Rosa Chacel presenta en 'Alcanc¨ªa' su angustia y su deseo de vivir
De ahorro le viene el t¨ªtulo de su libro de memorias -?o de diario?-, aunque ella odia esa palabra, que puede entra?ar cicater¨ªa, avaricia de darse. Rosa Chacel ha elegido Alcanc¨ªa para contener en dos vol¨²menes la angustia y el deseo de vivir hasta el tope, hasta los tantos a?os. La presentaci¨®n de Alcanc¨ªa se efectu¨® el mi¨¦rcoles ante un selecto y no demasiado n¨²mero de adictos.
Lo bueno que tienen estos actos es su inmutabilidad. Puedes acudir a ellos con el vestido de siempre, la actitud de todos los d¨ªas; puedes incluso pedir la misma copa porque el mismo camarero adoptar¨¢ id¨¦ntico gesto indiferente. S¨®lo cambian las obras, los autores. Los presentadores, escasamente. El mi¨¦rcoles, en la sala Boccaccio, todo se conjug¨® para que no se rompieran los esquemas. Un p¨²blico discreto hasta el momento de precisar un trago, un tr¨ªo de presentadores tom¨¢ndose muy en serio a s¨ª mismos y un fondo ambiental de. luces psicod¨¦licas amas¨¢ndose en las pesta?as del respetable.
Sin moldes para la autora
Fall¨®, sin embargo, la figura estelar, el autor -en este caso, la autora-, que no se somet¨ªa a ninguno de los moldes imperantes. Rosa Chacel es una mujer que ha alcanzado -?de Alcanc¨ªa?- los 84 a?os como si hubiera enfilado cuentas en un collar: tranquila y regularmente. La vida le ha ido dando, a lo que parece, una gran cachaza y una afilada y necesaria maldad. Eso hizo que, la otra noche, tras los parlamentos de Francisco Ayala, que elogi¨® la forma en que Rosa se nos da en sus memorias -al tiempo que nos escamotea el chisme-, de Guillermo Carnero y Luis Antonio de Villena, tras esas presentaciones llenas de devoci¨®n y de recuerdos ¨ªntimos, la se?ora Chacel se mostrara como un ser humano de arriba abajo, una mujer negada a las blanduras.Maruja Mallo, sentada enfrente, saboreando una bebida dulce -"qu¨¦ bien, qu¨¦ rica, con la de az¨²car que yo necesito", comentaba-, constitu¨ªa el otro extremo de una generaci¨®n de mujeres que no necesitaron reafirmarse para ser toda una lecci¨®n para las feministas de medio pelo y talento escaso. Atentamente segu¨ªa Maruja el breve discurso de Rosa Chacel, quien vino a decirnos, m¨¢s o menos, que en esa Alcanc¨ªa de largo alcance ha metido todas las perras chicas de su vida.
Lo que descansa es coser
No dijo Rosa que a ella lo que la descansa es coser, que se ha hecho siempre todos sus vestidos y que ella misma, con sus peque?as manos marfile?as, fabric¨® los muebles, a serrucho y martillo, que tiene en su casa. Nos miraba a todos, Rosa, como una anciana sabia que posee de alg¨²n modo el secreto de la serenidad longeva. S¨¦, sin embargo, que anda esperando que alguien le regale el cuaderno en donde consignar las perras chicas que va a recoger de los 80 a los 90 a?os.Los parlamentos ajenos, aunque hermosos, hablaron de otra Rosa. La Rosa sorprendente que Ayala ha descubierto en los silencios de su libro. La Rosa lejana, la del exilio, que Guillermo Carnero detall¨® rememorando en tiempo en que ¨¦l, con Pere Gimferrer y Anna Moix, manten¨ªa con la autora una sentimental y viva correspondencia. La Rosa voluntariamente atada a lo cl¨¢sico que Villena ha descubierto a favor de sus propias preferencias. Chacel, entre tanto, callaba y asent¨ªa.
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