La magnificaci¨®n de la peque?a pol¨ªtica
Jordi Pujol no lo ha tenido f¨¢cil. El gran reto de dotar a Catalu?a de una infraestructura de gobierno, de llenar la autonom¨ªa de un contenido basado en el Estatut y la Constituci¨®n, era de por s¨ª una dificultad suplementaria respecto a la que tendr¨¢n, en el momento que sea, sus sucesores. Este hecho incrementa la responsabilidad del primer presidente y exig¨ªa, de partida, una praxis pol¨ªtica cualitativamente mejor, m¨¢s racional, menos improvisada, con mayor definici¨®n ideol¨®gica y menos partidista que la desarrollada.La forma de gobernar
Una de las cr¨ªticas que ahora se le formulan al presidente catal¨¢n, a modo de leitmotiv de la oposici¨®n e incluso de algunos de sus aliados, es el anteponer intereses subjetivos, incluidos los de su propia conservaci¨®n, a los que objetivamente constituyen la reconstrucci¨®n nacional de Catalu?a. El 8 de mayo de 1980, d¨ªa de su toma de posesi¨®n, Pujol expuso un programa que inclu¨ªa aspectos concretos notables, como, por ejemplo, el anuncio de seis leyes a tramitar por procedimiento de urgencia. Lo hizo con un lenguaje que reflejaba que tanto su especial manera de considerar el nacionalismo como el cumplimiento de las peque?as tareas diarias iban a ser las dos herramientas claves de su mandato. Posteriormente, Pujol ha ido abandonando en la pr¨¢ctica el concepto de nacionalismo como elemento supraideol¨®gico, ante la necesidad progresiva de mantener una estabilidad parlamentaria que aquel d¨ªa de mayo naci¨® ya en precario.
Un acierto de aquel discurso fue el realismo con que expuso que las cosas no iban bien. En los casi tres a?os que han seguido, esa referencia ha sido una constante, acompa?ada, eso s¨ª, de un sempiterno canto a la esperanza. Dec¨ªa entonces Pujol: "Haciendo las cosas seriamente, sabremos superar la crisis". Era una variante, en cierto modo, de su anem per feina! ("pong¨¢monos a trabajar"), el eslogan acu?ado para su campa?a electoral. Hay que reconocer que Pujol, llamado por sus compa?eros de Converg¨¦ncia la locomotora humana por su capacidad de trabajo, ha desgranado una incontable suma de peque?as labores. En unas recientes declaraciones consideraba que esas acciones constituian su principal satisfacci¨®n. Su empe?o en llamar la atenci¨®n sobre la mejora de las peque?as cosas cotidianas ha sido considerado por muchos, sin embargo, como el reflejo patente de una falta de altas miras y una escasez de creatividad.
La institucionalizaci¨®n
El titular de la Generalitat hizo descansar desde el principio su acci¨®n gubernamental sobre tres ejes: la institucionalizaci¨®n, la catalanizaci¨®n y las medidas de revitalizaci¨®n econ¨®mica. En la primera ¨¢rea es donde Jordi Pujol ha conseguido los mejores resultados, aunque con notables lagunas. En su ya citada toma de posesi¨®n, expuso un programa legislativo con 32 leyes generales y seis fundamentales. De las primeras, s¨®lo han sido aprobadas por el Parlament siete. De las fundamentales, cuatro. Alguno de estos vac¨ªos (como la ley de la Funci¨®n P¨²blica, la ley de Ordenaci¨®n Territorial, la ley Electoral) afectan a temas clave de la autonom¨ªa catalana.
Al ser acusado por esta escasa iniciativa legislativa, Pujol ha utilizado varios argumentos de r¨¦plica, que son ciertos, aunque matizables. En s¨ªntesis, se ha lamentado de que en algunos campos no se puede legislar, y eso lo apoya en la puesta en marcha de la ley Org¨¢nica de Armonizaci¨®n del Proceso Auton¨®mico (LOAPA), la falta de los cuadros-marco de leyes estatales -como la de Bases del R¨¦gimen Local- y en una obligatoria prudencia a la hora de legislar, para que las iniciativas parlamentarias catalanas no sean denunciadas y frenadas por el Tribunal Constitucional. Estos argumentos se pueden contrarreplicar se?alando que en determinadas leyes, como la de Ordenaci¨®n Territorial, se podr¨ªa haber empezado a dictar normas tomando como referencia la ley de Bases de R¨¦gimen Local de la ¨¦poca franquista, adaptada en parte por la Constituci¨®n. La actitud conservadora de Pujol en este campo, en espera de las normativas estatales definitivas, ha comportado incluso la cr¨ªtica de algunos dirigentes de su propio partido. En realidad, Pujol es un gobernante que ve con desagrado un r¨ªgido control parlamentario sobre su acci¨®n gubernamental, y en este sentido es notorio su incumplimiento de algunas disposiciones que le ha dictado el Parlament, como, por ejemplo, la obligatoriedad de presentar una ley que sustituya las c¨¢maras agrarias por entidades profesionales agrarias.
