Mitterrand impone a Jorge Luis Borges la Legi¨®n de Honor francesa
El escritor argentino comprueba la admiraci¨®n de Francia por su obra
Jorge Luis Borges, el escritor argentino autor de Laberintos, recibi¨® ayer en el palacio del El¨ªseo de manos del presidente de la Rep¨²blica Francesa, Fran?ois Mitterrand, las insignias de Comendador de la Legi¨®n de Honor. Con ello, Francia quiere honrar al gran escritor. Refiri¨¦ndose al premio Nobel con el que fue galardonado el escritor colombiano Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, Borges coment¨®: "Los suecos son muy razonables". Jorge Luis Borges tiene 83 a?os y desde hace tiempo figura como candidato al Nobel.
Con motivo de la imposici¨®n de la Legi¨®n de Honor, el Gobierno franc¨¦s invit¨® al autor de La biblioteca de Babel a pasar una semana en Par¨ªs, donde ha podido comprobar el embelesamiento que hoy despiertan tanto su obra como su propia persona. En tiempos no lejanos, las actitudes pol¨ªticas de Borges, -ante la dictadura militar chilena, por ejemplo- no favorecieron la valoraci¨®n de sus libros que, de todas maneras, siempre fueron altamente apreciados por los m¨¢s conocedores. Actualmente, a pesar de que el Nobel no lo haya consagrado con su aura, como se espera aqu¨ª cada a?o, sus escritos son considerados como la obra de "uno de los ¨²ltimos gigantes literarios del siglo".Durante su semana parisiense, a los 83 a?os de edad, el escritor argentino, antes de ser acogido ayer por Mitterrand en el palacio presidencial, recibi¨® el t¨ªtulo de asociado extranjero de la Academia de Ciencias Morales y Pol¨ªticas, e imparti¨® una lecci¨®n sobre la creaci¨®n po¨¦tica en el Colegio de Francia.
"Ll¨¢meme don Luis"
Durante una hora, el maestro, tal como se le apoda ahora a Borges en Par¨ªs, embobalic¨® pr¨¢cticamente a los cientos de personas que, como sardinas enlatadas (los fil¨®sofos Raymond Aron y Michel Foucault, entre otras muchas personalidades literarias, sufrieron-gozaron lo suyo), lo escucharon y le interrogaron sobre los misterios de su creaci¨®n y de su vida.A esta masa compacta y expectante, invisible para ¨¦l (su ceguera ya se insinu¨® cuando contaba cincuenta a?os) Borges le explic¨® que, desde peque?o, ya sab¨ªa que pasar¨ªa toda su vida "so?ando, escribiendo, publicando quiz¨¢. De hecho, no publicamos m¨¢s que para no pasar toda nuestra vida corrigiendo borradores". Dijo que hoy a¨²n continuaba escribiendo, "porque no s¨¦ qu¨¦ otra cosa podr¨ªa hacer".
En un principio, revel¨¦ que "por timidez" quiso ser un genio. Pasado el tiempo, a?adi¨®, tuvo varios modelos. Y, por fin, "me resign¨¦ a ser Borges, y los lectores tambi¨¦n se resignaron a lo mismo". S¨®lo empezar a hablar de la escritura, sent¨® que "la creaci¨®n po¨¦tica no viene de la nada, sino de la memoria, es decir, del olvido. La memoria escoge lo que ella misma olvida".
Alguien quiso conocer la relaci¨®n existente entre la creaci¨®n que es la naturaleza y la creaci¨®n po¨¦tica: "Desgraciadamente, no existe ninguna relaci¨®n", sentenci¨® Borges. Y al pregunt¨¢rsele si los buenos sentimientos excluyen la obra de arte, dijo: "Por el contrario, esta ¨²ltima es un sentimiento como los otros".
Alguien le inquiri¨® sobre el juicio que le merec¨ªa el reciente premio Nobel, Garc¨ªa M¨¢rquez: "Los suecos son muy razonables. Antes se contentaban confirmando reputaci¨®n. Ahora, quieren revelar escritores". Estas palabras, Borges las pronunci¨® con una sonrisa colgada de su rostro ciego y fantasmag¨®rico.
En pleno ¨¦xtasis popular-elitista, alguien lo llam¨® por su nombre, "Jorge Luis". Y, muy delicadamente, el escritor rectific¨® encarando a su interlocutor: "LI¨¢meme don Luis, como en el barrio sure?o de Buenos Aires". Dijo que, en vez de leer los libros que se escriben sobre su obra o su persona, ahora prefiere pensar en el futuro, "rodeado de los j¨®venes amigos que me perdonan la vejez".
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