Contra un nuevo descubrimiento de Am¨¦rica
"Am¨¦rica, para los americanos", en ingl¨¦s, se pronuncia "Am¨¦rica Latina, para los americanos del Norte". El colectivo que se llama Hispanoam¨¦rica, contexto socioecon¨®mico no tan aglutinado y coherente como ser¨ªa de desear, pone en entredicho su categor¨ªa de comunidad, pues, en lo que existe, es m¨¢s fruto de la inercia hist¨®rica que de la intenci¨®n de sus ciudadanos. Men¨¦ndez Pidal, optimista, dijo con respecto al idioma unitario: "... sus variaciones no implican riesgo de fragmentaci¨®n de nuestro idioma, ya que los pueblos en que se fraccion¨® el imperio espa?ol se comunican hoy entre s¨ª mucho m¨¢s que cuando formaban un solo Estado". Desde mi punto de vista ocurre lo contrar¨ªo: nuestros pueblos no se comunican lo suficiente entre s¨ª, y si los contactos son cuantitativamente superiores a los de la ¨¦poca colonial, son debidos al simple incremento de la aceleraci¨®n hist¨®rica que perfecciona los contactos de cada uno de nuestros pa¨ªses con otros ajenos a su comunidad idiom¨¢tica. De hecho casi funcionamos en compartimientos estancos y el supuesto de algo parecido a un frente cultural, capaz de detener la penetraci¨®n del ingl¨¦s, es una idea remota.Entiendo al ingl¨¦s como la punta de lanza de una agresi¨®n que no trata s¨®lo de imponer una cultura sino, en ¨²ltima instancia, un modo de entender la vida, que no es otro m¨¢s que el de la tarjeta de cr¨¦dito, el American Express of life.
El poder del ingl¨¦s crea reflejos mim¨¦ticos muy pr¨®ximos al complejo de inferioridad, y se cede el terreno sin combatir. Un ejemplo: Estados Unidos se define un sus siglas como USA; nosotros le ce demos todav¨ªa un ¨¢mbito geogr¨¢fico mayor, pues le denominamos EE UU, sin necesidad de ninguna A, y sin que jam¨¢s equivoquemos esos "Estados Unidos" con los de M¨¦xico o Argentina. Nuestro contraataque cultural se reduce a ex portar traducciones de Harold Robbins y poco m¨¢s. Uno se sorprende de saber m¨¢s geograf¨ªa de USA, tan cerca, que de Ecuador, tan lejos. Y es que el redescubrlmiento de Am¨¦rica est¨¢ por hacer; pero ?cu¨¢l de los varios posibles?
La Administraci¨®n Gonz¨¢lez insiste, y con raz¨®n, en el t¨®pico (t¨®pico es el problema sin resolver) del acercamiento a Am¨¦rica. El darle un abrazo a Garc¨ªa M¨¢rquez est¨¢ bien, pero es f¨¢cil; lo complicado es dar con la trama de m¨²ltiples abrazos que constituyan un racimo de fruta madura. La ausencia es nuestra actitud perenne: dentro de un par de meses se celebra un congreso de escritores, en Venezuela, organizado por el Pen Club -y perd¨®n por nombrar al Pen, m¨¢ximo tab¨² de nuestro actual panorama literario, quien lo nombra se condena-; llev¨¢bamos cuarenta a?os ausentes del foro internacional por culpa de la Inquisici¨®ny ahora llevamos unos cuantos por pura incompetencia. Vargas Llosa me pregunta por qu¨¦ no participamos. Quien lo sepa, que le responda.
Parece obvio que un ente como el Centro de Cooperaci¨®n Iberoamericana es el indicado para establecer los lazos, abrazos; pero si antes, cuando se llamaba de Cultura Hisp¨¢nica, era la cosa nostra de una docena de amiguetes, con el cambio de nombre s¨®lo cambi¨® la mascarilla; esperemos que con Luis Y¨¢?ez la cosa sea de verdad nostra, y no se vuelva a repetir aquella mesa redonda de Bogot¨¢ sobre novela, algo as¨ª como el autor y su obra, en donde particip¨® gente que las hab¨ªa editado, encuadernado, prologado e incluso le¨ªdo, donde el ¨²nico infeliz que hab¨ªa erdido el tiempo escribienP
do alguna era un servidor, avergonzado de su ignorancia en el tema.
Espa?oles e iberoamericanos nos ignoramos olimpicamente porque nadie nos ha puesto en contacto y nadie se molesta en establecerlo, porque, en el fondo, nos despreciamos cordialmente. El mencionado CCI puede romper este c¨ªrculo vicioso; el idioma es, por supuesto, la clave; pero no olvidemos que si los de aqu¨ª tenemos un cierto liderazgo moral (cierto, guste o no guste), es por la sencilla raz¨®n de que somos los europeos que hablamos castellano; de ah¨ª que cuanto m¨¢s europeos seamos, mejor nos van a recibir, m¨¢s ¨²tiles seremos. Ellos necesitan de nuestra raci¨®n de Europa para enfrentarse al vecino del Norte, lo mismo que nosotros necesitamos su raci¨®n de Am¨¦rica para enfrentarnos al Mercado Com¨²n.
Si los conquistadores fueron all¨ª con la cruz en alto y la bragueta abierta, los actuales emisarios deber¨¢n ir con la democracia por delante y el coraz¨®n, ¨¦se s¨ª, abierto de par en par. Se est¨¢n preparando los actos conmemorativos del V Centenario del Descubrimiento y a uno le asustan las efem¨¦rides a fecha fija. Ser¨ªa un error volver a descubrir Am¨¦rica a golpe de palio y campana (y condecoraciones, seguro que hay condecoraciones), porque Am¨¦rica ya est¨¢ descubierta. Lo que debemos procurar ahora es conocerla de verdad a golpe de codos y trabajo, abandonar la ¨¦pica y asumir lo cotidiano. Por eso ser¨ªa muy de lamentar que otros doce amiguetes se le colaran a Y¨¢?ez por el centro; de ah¨ª que no est¨¦ de m¨¢s recordar algo que la historia nos demuestra con demasiada frecuencia: el c¨®mo profundos cambios sociales y pol¨ªticos, a veces, por puro deslumbramiento ante los brillos fatuos, dejan inc¨®lumes los mismos mecanismos de represi¨®n cultural contra los que se ha luchado.
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