Uno de los primeros errores imputables en gran parte al Gobierno Pujol en el campo legislativo fue la ley de Transferencias de las Diputaciones, que el Tribunal Constitucional declar¨® -pr¨¢cticamente en su totalidad- contraria a la Constituci¨®n. Aquel proyecto de vaciar de contenido las cuatro diputaciones catalanas, que Pujol pact¨® con la oposici¨®n, tras abandonar la v¨ªa de los decretos presidenciales, result¨® un fiasco por falta de perspicacia jur¨ªdica y signific¨® el punto de partida de una cadena de enfrentamientos con el Gobierno central. Adem¨¢s, tuvo efectos negativos para la instituci¨®n catalana, tanto en su imagen en Madrid como por la imposibilidad real de absorber los organismos provinciales.
La pol¨ªtica de traspasos
Transcurridos estos mil d¨ªas, el presidente sigue trabajando para que la Generalitat incida cada vez m¨¢s en la realidad catalana a trav¨¦s de su acci¨®n sobre cosas concretas. Para poder aplicar esta pol¨ªtica, Pujol consider¨® vital acortar los plazos de los traspasos de los servicios estatales, para lo que cont¨® con la inestimable -aunque corta- colaboraci¨®n de Adolfo Su¨¢rez. A ese nivel los resultados fueron espectaculares: de los 2.000 millones que ten¨ªa la Generalitat preauton¨®mica se ha pasado a un presupuesto de 246.000 millonespara 1982; de 1.500 funcionarios, a los 60.000 actuales.
Las primeras transferencias sustanciosas llegaron al final de 1980 con los servicios de Ense?anza y sus casi 30.000 maestros. Un a?o despu¨¦s, la gesti¨®n de los servicios de Sanidad y Seguridad Social se ha convertido en la parte del le¨®n del total de dinero disponible de la Generalitat, pero son unos 110.000 millones que Pujol s¨®lo administra y que, incorporados a los presupuestos ordinarios, hinchan ficticiamente la magnitud de los recursos auton¨®micos. En ambas ¨¢reas Pujol ha conseguido mejores planificaciones que la Administraci¨®n central: el inicio del curso escolar ha dejado de ser ca¨®tico en Catalu?a y la Conselleria de Sanidad se anticip¨® a la reforma administrativa que los socialistas empiezan a aplicar ahora en el terreno sanitario. En el campo del Turismo, por citar otra realizaci¨®n positiva, se han conseguido en este tiempo mejores resultados porcentuales que en el resto de Espa?a.
Algunas de Ias cr¨ªticas que en estos mil d¨ªas se le han formulado a Pujol por su manera de conducir los traspasos han desaparecido con el tiempo. Perduran algunas, como la de que es irracional acumular transferencias si no se agiliza la negociaci¨®n de sus valoraciories. Por razones de pol¨ªtica general -las reticencias de Calvo Sotelo, el par¨®n por la convocatoria de elecciones- las valoraciones tienen que discutirse ahora con un Gobierno de socialistas, cuando fue precisamente el PSOE el mayor cr¨ªtico del procedimiento de negociaci¨®n entre la Generalitat y el Gobierno de UCD y sus expertos consideran que existe una sobrevaloraci¨®n de 21.000 millones. A las cr¨ªticas socialistas se unen ahora las de algunos convergentes por la mala planificaci¨®n que ha conducido a la situaci¨®n actual.
La oposici¨®n subraya que Pujol no ha sabido separar n¨ªtidamente los intereses de la Generalitat por los traspasos de servicios de los restantes intereses de la instituci¨®n, de su pol¨ªtica de Estado. En este sentido se?ala que las necesidades de la Generalitat han ido al mismo saco que los objetivos partidistas e ideol¨®gicos de Convergencia, algo muy negativo para los intereses objetivos de Catalu?a.
