Las Am¨¦ricas
Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Nicaragua, Guatemala, El Salvador, Puerto Rico, las Am¨¦ricas, movimientos de liberaci¨®n nacional, comit¨¦s de solidaridad con los pueblos en lucha por su libertad, dem¨®cratas exiliados en Espa?a, la Sant¨ªsima Trinidad de los pobres, los indios y los muertos.As¨ª fue la movida. Juan Pablo Ortega habla de un "Constantino yanqui". O sea, The Final Conclave, donde Malachi Martin, antiguo colaborador de Juan XXIII, cita a Wojtyla, mucho antes de ser Papa, en relaci¨®n con la llamada American Initiative, es decir, la iniciativa de ciertos cardenales americanos del norte con quienes Wojtyla hab¨ªa dialogado buscando apoyo contra la influencia de los cardenales latinoamericanos. El libro de Martin explica bien la relaci¨®n Wojtyla/ Reagan, gravitante sobre el Cono Sur, cuya fiesta celebramos la otra tarde. Angel L¨¢zaro, que me pide una calle madrile?a en recuerdo de Castrovido -como si uno diese calles-, fue exiliado en la Am¨¦rica que nos acoge una vez y otra, durante el cuarenta?ismo. Tribunal Permanente de los Pueblos, sesi¨®n dedicada a Guatemala, patrocina el Ayuntamiento de Madrid. El americano Olvaldo Fern¨¢ndez denuncia el fetichismo de la mercanc¨ªa y el capital, la ideolog¨ªa y la reproducci¨®n. Jorge Ibarg¨¹engoitia, de Guanajuato, nos habla de las muertas, que es hablarnos de las vivas, los vivos, los muertos: nosotros. Y viene el Uruguay / 83, dudando entre la dictadura blanda y el cambio, con bandera de soles y retales, vienen estancieros, curas revolucionarios, mineros, guerrilleros, naifs del socialismo en el caballo blanco de San Jorge.
La gran movida de las Am¨¦ricas, los bolivianos j¨®venes y r¨¢pidos, con una camiseta cerrada bajo la camisa, pidi¨¦ndome, d¨¢ndome informaci¨®n. Anabel¨¦n (no me ama / no me ama) vuelta donde sol¨ªa. Un actor argentino que ha grabado en disco mi art¨ªculo sobre Haroldo Conti (aquel gran l¨ªrico de la novela off / boom), desaparecido para siempre o, mejor (lo que es peor), convertido en un siempre negro y que da miedo. Una adolescente chilena y pecosa que me recoge en su magnetof¨®n unas palabras para la juventud chilena anti/ Pinochet. La rueda de los uruguayos de ojos claros e intenci¨®n cativa. Todas las Am¨¦ricas / Am¨¦rica, la otra tarde, y con ellos la infame basca, la dorada turba, la izquierda festiva, Claudia Gravi, el artesano Junquera, Bardem, Garc¨ªa-S¨¢nchez, Omar, V¨ªctor Manuel, Angeles Garc¨ªa Madrid, que ha escrito un libro sobre los penales cuarenta?istas, c¨¢rceles de mujeres y otras delicadezas, L¨®pez Salinas, que me ofrece pasteles -no, please, engordan-, Ana-que-no-me-ama, repito, Jes¨²s Pardo, Javier Vill¨¢n, nos hemos convertido, entre otras; cosas, en la patria centr¨ªpeta / centr¨ªfuga de la Am¨¦rica emergente, insurgente, recurrente, valiente. Mitterrand se avergonzaba un d¨ªa de que Francia devolviese a Alfonso Sastre a las autoridades de Franco. Nosotros, ya no tenemos que avergonzarnos de esas cosas, gracias, mayormente, a todas las izquierdas de la izquierda. Hubo palabras, claro, siempre hay, pero hubo, sobre todo, una cita que a todos nos concita, pues la solidaridad que se da es la que se recibe y est¨¢bamos m¨¢s cerca unos de otros, nuevamente, gracias al aluvi¨®n pardeante de los latinoch¨¦s. No somos la grandeur ni vamos de eso, pero una gram¨¢tica com¨²n y un encuentro de manos como herramientas nos permite dar patria, rebanada de idioma, reposo al guerrero, y puede que hasta estrategia.
Argentina negreante de madres. Chile roto en islas negras de sangre seca. Uruguay defendi¨¦ndose de algo peor que la dicturadura en crudo: la dictadura con buenos modales. Paraguay, erizado de iconos misioneros que nada han arreglado. Nicaragua, Guatemala, El Salvador candente. Fiesta campamental, corro de jerifaltes, alzada democracia, gente.
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