Ayacucho, 'la guerra del fin del mundo'
Los asesinatos de ocho periodistas peruanos en el departamento de Ayacucho, donde, desde hace m¨¢s de dos a?os, opera la organizaci¨®n guerrillera mao¨ªsta Sendero Luminoso, han puesto tr¨¢gicamente de actualidad esta casi ignorada guerra del fin del mundo que se libra en el pa¨ªs andino. Un enviado especial de EL PAIS estuvo hace unos d¨ªas en Ayacucho, donde convivi¨® con algunos de los periodistas asesinados.
"Si le dan un salvoconducto para salir a la calle en las horas del toque de queda, no lo utilice. Aqu¨ª disparan primero y piden el salvoconducto despu¨¦s". El corresponsal de un diario de Lima daba este consejo al enviado especial de EL PAIS a bordo del semivac¨ªo Boeing 727 de Aeroper¨² que, una vez al d¨ªa, comunica la capital peruana con la ciudad de Ayacucho, una voz quechua que significa "lugar de los muertos".No hubo, sin embargo, ocasi¨®n para seguir dicho consejo Desde que, a finales del a?o pasado, las autoridades militares intervinieron en la regi¨®n -de momento ¨²nicamente en actividades de apoyo log¨ªstico y vigilancia-, han dejado de concederse salvoconductos y los periodistas deben permenecer en su hotel desde las diez de la noche a las cinco de la madrugada, periodo en que est¨¢ en vigor el toque de queda.
Ayacucho, una bella ciudad colonial situada en la sierra central peruana, a 575 kil¨®metros al sureste de Lima y a casi 3.000 metros de altura, tiene la atm¨®sfera de una ciudad en guerra. Dos filas de soldados, armados con fusiles de asalto sovi¨¦ticos AK-47 (Kalashnikov), vigilan a los pasajeros desde el pie del avi¨®n hasta la terminal del aeropuerto. Polic¨ªas de paisano registran los equipajes.Tanquetas de la Guardia Civil recorren constantemente las principales calles. Los sinchis, el grupo especial antiterrorista del mismo cuerpo, se pasean fuertemente armados por la plaza de Armas, centro de la ciudad. La hoster¨ªa Santa Rosa, un viejo caser¨®n con patio central rodeado de balaustradas, sirve de centro de operaciones a los enviados especiales de los medios informativos peruanos y extranjeros. El mucho m¨¢s confortable Hotel de Turistas no es recomendable. Varias bombas han estallado all¨ª.
Un espa?ol con m¨¢s de veinte a?os de residencia en Per¨², conocido cari?osamente por Don Paco, es el propietario del hostal.
Desde el ¨²nico tel¨¦fono, instalado en el zagu¨¢n de entrada, se dictan a gritos las apresuradas cr¨®nicas tras la larga demora que requiere una conferencia a Lima. Los corresponsales peruanos se re¨²nen por la tarde alrededor del tel¨¦fono y comentan las informaciones y los rumores del d¨ªa.
En el bar de enfrente, polic¨ªas de paisano y de uniforme y enviados especiales de Prensa matan las horas bebiendo caf¨¦ y chilcanos, combinaci¨®n de pisco con ginger-ale. All¨ª estaba, vestido con un traje safari azul, Jorge Seda?o, de La Rep¨²blica, servicial y atento con los colegas extranjeros. Y tambi¨¦n Willy Retto, de El Observador, que buscaba a alguien que le llevara a Lima un carrete de fotograf¨ªas. Los dos, junto con otros seis colegas, morir¨ªan unos d¨ªas despu¨¦s.
Hay una gran competencia entre la docena de diarios que se publican en Lima. Y no es f¨¢cil conseguir informaci¨®n. S¨®lo rumores, noticias insuficientemente contrastadas que, de cualquier modo, hacen titulares de primera plana en la distante capital, donde se tardan m¨¢s de veinte horas por carretera.
Cada ma?ana, grupos de periodistas se desplazan en taxi a los pueblos cercanos a Ayacucho en busca de noticias. Son excursiones agotadoras, por carreteras peligrosas y caminos abruptos. Huanta, Cangallo, Huancapi, Huashuapata son algunas de estas localidades. En muchas, todos los hombres han huido -algunos se han incorporado a la guerrilla, otros tratan de escapar de las represalias de senderistas y polic¨ªas-, s¨®lo se habla quechua y es grande la desconfianza ante los forasteros.
Una de estas misiones informativas acab¨® tr¨¢gicamente la semana pasada. Era algo que estaba en el ambiente de la hoster¨ªa Santa Rosa, donde se supon¨ªa que iba a "pasar algo", dadas las dificiles condiciones de trabajo de los periodistas y su escasa seguridad. Ocho periodistas fueron asesinados a poca distancia de Uchurracay por campesinos airados que, seg¨²n la versi¨®n oficial, los confundieron con guerrilleros de Sendero Luminoso.
Murieron m¨¢s reporteros ese d¨ªa en los Andes peruanos que en los siete a?os de guerra de Argelia, casi la mitad que en los conflictos de L¨ªbano o Corea, el doble que en Uganda... Y eso en una guerra de la que se tiene escasa noticia, que apenas afecta al normal desarrollo de las actividades normales en Lima, Arequipa, Trujillo o Iquitos.
Amenazas telef¨®nicas
Curiosamente, la mayor¨ªa de los periodistas asesinados pertenec¨ªan a diarios de la oposici¨®n, como El Observador, La Rep¨²blica o El Diario de Marka. Variosde ellos hab¨ªan sido amenazados por voces an¨®nimas, al igual que otros muchos, como Luis Morales, de El Diario, o Azcue, de El Comercio.
Hay quien acusa abiertamente de esta matanza a las fuerzas de seguridad, y se habla de una emboscada preparada por hombres armados. El Gobierno ha prometido abrir una investigaci¨®n "hasta las ¨²ltimas consecuencias". Otra hip¨®tesis se apuntaba ayer: los sinchis, en su intento de aislar a los guerrilleros de la poblaci¨®n, habr¨ªan aconsejado a los campesinos atacar a cualquier grupo de personas sin uniforme que apareciera por la localidad, situada ochenta kil¨®metros al sur de Ayacucho. Es pronto a¨²n para saber qui¨¦nes han sido los verdaderos responsables de lo que se denomina ya "el mayor asesinato colectivo de periodistas del mundo". Lo ¨²nico que se conoce con certeza es que ninguno de los ocho enviados especiales peruanos llevaba salvoconducto. Ni nadie se lo pidi¨®.
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