa as¨ª que los milis y sus compa?eros de viaje critican, con el cinismo propio de los fan¨¢ticos, las acciones de sus competidores en la barbarie mediante el procedimiento de distinguir entre los cr¨ªmenes, secuestros y extorsiones buenos, de los que ellos son autores, y los cr¨ªmenes, secuestros y extorsiones malos, imputables a los octavos. Detras de los ide¨®logos est¨¢n, sin embargo, los administradores de la intendencia y los reacaudadores de fondos. Las semejanzas entre la actual situaci¨®n del Pa¨ªs Vasco y el Chicago de los a?os veinte no se reduce s¨®lo al paralelismo entre los impuestos revolucionarios de los terroristas y las cuotas de protecci¨®n de los g¨¢nsteres, a la proliferaci¨®n de los secuestros con rescate y a los asesinatos. Tambi¨¦n existe una din¨¢mica de enfentamiento entre los diversos clanes de extorsionistas, que reclaman el monopolio de los secuestros o de los impuestos revolucionarios al igual que Al Capone o Johnny Torrio pod¨ªan hacerlo en su tiempo. No es imposible que, en el caso del joven Echeverr¨ªa, los octavos hubieran penetrado, tal vez sin saberlo, en los dominios de los milis, m¨¢s poderosos, y hayan tenido que replegar velas, cuando menos, para negar oficialmente la autor¨ªa del crimen.
Casi en las v¨ªsperas del regreso a su casa de Miguel Ignacio Echeverr¨ªa se publicaban las declaraciones de dos dirigentes de ETA Militar a Le Monde y de tres dirigentes de ETA VIII Asamblea a EL PAIS. La lectura de sus respuestas suscita la repugnancia que siempre provocan las jactancias de los asesinos por sus sanguinarias haza?as y la inquietud que causan los orates capaces de prolongar los delirios doctrinarios en la pr¨¢ctica del crimen. Los octavos, tras inculpar del secuestro del joven Echeverr¨ªa a la extrema derecha o a los delincuentes comunes, declaran que sus asesinatos son acciones pol¨ªticas que afectan "al coraz¨®n mismo de las contradicciones del capital vasco", condenan a muerte a quince miembros de la autodisuelta ETA VII Asamblea en el caso de que regresen a Espa?a y asignan a las extorsiones -llamadas esta vez multas revolucionarias- la notable funci¨®n de "recuperar una parte de la plusval¨ªa que la burgues¨ªa arrebata a la clase trabajadora". Las declaraciones de los milis muestran, en la rigidez de sus conceptos y la ritualidad de su lenguaje, que esa rama de ETA ha abandonado los ¨²ltimos vestigios de la ideolog¨ªa sabiniana y se halla bajo la influencia de las corrientes del tercermundismo revolucionario, cuya dotaci¨®n de libros procede de las guerras de Vietnam y Argelia y de la guerrilla latinoamericana. Ser¨ªa conveniente que los socialistas franceses, tan en¨¦rgicos con los terroristas corsos y tan tolerantes con los terroristas de ETA, leyeran con atenci¨®n las respuestas referidas a la independencia y reun¨ªficaci¨®n del Pa¨ªs Vasco, que incluye los territorios vascos del sur de Francia.
?Qu¨¦ esperanzas existen, a la vista de esos textos, de que la iniciativa del presidente de la comunidad aut¨®noma vasca para sentar en torno a una mesa a representantes del PNV, del PSE-PSOE y de Herri Batasuna pudiera facilitar la pacificaci¨®n de Euskadi y no fuera instrumentalizada por el nacionalismo radical como simple caja de resonancia t¨¢ctica al servicio de una estrategia global de violencia en una escala a¨²n mas elevada? Es cierto que el t¨¦rmino negociaci¨®n aparece en esas respuestas en un contexto de megaloman¨ªa delirante ("muchas guerras han concluido en una mesa de negociaci¨®n", dicen los milis) o de recelo ("la negociaci¨®n es la antesala del arrepentimiento", comentan los octavos). Pero en la arrogancia doctrinaria de esas declaraciones son tambi¨¦n visibles algunas grietas y fisuras. "ETA sabe que que debe situarse en el interior de un proceso. Existe el peso de las realidades. La del Estado espa?ol. La del pueblo vasco. La del Estado franc¨¦s...", replican los milis a Le Monde a prop¨®sito de su programa m¨¢ximo. Desde luego que ser¨ªa absurdo sacar del contexto de las declaraciones esa moderada gota de sentido com¨²n. Pero tampoco parece justificado ignorar su existencia.
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