No quiero ser funcionario
Corren aires de funcionarizaci¨®n. Se dice que entre las dos posibles v¨ªas de acceso y permanencia para el profesorado universitario -contratado y funcionario-, las nuevas autoridades del MEC van a optar o han optado ya por la segunda, el funcionario: todos funcionarios. Se aducen n¨²meros -en la actualidad hay mayor cantidad de profesores funcionarios que contratados (gracias, evidentemente, a la pol¨ªtica de UCD en los ¨²ltimos a?os)-, dificultades de todo tipo y, quiz¨¢, aunque se diga menos, la fuerza, el poder y la presi¨®n ejercida -evidente ya en la discusi¨®n de la frustrada LAU- por los cuerpos m¨¢s altos de la universidad.Si ello es as¨ª, no puedo por menos que proclamar mi desencanto y mi disconformidad. Yo no esperaba este cambio. No quiero ser funcionario, no me interesa, ni deseo para la universidad la jerarquizaci¨®n y el caciquismo, no apuesto por valores como el escalaf¨®n, la antig¨¹edad y el esp¨ªritu de cuerpo, los traslados, las oposiciones y toda la parafernalia, entre humillante y oportunista, que las rodea. No pido tampoco, mantengo a¨²n ciertas dosis de realismo, la extinci¨®n de los cuerpos, pero s¨ª requiero, al menos, la coexistencia.
Lo m¨ªo es bien sencillo. Mi vocaci¨®n no es la funcionarizaci¨®n, sino la ense?anza. Deseo ense?ar, y ense?ar investigando, no en estado de dormici¨®n; y por ello, que se me reconozca no la pertenencia al cuerpo, sino los m¨¦ritos que esa ense?anza y esa investigaci¨®n puedan tener. Que se me reconozcan y que se me exijan tambi¨¦n, que se me incite y motive. No, pretendo, por ense?ar e investigar, ser profesor de segunda fila. Si no tengo vocacion de funcionario, tampoco es lo m¨ªo el papel de h¨¦roe marginal, al borde de la no renovaci¨®n de contrato o de la inferioridad en toda la vida universitaria. Que se me reconozca -o se me niegue, de todo habr¨¢- mi capacidad docente e investigadora en funci¨®n del trabajo, no de los a?os de escalaf¨®n o de las relaciones de amistad y cuerpo, y que ese enjuiciamiento responda a unos criterios objetivos, transparentes y p¨²blicos. Ser¨ªa de desear que tambi¨¦n los funcionarios profesores estuvieran sometidos a las mismas condiciones, y s¨¦ que hay bastantes, los mejores -convivo diariamente con ellos-, que no s¨®lo aceptan un sistema como ¨¦se, sino que lo desean y luchan por ¨¦l, pero mucho me temo que el cuerpo, en cuanto tal, no est¨¢ por la labor. A la experiencia me remito.
Seguridad, dignidad e igualdad
No deseo poder, no quiero ir a los tribunales de oposiciones ni dedicarme a la cooptaci¨®n. Tampoco pretendo afincarme en un puesto que, por vitalicio, conseguir¨ªa apolillarme. Pero s¨ª quiero lo que cualquier trabajador justamente reivindica: seguridad en mi empleo, dignidad en mi trabajo, igualddd en mi salario -seg¨²n un viejo principio vigente en los a?os sesenta y setenta y tambi¨¦n ahora de actualidad: "a igual trabajo, igual salario"-, participaci¨®n en las decisiones que me afectan, reconocimiento de mis derechos como trabajador (que el Estado sea el empleador no es motivo suficiente para que me sean conculcados..., dir¨ªa que todo lo contrario), autogobierno... Son principios elementales. ?Tan dif¨ªcil es plasmarlos en el BOE?
No comprendo qu¨¦ a?ade la funcionarizaci¨®n a la ense?anza, a la actividad docente e investigadora, pero si alguien la desea, no me opondr¨¦ a ella. En contrapartida solicito bien poco: que se respete tambi¨¦n mi deseo, si es que realmente sirvo, si cotidianamente ense?o e investigo, y que se estime objetivamente, en su justo valor -no hablo de precio-, esa actividad. No comprendo qu¨¦ puede a?adir a la val¨ªa cient¨ªfica de un profesor pedir el traslado a Bilbao, marchar luego a Alicante, para recalar finalmente en Madrid. El periplo pudo acrecentar su categor¨ªa en el cuerpo -sali¨® agregado, volvi¨® catedr¨¢tico-, pero no acrecienta el capital cient¨ªfico.
Ahora bien, si hay quienes gustan de viajes tan poco aventureros -y los hay-, que se les permita hacerlos, no ser¨¦ yo quien se lo impida. Pero tambi¨¦n aqu¨ª una contrapartida: el derecho de la comunidad universitaria a seleccionar a su personal en un marco de rigor cient¨ªfico, objetivo y p¨²blico, el derecho al autogobierno y la autonom¨ªa universitaria, a estimar que aquel viaje no es un m¨¦rito, s¨®lo una oportunidad, y que el cuerpo y el MEC (instrumento del cuerpo m¨¢s que de la voluntad social) no tienen por qu¨¦ endosarlo ni endos¨¢rnoslo.
Lo m¨ªo es bien sencillo: no deseo ser funcionario. No quiero entrar por la puerta peque?a de las oposiciones restringidas o similares, y pido que el MEC no me obligue a ese rito humillante. No s¨¦ si habr¨¢ muchos con mi actitud, pero, aunque sean pocos, ?por qu¨¦ no tener en cuenta tan humildes pretensiones?
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