El 'mercadeo' de votos
Este cruce entre las diferentes pol¨ªticas de Pujol, nacidas de la acumulaci¨®n del cargo de presidente de la Generalitat y el de secretario general de CDC, se ha practicado en el doble plano Generalitat / Gobierno de UCI) y Generalitat / Converg¨¨ncia. Esto encontr¨® complacencia en Madrid en la ¨¦poca de Su¨¢rez y resistencia durante el mandato de su sucesor, Leopoldo Calvo Sotelo. El mercadeo de votos con UCD, como se conoci¨® la estrategia del brazo espa?ol de Pujol, Miquel Roca Junyent, que consist¨ªa en un entendimiento basado en la contrapartida, lleg¨® a transformarse en una especie de panacea para resolver todos los problemas. Una de sus primeras consecuencias fue el acentuamiento de la derechizaci¨®n de CDC en la pol¨ªtica espa?ola: mes tras mes, en todas las votaciones claves para Adolfo Su¨¢rez o Calvo Sotelo, estuvo claro el apoyo de los diputados de Minor¨ªa Catalana a las tesis de UCD, ya fuera ante la ley del Estatuto de Centros Docentes, la ley de Incompatibilidades, el ingreso en la OTAN, la moci¨®n de censura a Carlos Robles Piquer, los Presupuestos Generales del Estado o la investidura de ambos presidentes.
Respecto al partido, Pujol se opuso siempre a la idea de abandonar la secretar¨ªa general y situarse en un plano m¨¢s institucional. El resultado ha sido una superposici¨®n total de sus dos im¨¢genes p¨²blicas, la sensaci¨®n de que es un presidente totalmente vinculado a la pol¨ªtica de un solo partido, que sale siempre en defensa de los intereses particulares convergentes y que, por ello, no act¨²a como el presidente de todos los catalanes. Esto se ha agravado por el electoralismo enquistado en la vida pol¨ªtica catalana desde las elecciones de 1977.
Habilidad en el Parlament
Llama la atenci¨®n la facilidad de movimientos con que Jordi Pujol ha podido gobernar en monocolor, disponiendo s¨®lo del 31% de los diputados de la c¨¢mara catalana. Es algo que, por ejemplo, asombra a su antecesor, Josep Tarradellas, cuyas diferencias con el actual presidente han crecido con el paso de estos tres a?os hasta erigirse en su m¨¢s cualificado cr¨ªtico.
A Tarradellas le sorprende que el grado de condicionamientos impuesto al Gobierno auton¨®mico minoritario sea pr¨¢cticamente nulo. Con un tercio de la c¨¢mara, Pujol, en teor¨ªa, tendr¨ªa que haber cedido constantemente ante sus aliados centristas y de Esquerra Republicana. Este dato habla tambi¨¦n elocuentemente de la pobreza de la actividad de los socialistas.
La habilidad, su papel de ¨²nico l¨ªder capaz de enfrentarse al PSC, el buen entendimiento con la UCD estatal puenteando a los centristas catalanes y la captaci¨®n ad infinitum de Heribert Barrera para sus proyectos son algunos factores que explican el absolutismo de Pujol como gobernante. No hay que olvidar, sin embargo, que la oposici¨®n ha cumplido con la obligaci¨®n moral de ser exquisitamente constructiva para no perjudicar el desarrollo del Estatuto, y que ello ha ensanchado extraordinariamente sus m¨¢rgenes de acci¨®n. Sin embargo, a quince meses de las nuevas elecciones, su actual mayor¨ªa adem¨¢s de ser inestable es precaria y no representa, desde el punto de vista de muchos, a la realidad sociol¨®gica de Catalu?a.
La pol¨ªtica de 'ser v¨ªctima'
Pujol arranc¨® con ¨ªmpetu en mayo de 1980. Hasta enero-febrero del a?o siguiente tuvo una oposici¨®n desmoralizada, unos aliados subordinados y una tarea prometedora. El primer punto de inflexi¨®n vino con la dimisi¨®n de Su¨¢rez y el 23-F. All¨ª perdi¨® a su mejor aliado y se iniciaron los embates de la campa?a del miedo a cargo de quienes quer¨ªan ver en las autonom¨ªas el chivo expiatorio de la inestabilidad democr¨¢tica. Una vez m¨¢s, aliados y oposici¨®n ayudaron a Pujol, comprometi¨¦ndose a fortalecer la identidad autonom¨ªa/democracia.
Luego, aunque el Gobierno Calvo Sotelo fue al mismo tiempo suspicaz y reticente con Pujol, los votos de la Minor¨ªa Catalana segu¨ªan siendo decisivos y se utilizaron para ayudar a UCD en la etapa en que ¨¦sta impuso desgobierno y decepci¨®n a toda Espa?a. A Pujol le falt¨® imaginaci¨®n para exigir a Calvo Sotelo, a cambio del respaldo incondicional, una pol¨ªtica menos ca¨®tica. Quiz¨¢s era el momento adecuado para corregir una l¨ªnea que le alejaba cada vez m¨¢s de otras realidades sociales de Catalu?a, las m¨¢s populares, por su defensa exclusiva de los intereses de los catalanes de derechas y burgueses.
