La diplomacia, renovaci¨®n y permanencia
Querr¨ªa comenzar por corregir un error que quiz¨¢ distorsione el texto al que acabo de aludir: los edificios, venerables o funcionales, que albergan nuestras misiones en el extranjero no tienen por cometido principal el de amenizar morosos almuerzos con charlas sobre literatura. Este lugar com¨²n, impropio de la sutil tribuna que lo emite, resulta muy alejado de la realidad, por m¨¢s que la literatura merezca, sin duda, el placer de la charla y que el almuerzo siga siendo un arma tan valiosa como pac¨ªfica en la residencia de un buen diplom¨¢tico. Ni siquiera la era del jet o los viajes de los gobernantes han desprovisto de contenido las funciones permanentes de enlace entre Estados y pueblos, defensa de los intereses propios y comprensi¨®n de las posturas; ajenas que constituyen el meollo de las relaciones internacionales. Es m¨¢s: una visita de alto rango tendr¨¢ poco valor pr¨¢ctico si no ha sido debidamente preparada y, sobre todo, si carece de ese seguimiento que s¨®lo puede lograrse sobre el terreno.La diplomacia es un servicio a las especialidades, como dice EL PAIS; pero prestarlo sigue siendo, a la vez, una dif¨ªcil especialidad. La imagen del director de orquesta explica bien la tarea del embajador, con el matiz de que ¨¦ste la desempe?ar¨¢ mejor si ha tocado antes el mayor n¨²mero posible de instrumentos de su orquesta. Es decir, si ha sido secretario de embajada, c¨®nsul de la naci¨®n, agregado cultural o consejero comercial, por ejemplo; y -a ser posible- en diversos pa¨ªses as¨ª como en algunas de las muchas conferencias y organizaciones internacionales que forman la tupida trama de la diplomacia multilateral. Por tanto, las deseables preparaciones espec¨ªficas sirven a una funci¨®n gen¨¦rica -representar, convencer, comprender-, que conserva tanta vigencia como en los tiempos de Maquiavelo.
Ning¨²n diplom¨¢tico niega al Gobierno la facultad de nombrar, sin embargo, embajadores pol¨ªticos, por m¨¢s que pa¨ªses tan avanzados en su sistema democr¨¢tico no lo hagan nunca, caso de Italia, o lo hagan muy. raras veces, caso del Reino Unido. Al fin y al cabo, s¨®lo expresamos nuestro sentido del humor cuando decimos que somos ya bastantes los tontos en nuestras propias filas como para necesitar que nos traigan otros desde fuera... Pero constituir¨ªa una insigne torpeza eliminar a funcionarios diplom¨¢ticos, de experiencia, talento y lealtad bien comprobados, por el hecho de que hayan servido en tiempos anteriores, como si servir al Estado en el exterior no fuera la esencia misma de una funci¨®n tan ajena a todo partidismo como pueden serlo el servicio a las armas o la Administraci¨®n de la justicia.
Para m¨ª, conocedor de ambos compa?eros, no puede caberme duda alguna de que Gabriel Ma?ueco, que me sucedi¨® en la negociaci¨®n ¨²ltima con Estados Unidos, ser¨ªa un id¨®neo representante del Gobierno en Washington, tal como lo es all¨ª, o lo ser¨ªa en otra parte, ese no menos excelente diplom¨¢tico que se llama Nu?o Aguirre de C¨¢rcer. Y cito sus nombres porque puedo dar testimonio de ambos y porque el editorial que comento arroja una sombra injusta sobre sendas hojas de servicio, que tengo por inmaculadas.
Ninguna duda cabe tampoco de que los embajadores, siempre, deben servir con celo y fidelidad la pol¨ªtica del Gobierno al que representan. Pero ser¨ªa malo para su propia funci¨®n que alguien quisiera otorgar, m¨¢s all¨¢ de la Constituci¨®n, patentes de democracia o sambenitos de totalitarismo, llevando as¨ª a nuestras embajadas tensiones que causar¨ªan en su seno peligrosas fisuras; m¨¢s todav¨ªa si patentes o sambenitos est¨¢n influidos por amistades personales. No debemos olvidar, por ejemplo, que un buen diplom¨¢tico debe defender los leg¨ªtimos intereses globales o sectoriales del pa¨ªs que lo env¨ªa y debe informar fielmente a su Gobierno sobre lo que ocurre en el lugar de su residencia. Algunos creen, de todos modos, que tan ?mportante como ambos cometidos es mantener abiertas y expeditas las v¨ªas de comunicaci¨®n con la autoridad ante la qu¨¦ est¨¢ acreditado, tanto si ¨¦l comparte la actuaci¨®n de ¨¦stos como si las repudia.
En momentos de crisis, que a veces llegan a ser dram¨¢ticas, este acceso fluido al poder ante el que fue acreditado debe permitirle la evitaci¨®n de graves males y debe contribuir a salvaguardar una relaci¨®n, por encima de filias y fobias, entre los Estados que integran la comunidad internacional. Justamente, las valijas precintadas y los mensajes cifrados, casi tan antiguos como la democracia, existen para que los juicios descarnados y hasta agresivos que un enviado quiera transmitir a sus propios jefes sobre las fechor¨ªas del Gobierno ante el que trabaja sean compatibles con la sonrisa que habitualmente debe enarbolar en sus relaciones visibles con ¨¦ste, incluso cuando le amenaza, le presiona o le plantea las m¨¢s amargas quejas. Tal hipocres¨ªa es un aceite obligado para engrasar las articulaciones internacionales, a menudo chirriantes y herrumbosas.
Cierto es, asimismo, el dato de que nuestras propias misiones, a menudo hu¨¦rfanas de suficiente informaci¨®n y carentes de elementos auxiliares b¨¢sicos en la diplomacia moderna, necesitan una profunda reforma. Pero es mi opini¨®n la de que se trata de una reforma sobre todo t¨¦cnica, en l¨ªnea con esa modernizaci¨®n que el actual Gobierno tiene por uno de sus objetivos. Y que ir¨¢, por desdicha, acompa?ada de alg¨²n incremento en los presupuestos y de cierta racionalizaci¨®n, incluida la supresi¨®n de alguna embajada que se cre¨® por motivos pintorescos y hasta personales.
Pero si la modernizaci¨®n consiste en enviar algunos pol¨ªticos sobrantes para reemplazar a profesionales a los que nombr¨® hace pocos meses otro Gobierno no menos democr¨¢tico que el actual, entonces se habr¨¢ producido un regreso f¨¢ctico al c¨¦lebre spoil system que ha destrozado tantas administraciones p¨²blicas a lo largo de la historia. No se tiene de pie la cr¨ªtica. A mi modo de ver, el ¨²ltimo Gobierno de UCD -que confi¨® a diplom¨¢ticos la totalidad de nuestras embajadas- ten¨ªa perfecto derecho para actuar como lo hizo y para gobernar, plenamente, en esta y en otras materias, hasta el d¨ªa mismo de las elecciones generales. ?Bueno estar¨ªa que no tuvi¨¦ramos que depender de ¨¦stas sino de los sondeos pre electorales!
Renovar los m¨¦todos y las personas es conveniente y a menudo necesario. Pero Espa?a dispone, por fortuna, en su conjunto, de un servicio diplom¨¢tico que le permite lograr esos objetivos en el ¨¢mbito de la pol¨ªtica exterior sin destruir la continuidad imprescindible para el logro de los altos objetivos que nuestra patria debe conseguir en el mundo en que vive, y alguno de los cuales han sido atinadamente anunciados por EL PAIS.
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