El actor
Cuando se muere, lo entierran. Ahora, en lugar sagrado. En otros tiempos, ni eso. Y no queda huella de su obra, sino en lento desvanecimiento de su modo de hacer, boca a boca, en tenue sonido cada vez m¨¢s espaciado hasta el total silencio.A lo largo de su vida pudo aprobar -por m¨¦ritos de estudio- mil carreras de las de t¨ªtulo con marco en el lugar m¨¢s visible del despacho. Pero estudia carreras de escasa duraci¨®n generalmente, si bien, un a?o o poco m¨¢s. Si regular, algunos meses. Y si mal, acaso ni semanas. Estudia por la noche, de d¨ªa y cuando sue?a la forma de ser otro, con otros caracteres, maneras e ideales. El actor es el ¨²nico ser sobre la tierra que merma su vida en trueque de otras vidas distintas a la suya. Se viste de mendigo o de monarca, seg¨²n la conveniencia, y falsifica su propio pensamiento si el texto lo requiere. Lo mismo se aparece en h¨¦roe arrogante -aun siendo pusil¨¢nime-, o finge cobard¨ªas que no son su contexto. Al alzarse el tel¨®n -el actor es de teatro- ya est¨¢ desamparado ante mil ojos que le acechan desde abajo, espiando sus modales, sus inflexiones. de voz, el atuendo que lo cubre, el ritmo de sus andares y esa toda su silueta que confirma un veredicto.
No hay defensa ni atenuante ante un posible fallo. A veces, el espectador no mira. Esp¨ªa. Y es grande su deleite cuando el actor cumple su misi¨®n con dignidad. As¨ª como tambi¨¦n se regocija -horrible paradoja- cuando el histri¨®n vacila o el diablo lo confunde.
El acto de dilatada vida profesional ha dejado un tercio de ella en ser el que no es. Dec¨ªa cierto famoso actor de cine, cuyo nombre no viene al caso, que siempre se neg¨® a ver sus propias pel¨ªculas asegurando: "No me interesa ver a un ser parecido a m¨ª diciendo cosas que ni comprendo ni comparto".
Jam¨¢s termina su carrera. Todos y cada uno de sus d¨ªas son un duro examen al triunfo o al fracaso, con el el ir¨®nico agravante de que uno solo de estos ¨²ltimos anula cien noches de ¨¦xito. El p¨²blico, como ente singular, se vergudiza implacable, inmisericorde, tajante y devorador. Lo anterior no cuenta. Y si ante el triunfo es parco en alabanzas, ante el fracaso se calza las botas de tachuela. El p¨²blico juzga por lo cotidiano, lo actual y presente. Ayer es un d¨ªa muy lejano, que se olvida f¨¢cilmente. Y no hay animal m¨¢s desmemoriado que el p¨²blico del actor. Y al que aplaudi¨® con fervor en otro tiempo, lo arrincona despu¨¦s en el desv¨¢n de la memoria, y ya nunca lo Rama a su presencia si no es en curiosa an¨¦cdota de contertulios.
Y el actor, poco a poco, paso a paso, va camino de su propio exilio -nunca se jubila-, apoyado en el bast¨®n de sus recuerdos, jadeando en cada mutis, conteniendo toses y moqueo, a la silla de misa que le espera tras las bambalinas -subir al camerino es angustioso-, esperando la bajada del tel¨®n, saludo de gracias y buenas noches, hasta ma?ana.
Se me dir¨¢ que ¨¦sta es la cara fea de la moneda en la vida del actor. Que hay otra en la parte opuesta. De acuerdo. Pero de cien veces que le deis vuelta a esta cara de la moneda, 99 encontrar¨¦is otra cara, exactamente igual a la anterior.
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