A partir de ah¨ª Jordi Pujol acentu¨® lo que ha venido en llamarse la pol¨ªtica del victimismo. Motivos de queja no le han faltado, como la LOAPA y, sobre todo, su esp¨ªritu, que ha sido el eje de unos pactos auton¨®micos UCD-PSOE de los que absurdamente -y ahora se empiezan a dar cuenta unos y otros- se alej¨® a los partidos que gobernaban en las autonom¨ªas. Los pactos auton¨®micos constituyeron el segundo punto de inflexi¨®n de sus mil d¨ªas de gobierno, porque le anclaron en un conservadurismo en el campo legislativo. La campa?a contra la regresi¨®n auton¨®mica, basada en el grito Som una naci¨®, llev¨® a Pujol a aumentar el componente nacionalista de su pol¨ªtica, sin dejar de intentar sacar todo lo posible del Gobierno central. Dio, as¨ª, argumentos a quienes le acusaron de practicar un doble lenguaje y de descuidar el estilo exigible a un gobernante.
Con todo, despu¨¦s de casi tres a?os el presidente catal¨¢n puede sentirse satisfecho, porque el Estatuto se ha aplicado con menos problemas de los previstos. A pesar de sus quejas, el volumen de traspasos ha sido casi inmejorable en calendario y porcentaje, se ha dotado a la Generalitat de instrumentos y se la ha asentado.
Las dos comunidades
Las realizaciones pr¨¢cticas han sido incontables. Pero ha faltado un proyecto m¨¢s definido de esa reconstrucci¨®n nacional y, por tanto, el punto de referencia indispensable para una pol¨ªtica. Las m¨²ltiples salpicaduras de improvisaci¨®n y partidismo que ha tenido su estrategia han producido algunos efectos poco deseables para una autonom¨ªa que despega. Por ejemplo, la p¨¦rdida de influencia de Catalu?a fuera de sus fronteras, que ahora intentan contrapesar los ministros socialistas catalanes.
M¨¢s grave a¨²n es la desvinculaci¨®n entre los sectores de poblaci¨®n que proceden de la inmigraci¨®n y el hecho auton¨®mico; es posible que, si ahora se celebraran las elecciones al Parlament, Pujol no contara con el voto inmigrante que capt¨® -por un reflejo anticrisis- en las elecciones del 80. Aunque en cuestiones de lengua el presidente haya sido m¨¢s moderado de lo que algunos esperaban, no se ha producido una atenci¨®n espec¨ªfica al proceso de integraci¨®n de las dos comunidades que sustentan Catalu?a ni se ha neutralizado el virus de la divisi¨®n, como lo demuestra la ¨²ltima manifestaci¨®n del Onze de setembre.
Tambi¨¦n aqu¨ª se impone, como m¨ªnimo, la cr¨ªtica al estilo. Hace mil d¨ªas Pujol alud¨ªa a "un concepto global y globalizador de Catalu?a en el que quepan de verdad todos los catalanes". A finales de 1981, en una visita a Ciutat Badia, ante una fuerte representaci¨®n inmigrante, las palabras del presidente sonaban con demasiada dureza: "La intimidaci¨®n, del tipo que sea, en el terreno laboral, en el terreno de la ense?anza, no va a servir absolutamente de nada, s¨¦panlo ustedes. (...) La democracia se basa en las elecciones. Nunca en la intimidaci¨®n. Por supuesto, s¨¦panlo ustedes, las manifestaciones de tipo violento e intimidatorio no causan absolutamente ning¨²n efecto en el Gobierno de la Generalitat. Esto es preciso que lo sepan ustedes".
Cualquier an¨¢lisis de estos mil d¨ªas de gobierno ha de reconocer la considerable tarea institucional y de realizaciones concretas llevada a cabo por el presidente. Jordi Pujol ha iniciado una ¨¦poca hist¨®rica y ha dejado patente su entrega ante el objetivo de recuperar los ideales de Catalu?a. Pero, como afirma el dirigente centrista Ant¨®n Ca?ellas -por escoger la cr¨ªtica de un aliado y no de un oponente-, ha olvidado que "no s¨®lo se hace pa¨ªs construyendo carreteras o estructurando la Administraci¨®n es necesario hacer al mismo tiempo una propuesta de futuro que involucre la ciudadan¨ªa y le haga ver porqu¨¦ es importante poder contar de nuevo con la Generalitat". En cierta manera, esta es la gran cr¨ªtica que se le puede hacer a Jordi Pujol.
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