Nuestro Antoniorrobles
Las dos vidas de Antoniorrobles (su imagen p¨²blica, de un lado; por otra parte, los rasgos principales que percib¨ªamos al tratarle asiduamente, muy de cerca, m¨¢xime durante los crepusculares once a?os de su retorno a Espa?a, a su retiro escurialense) y el sentido y sentir de su obra muestran una concordancia que no suele abundar.En ¨¦l se fund¨ªan tres expresiones, intercomunicados lo existencial distintivo, una forma de ser y la escritura singular. Y creo que, al cabo del tiempo, extinguidos o por finiquitar los testigos, su narrativa no dejar¨¢ de reflejar las peculiaridades de car¨¢cter y temperamento que la suscitaron. De mentalidad, tambi¨¦n.
El mundo espa?ol de Antoniorrobles estimulaba sus tendencias innatas. Represent¨® una significante aleaci¨®n de modernidad y localismo. Las vanguardias, al trasponer lo siempre pirenaico, tomaban carta de naturaleza, color y acento ambientales. En el caso de Antoniorrobles (como ocurriera exhaustivamente, en sus dominios, al art¨ªfice Ram¨®n G¨®mez de la Serna y a los metaf¨®ricos o picaruelos humoristas de la ¨¦poca), aquella etapa, siendo de acusada importancia, qued¨® reducida a una especie de pr¨®logo respecto a su cuent¨ªstica a los ni?os consagrada. Sin embargo, las porciones de su tem¨¢tica y estilo, registro l¨²dico, ingenio, fantas¨ªa, y coincido con la reciente calificaci¨®n de Rosana Torres, ser¨¢ preciso rescatarlas editorialmente para los lectores de edad madura, y subsanar el pecado de omisi¨®n en que, vez tras vez, cae nuestra literatura oficial. Sin ir m¨¢s lejos, pienso en Hermanos monigotes y en Torerito soberbio.
Una reaccion moral, emotiva, insert¨® a nuestro Antoniorrobles, relevantemente, en la literatura infantil de habla castellana. El ni?o que constantemente vibr¨® en ¨¦l armonizaba con su parejo y apasionado amor por los animales; cabr¨ªa considerarlo un ecologista avant la lettre.
Formul¨®, por tanto, un idioma adecuado, motivos plausibles, personajes y h¨¦roes (a la manera de su Rompetacones), escenarios y aventuras de veraz ingenuidad que a la ni?ez se adhieren y responden a una cosmovisi¨®n que reclama cumplidos an¨¢lisis (en cierto modo, lo asociar¨ªa a la pl¨¢stica del Aduanero Rousseau), donde, a t¨ªlulo de ejemplo, quiz¨¢ se trasvase una palpitaci¨®n soterrada de paternidad concreta, inverificada, de cuerpo y alma.
De ¨ªndole liberal -asimismo en la acepci¨®n cervantina del t¨¦rmino-, Antoniorrobles, al igual que Angelines (su fiel y magn¨¢nima compa?era, que le precedi¨® en las veredas y misterios de la muerte) repudiaba, con inequ¨ªvoca energ¨ªa, la violencia: a resultas de su bondad o viceversa. Y ante las manifestaciones, para los ni?os, que supuran pleno desvar¨ªo de voracidad consumista, fomento de los instintos compulsivos y amenaza perturbadora de generalizada destrucci¨®n, las fabulaciones de Antoniorrobles cobran did¨¢ctico valor de actualidad, confieren a sus relatos virtual humanismo que, por fortuna, entra?a literarias calidades.
El transtierro
La ausencia material de Antoniorrobles habr¨ªa de constituir una llamada de atenci¨®n hac¨ªa sus libros, en torno a su mensaje, (y aqu¨ª el vocablo se autentifica) de igualdad (La bruja do?a Paz, el texto que amaba preferentemente) y de convivir en tolerancia, con estricto respeto a la dignidad de cada pr¨®jimo, de cada presunto semejante. ?No suena a ut¨®pico este postulado fundamental en la obra -en su integridad todav¨ªa a redescubrir y difundir- que contiene la presencia espiritual de Antoniorrobles?
De no provocarse y producirse la guerra civil, en el supuesto de que Antoniorrobles hubiera continuado, in situ, en una Espa?a democr¨¢tica, los presumibles libros de tama?a saz¨®n, ?alcanzar¨ªan un signo diferenciador de los que en su transtierro de M¨¦xico redact¨®?
Tal ejercicio de conjetura descarta un cambio sustancial de sus ideaciones, argumentos y alegatos. Antoniorrobles se hab¨ªa comprometido ya con la narrativa para ni?os -ilusionados, en la v¨ªa de los juegos, biol¨®gicamente egoc¨¦ntricos- que en esencia y potencia son supranacionales.
De ah¨ª que su narrativa de este g¨¦nero hallase en M¨¦xico resonancia y respaldos amplios, un marco incomparable de simpat¨ªas. Fervorosa su vinculaci¨®n con la naci¨®n de asilo.
Es probable que los or¨ªgenes surrealistas de Antoniorrobles (Novia, partida por dos; El muerto y su adulterio, etc¨¦tera), le exigieran, all¨¢ en el subconsciente, un tributo residual y marginal que ¨¦l satisfizo en Columpio, su columna diaria en Exc¨¦lsior, colaboraciones que permitir¨ªan espigar una sabrosa antolog¨ªa.
Alternaba entonces la prosecuci¨®n de sus inolvidables cuentos con el vanguardismo, clandestinamente a?orado, de juventud. All¨¢ y en San Lorenzo del Escorial, al ememorar la noble cabeza (?qu¨¦ magn¨ªfico retrato, de torero, el de Arturo Souto, en su dormitorio!), de trazos volterianos -fugaces, inefables-, recuperaba su habitual sonrisa de ternura y volv¨ªa al alegre coheter¨ªo de sus pareados.
Y uno desear¨ªa, a golpe de recuerdos, coadyuvar a la lucha contra el nuevo olvido.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.